La ciudad (Lumen, 2022) es la última novela de Lara Moreno, en la que trata la realidad de tres mujeres desde una perspectiva veraz y dolorosa. Con su prosa, Lara nos demuestra una vez más que es una escritora que sabe sacar todo lo que tienen dentro sus personajes, llevándolos hasta los límites que la propia sociedad les impone.
Me parece muy acertado el título de este libro, La ciudad, porque cuántas cosas pueden pasar a nuestro alrededor, y no somos capaces de verlas. Como la historia de estas tres mujeres, que terminan conviviendo en la misma ciudad y pasando por muchas circunstancias ajenas las unas de las otras.
Supongo que también podría pasar en un pueblo. Cuando empecé a escribir el libro, en realidad el reto más grande era describir esa ciudad, como es Madrid. Al final cuando acoté y decidí cuáles iban a ser los temas, los personajes… a pesar de que el libro está basado en Madrid y tiene realidades muy propias, como la organización de los barrios, la separación por el río, todo el bullicio… me di cuenta de que ese edificio podría estar en cualquier otro sitio de España.
La ciudad trata la vida de tres mujeres, de distintos orígenes, pero con una realidad muy cruda. ¿Desde un principio tenías claro que querías tratar temáticas como la violencia de género o la inmigración?
Decidí antes tocar el tema de la inmigración que el de la violencia de género, realmente. No podía hacer una radiografía de Madrid, o de cualquier ciudad de España, y no hablar de inmigración. Eso estaba claro en la elección de los personajes. Cuando pensé en uno de ellos, en Oliva, no tenía claro los problemas que iba a tener. Pensé en la custodia de su hija, la economía… De hecho, sí que había notado que tenía una relación conflictiva con su pareja. El personaje de Oliva al final está ahí para que sepamos cómo es una relación de maltrato desde dentro.
De hecho, las temáticas que tratan tus personajes… hay veces que parecen cinematográficas. Es increíble cómo te metes en sus sentimientos, los rebuscas, y nos los cuentas. Es como estar dentro de los personajes.
Aquí hay una parte técnica, y es que tiene un narrador en primera persona subjetiva. Cuando hablé con mi editora, le comenté que quería centrarme solo en un narrador, que está escrito en tercera persona pero en realidad es falsa. Aunque haya cierta distancia entre narrador y personajes, el narrador solo ve a través de ellos. Esto hace que, al contar qué cosas les pasa, hace que te puedas acercar más al personaje.
También está el trabajo creativo. Oliva es un personaje psicológico y está tratado más profundamente, en cuanto a sentimientos se refiere. Necesitaba hablar de ella como una persona encerrada en una jaula sin barrotes, que le impide salir y que es una tortura psicológica. He intentado tanto que estemos dentro de la vida de Oliva como la de Max, su pareja. Los otros dos personajes eran más difíciles de levantar sobre el terreno, ya que al final están más lejos de mi realidad. Pero bueno, ha sido un trabajo de inmersión y de acercar esa fotografía más cercana a los lectores y lectoras.
Da la sensación de que el libro es el diario de ellas. Es cierto además lo que dices, de que hay una diferencia. Pero no siento que una tenga más protagonismo que otra. De hecho, la historia de Damaris ha sido la que más me ha gustado.
He tenido una pelea inevitable con el protagonismo de las tres. Todo el mundo tiende a pensar que Oliva es el personaje principal, porque tiene la mitad del libro para ella. Y por el tema que trata, es más fácil empatizar. Pero para mí, e insisto muchísimo en esto, son las tres igual de importantes. Al final, el hecho de que Oliva se lleve la mitad del libro también corresponde al lugar que ocupa en nuestra sociedad.
También es bonito ver cómo cada lector se queda con un personaje. El de Damaris, que aparentemente, es la que está viviendo una situación menos traumática, aunque tenga su pasado. Pero su presente, es el menos traumático en comparación, a priori. No tiene los problemas tan radicales que tiene Oliva, con la situación de maltrato que vive. Pero poco a poco va cayendo sobre la espalda de ella tantísimo peso… Su vida es una tragedia también.
En esta novela hay un cuarto protagonista que es el edificio, en el que terminan conviviendo estos personajes.
Nunca me lo he planteado así, ni siquiera la ciudad, que a veces me lo han comentado. Pero es verdad que todos los elementos en una novela tienen un significado y un simbolismo. Al final responden a una mecánica que no deja de ser otra voz más. El edificio, como puntúas, lo es más que la ciudad. Y te diría que incluso el ascensor, que es lo que de verdad comparten las tres. Simboliza muchos silencios y recelos entre los tres personajes. Lo que las contiene también las está reteniendo.
Es cierto que es un libro incómodo de leer, porque te hace ver realidades que viven otras personas frente a la tuya. Esto se muestra en el final, no solo por lo que se dice explícitamente, sino por todo aquello que no se dice. Al escribir este libro, ¿cómo te planteas el final después de abrir tantos frentes y de tener tantos matices?
He querido ser fiel a esa verdad que he estado contando, que al final lo que duele es la verdad. Tuve que tomar una decisión bastante importante con uno de los personajes. Cuando ya tienes montado el puzzle de tantas realidades, complicaciones, con esa brecha en la que caminan las tres constantemente, una más arriba y otra más abajo… al final tienes una alfombra. No podía darle la vuelta a todo el camino que había recorrido, no podía crear un mundo mejor para estas mujeres. No estaría siendo fiel a la realidad.
Fotografía de portada de Jairo Vargas.