“En mi casa no entra un gato” (y sus variantes) es lo que no dejábamos de decirle a mi hermana el 28 de marzo de 2017. Trajo a casa a un rubio de mes y medio, de 600 gramitos (de amor) que no dejaba de maullar por toda la casa tratando de encontrar consuelo dada la escena que se había montado a la hora de comer. No sabíamos en aquel momento que, afortunadamente para nosotros (y gracias al chantaje emocional de mi hermana), que ese pequeño ser se quedaría en nuestra familia y se instalaría en nuestros corazones para siempre.
Bruce, que así se llama en honor al Boss (ídolo de mi padre), nos ha enseñado durante este año y dos meses que lleva con nosotros, lo que significa querer. Y sobre todo a querer a un animal, algo que hasta el día que llegó era un “poco tabú” en mi casa, ya que no queríamos a uno pululando por allí ni en pintura ¡Qué ilusos éramos! A veces me pregunto cómo un ser tan pequeño, nos ha enseñado tantas cosas y nos ha podido cambiar tanto, haciendo que veamos la vida de otra manera. Y si no hubiera sido por él, jamás se nos hubiera ocurrido socorrer a una gatita que una mañana nos encontramos en un tejado. No habría tenido una segunda oportunidad, no sería Donna, ni estaría llenando de amor aún más si cabe nuestro hogar.
Por si no lo sabíais, lo del nombre “Gatrópolis” y el logo y todo lo que hay alrededor de esta revista, tuvo su origen en Bruce, y posteriormente con Donna pasamos ya a ser una verdadera ‘ciudad de gatos’. Y sí, ellos son los auténticos dueños de la revista y la redacción.
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En mi casa no entra un gato, de Pedro Zuazua, no es un libro solamente para los amantes de los felinos o para aquel que tenga uno. Considero que es para todo tipo de público que tenga un mínimo de sentimiento y de corazón, y que se quiera dejar atrapar por una bonita historia. Aunque si se tiene un minino en casa o se ha tenido alguno es normal que nos llegue más. Esta novela se presenta como el diario de un gatuno primerizo, que tras pronunciar la frase que le da título, no tiene más remedio que rendirse ante la magia de estos increíbles seres. Lo que nos ha pasado a muchos, por otro lado.
Mía es una preciosa gata común europea, blanca y marrón claro. Que desde que llegó en junio de 2016 a casa de Zuazua, supo que ya sería suya, éste se convertiría en su compañero de piso o “inquilino”, como suele ocurrir con estos animales. Pedro nos cuenta cómo ha sido su vida desde que la gatita llegó a ella, qué ha aprendido, sus desvelos sobre el cuidado de un felino, los viajes, etc. Toda una serie de experiencias y anécdotas que nos sirven para conocer no solo a la protagonista indiscutible del libro, sino también a su “papá”.
Anécdotas y momentazos que dan el convivir con un gato con los que todos nos hemos podido sentir identificados en alguna ocasión. Y es por eso que leyendo En mi casa no entra un gato me he sentido muy conectada con la historia y con su autor, e identificada en muchas de sus vivencias, ya que estos animales al parecer suelen tener las mismas ocurrencias. Me ha hecho recordar momentos muy bonitos y emotivos, como cuando llegó Bruce a casa siendo un bebé, cuando hemos ido con él de viaje, o sus travesuras por nuestro hogar… Y a través de los distintos personajes que aparecen, he podido encontrar el símil en mi propia familia, viendo reflejados en el libro a mi madre, a mi hermana, a mi padre, o incluso a mí misma.
Bruce tiene mucho complejo de perro, y me suele seguir allá donde voy constantemente. Y tenerlo durmiendo a mi lado, una de sus tantas siestas diarias, mientras yo leía En mi casa no entra un gato ha propiciado que algunos de los pasajes los viviera con bastante emoción, como el capítulo de Paloma Abad. Ha sido el más duro de leer y el que más me ha encogido el corazón. Por conocer las historias de los gatos de su vida (en especial la de Baldomero), y por el miedo irracional de que el tiempo y la enfermedad se hagan dueños de mis peques.
En mi casa no entra un gato se lo recomiendo a todo el mundo. Partiendo de un caso particular nos acerca al mundo del gato. A sus orígenes, sus costumbres, sus virtudes y sus defectos, sus manías, lo impredecibles que son, cómo son capaces de liarla constantemente y hacer como que no ha pasado nada… Al igual que Pedro Zuazua, en mi casa no teníamos ni idea de gatos, sabíamos lo precioso son y creíamos cosas muy erróneas, ya que desgraciadamente son casi invisibles para la mayoría de la gente. Y durante estos meses hemos tenido que aprender sobre la marcha aspectos básicos de su bienestar, y otros más sentimentales de los que no sospechábamos nada. El libro de Zuazua es un reflejo del sentido que los gatetes dan a nuestras vidas, convirtiéndose en auténticos milagros en algunos casos, y en otros en auténticos héroes salvándonos día a día.
Un comentario
I love Bruce and Donna, too