'Pedro Zuazua: “Los que vivimos con gatos tenemos la manía de trasladarles cualidades humanas”'

En mi casa no entra un gato (Duomo Ediciones) fue un éxito editorial en el que su primera gata, Mía, quien se coló en su vida de manera inesperada, es una protagonista muy peculiar de una historia de amor entre un ser humano y un felino. Pero cuando Pedro Zuazua volvió a asegurar que no volvería a tener otro gato ni a escribir sobre estos encantadores amigos, llegó Atún y se puso manos a la obra. Días para ser gato (Duomo Ediciones) se nos presenta como una continuación de aquel trabajo literario con el que nos sentimos tan reconfortados.

Días para ser gato (Pedro Zuazua, 2022)

Después de publicar En mi casa no entra un gato, ¿cómo ha sido el reencuentro con los lectores con esta secuela?

Ha sido muy emocionante, porque cuando escribes un primer libro, hagas lo que hagas, siempre es sorprendente, porque nunca has escrito nada antes. Siempre está la capacidad de sorpresa. Pero ahora ya hay para comparar; a la gente le había gustado mucho el anterior libro, se había reído mucho… El nuevo libro está gustando igual o más que el primero. Es un libro en el que hay una evolución, porque han pasado cuatro años entre ellos, aprendes cosas tanto para el libro como para la vida. El primer libro era de descubrimiento, de cómo funciona un animal, cómo ser un padre primerizo. Este va un paso más allá. Cuenta cosas de mí, habla de otras cosas de la vida, está la pandemia de por medio y cómo la pasamos, está la muerte de mi madre, que fue también una circunstancia importante… Tiene más de mí este libro. El otro era más de padre primerizo y éste tiene más de la vida en general. 

Te resistías a escribir un segundo libro y a adoptar un segundo gato, pero aquí están Días para ser gato, tu segunda novela,  y Atún, tu segundo libro, ¿qué tienes que decir al respecto?

No soy un hombre de palabra (risas). Dije que en mi casa no entraba un gato, y entró Mía. Luego dije que en mi casa no entraba otro gato, y entró Atún. También dije que no iba a volver a escribir sobre gatos, a pesar de que la experiencia había sido maravillosa. En Instagram hemos creado una comunidad muy divertida y muy sana de amantes de los gatos, o incluso de otros animales, y que se divierten con las bromas de Mía y Atún. Tuvo mucho que ver la pandemia, porque tenía mucho tiempo. Escribía, los iba observando mucho con la convivencia, eran los únicos seres con los que compartía mi día a día. Fue algo muy natural. Tenía una preocupación antes de terminarlo y era que éste tuviera menos que contar que el anterior. Sin embargo, cuando nos pusimos a editar, y dejamos muchas cosas fuera, tenía como 40 páginas más. Se habían ido sumando poco a poco, y me encontré con un libro que tenía más contenido que el anterior. Pero porque era lo que te decía, incluye cosas que no son solo del día a día, sino que también hay más cosas de los pensamientos y del interior. 

Incluso incluyes un capítulo dedicado al vocabulario al que se acostumbra alguien que convive con gatos.

Esto es como el amor. Cuando estás enamorado o enamorada, desarrollas un lenguaje que solo entendéis la otra persona y tú. Con los gatos pasa lo mismo. Yo hace ocho años no sabía lo que era un “michi”, ni una “Karen”, ni lo que era un rascador, ni un premio… Ahora ya me dicen arenero, y sé en lo que pienso, con rascador igual, con ventana pienso en peligro, en pelo pienso en las bolas de pelo de los gatos rodando por la casa… (risas). Te cambia todo.

Pedro Zuazua: “Los que vivimos con gatos tenemos la manía de trasladarles cualidades humanas”
Fotografía de Pedro Zuazua

Vivir con gatos da para muchas historias como vimos en En mi casa no entra un gato, ¿cómo es vivir con dos?

Atún es muy divertido. Aunque todo lo que tiene de divertido lo tiene de intenso. Requiere mucho cariño todo el rato, busca contacto humano todo el rato. Tiene que estar todo el tiempo tocando a alguien, si no lo pasa mal. Por la noche te despierta, pero no porque quiera comer sino porque quiere que me despierte. A las cuatro de la mañana te mira y se pone a maullar. Y hasta que no vayas a la cocina con él, que luego no quiere comer, él lo que quiere es que vayas allí. Pero también es más gracioso porque la lía más. Mía es más tranquila, aunque tiene sus cosas también. Pero Atún es como activo, más niño, más juguetón. Y Mía lo sigue todo con la mirada. Atún da mucho juego, aunque insisto en que es muy intenso (risas), pero es muy cariñoso, muy cariñoso. 

Cuando convives con varios gatos te das cuenta de lo diferentes que pueden ser de carácter. Cada uno tiene su propia personalidad como los humanos. Pero hablando con otras personas que tienen gatos, o leyendo libros como los tuyos te das cuenta que todos tienen las mismas manías.

Entiendo que cada gato es un mundo, como cada persona. Pero Mía es muy tranquila, muy independiente, solo viene a que le dé cariños una vez por semana. Los domingos concretamente. Va a su bola. Solo se emociona cuando voy al baño, que le interesa verme, y cuando le doy comida. Es curiosísimo cuando les doy comida. Si por lo que sea tardo un segundo más de lo normal, porque siempre se la doy antes a Mía que a Atún, ella piensa que no se la voy a dar. Hace un gemido como de “va a llegar el día que no me vas a dar de comer, pero no es hoy el día ¿no?” (risas). Pero nunca demandan nada, nunca se quejan. El único momento más tenso es cuando hay que llevarla al veterinario, meterla en el transportín para viajar, que se pone como una hidra. Pero normalmente pasa de ti, y hace que estés tranquilo con ella. Sabes que está bien, está por ahí tirada, no da la lata. El otro sabes de él permanentemente. Como note que está pasando algo en la casa, y que él no está siendo protagonista, aparece al segundo. Y si me encuentro a Mía en la cama y empiezo a acariciarla, aparece Atún a los dos segundos. Si Mía está conmigo cuando estoy en el baño, él aparece también a los dos segundos. No hay nada que pueda ocurrir en la casa sin que Atún se entere. 

Después de tanto tiempo como padre de un solo gato, ¿cómo ha sido el cambio tras la llegada de Atún? Además ha habido una pandemia por el camino que os habrá unido aún más…

Hay cambios notorios como tener dos areneros, dos transportines, dos visitas al veterinario, dos tipos diferentes de comida, porque además Atún se come la suya y la de Mía… Pero luego en el día a día, durante la pandemia, al estar todo el día en casa, los pobres se acostumbraron a tenerme todo el día allí. No sé si Mía quería que me fuera, pero Atún desde luego que no. Los observé mucho, vi que se hacían compañía, aunque la mayor parte del tiempo se ignoran. De vez en cuando se ven, otras veces se cascan, se persiguen. Atún persigue todo el tiempo a Mía, pero ella en cuanto puede se va. A veces duermen juntos, se asean el uno al otro, pero Atún no entiende el término medio, entonces se mosquea y le muerde. Pero me quedo más tranquilo cuando me voy y se quedan los dos, pero no sé qué hacen. Bueno, ahora me han dado un robot con el que puedo seguir lo que hacen cuando no estoy, pero cuando les enfoco, como Atún se acerca al robot, ya no sé lo que hacen (risas). 

Pedro Zuazua: “Los que vivimos con gatos tenemos la manía de trasladarles cualidades humanas”
Fotografía de Pedro Zuazua

En tu primer libro cuentas cómo es la llegada de Mía, y en Días para ser gato haces lo propio con Atún. Un proceso mucho más largo y complejo, con varias decepciones por el camino. Imagino que el momento en el que lo ves por fin no se te va a olvidar nunca.

Lo primero que tuve fue miedo por la reacción de Mía. Luego, las primeras semanas, como soy tan agonías, seguí un método muy lento para juntarlos. Pero recuerdo las sensaciones de cuando fui a recogerlo a la Estación de Atocha, de decir, “¿a ver si le estoy fastidiando la vida a Mía?”. Además, a Atocha llegó tan calladito, tan modosito, que parecía que iba a ser un santo, y es que no calla (risas). Todo lo que no habló en aquel viaje, que la amiga que me lo trajo me dijo que ni se le escuchó en todo el rato. Yo pensando ya que iba a ser un gato tranquilo, pero no. Los que vivimos con gatos tenemos la manía de trasladarles cualidades humanas, pero sí que veo en Atún el reflejo del hermano pequeño que da todo el día la tabarra. Quiere jugar todo el rato, hacer cosas todo el rato, y claro la hermana mayor, que ya está curtida le dice que la dejé, que está muy bien.

La diferencia de edad también se notará.

Se llevan tres años. Cuando llegó Atún, los primeros días jugaban todo el rato. Atún era una cosa enana. Luego no sé si él se emocionó demasiado, pero ya dejaron de jugar. Ella pensaría que venía para una semana solo, y dijo “vamos a hacerle caso”. 

Ya eres un padre más curtido, pero lo que sigue estando presente en este libro siguen siendo esos miedo por todo lo que les pase. Hay cosas que no cambian, ¿no?

No, eso no cambia (risas). Lo voy mejorando, porque si no me volvería loco. Pero los miedos siguen ahí. Atún se come todo lo que encuentra, no puedes dejar nada porque se lo come inmediatamente. Da igual lo que sea. Dejas las bolsas de la compra sobre la mesa, y ya las está mordiendo. Siempre hay miedo, pero ya he instalado redes en las ventanas, por lo que ya puedo abrirlas. En Ribadesella también las tengo instaladas y pueden estar tranquilamente. Voy mejorando, voy mejorando (risas).

¿Cómo llevas que Mia y Atún sean tan protagonistas? En Instagram son unas estrellas. Incluso cuentas en el libro cuando hackearon su perfil, y lo preocupados que estaban sus seguidores.

Me hace gracia, porque al final a través de los gatos hablas de la vida. Ellos son una excusa. Me gusta porque la comunidad que hay es muy sana. Nos unen los gatos. Y la personalidad de Mía es muy felina, es un poco maluca, muy rápida, muy lista, tiene mucho ego… Está encantada de conocerse. Es muy gata. Atún es más simple. Y yo proyecto eso en el perfil. Al final son como una tira cómica. En vez de dibujos, es una fotografía con un texto. Cada día que subo una foto me dan igual los “me gusta”, no miro nunca las estadísticas. Lo hago porque me divierte. Y siempre subo cosas cuando tengo algo que subir. Hay gente super cariñosa, nos mandan regalos al periódico, nos mandan mantitas hechas a mano, comida, premios… De hecho lo cuento en el libro, que una vez en el confinamiento, la vecina de enfrente me dijo, “esos gatos que guapos son, ¿cómo se llaman?”. “La mayor Mía y el pequeño Atún”, le respondí. Y me dijo ella, “¿son los gatos de El País?”. Entonces la señora me tiene guardado en el móvil como “Mía y Atún”. Esto también te pone en tu sitio, porque nuestro sitio en el universo es irrelevante. Y cuando pasó lo de la cuenta, me percaté de que no era nadie, la gente me conocía por mis gatos (risas). Y si no fuera por ellos, solo me hablarían mis gatos. Actualizo la cuenta, me lo paso muy bien. Me gusta mucho pensar qué pensarían Mía y Atún. Aunque también me cuesta, porque como veréis soy muy malo haciendo fotos, se nota mucho cuando no las he hecho yo. Puede que no tenga la sensibilidad de la gente que entiende de redes sociales, pero también creo que en la naturalidad está la gracia. 

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