Víctor del Árbol: “El tiempo de las fieras es el siglo XXI; el tiempo que nos toca vivir”
El autor nos habla de su nueva novela
Considera que El tiempo de las fieras (Destino) no es una secuela de Nadie en esta tierra (Destino); ni siquiera concibe a ambas novelas partes de una bilogía. Al menos no lo pretende. Sin embargo, estas dos obras de Víctor del Árbol mantienen un nexo común a través de algunos de los personajes que conocimos en la primera entrega, como Julián Leal, Virginia Ortiz, el subinspector Soria, Clara Fité o esa “voz sin nombre”, como se define así mismo, el sicario mexicano omnisciente que reparte las cartas en este juego entre la vida y la muerte, el amor y el odio y el egoísmo y la vanidad del ser humano; elementos estos que nos convierten en auténticas fieras, en “carniceros industriales”, como Soria define al ser humano.
Nadie en esta tierra y tu nueva novela, El tiempo de las fieras, no son partes de una saga, pero sí tienen muchos lazos que las atan, y aunque no sea necesario leer ambas para entenderlas, ayuda mucho para ubicarse el hecho de acceder a las dos, ¿cómo le ves como su creador?
Las dos novelas no son una saga. Pero sí creo que el haber leído antes Nadie en esta tierra, o leerla después de El tiempo de las fieras, da igual, te da una perspectiva muy diferente de la evolución de los personajes. Eso me interesaba mucho. Doy bastante contexto en El tiempo de las fieras para que el lector no tenga que ir hacia atrás, pero mi intención es ésa, que si no has leído Nadie en esta tierra quieras saber de dónde vienen estos personajes. Y si la has leído, entiendes mejor también la evolución, sobre todo, de alguien como Virginia Ortiz. Es decir, ese salto tan bestia que hace de un lado de la línea al otro. Y, sobre todo, creo que se entiende mucho más al sicario. Al final se ve cómo se construye, de dónde viene. La otra novela (Nadie en esta tierra) nos da cuatro pinceladas. Hace lo que hace pero no conocemos su historia realmente. Y en cambio aquí sí, en El tiempo de las fieras. Eso lo humaniza mucho.
Yo había leído Nadie en esta tierra, obviamente, antes que El tiempo de las fieras. Pero tras la lectura de ésta, tuve la necesidad de rescatar la anterior lectura y la releí. Y me ha servido para conocer mejor a estos personajes de los que hablas y mirar desde otra perspectiva. En Nadie en esta tierra, el protagonista es el inspector Julián Leal, pero en El tiempo de las fieras vemos un elenco más coral, ¿verdad?
Sí. Es más coral. Y sobre todo, Soria cobra un protagonismo mayor. Al principio es un personaje bastante detestable, marginal. Pero poco a poco, en Nadie en esta tierra va ganando fuerza. Y quería darle un protagonismo mayor en El tiempo de las fieras, porque aquí tiene un montón de matices que en la otra novela no me permitía. Concibo una novela como un universo cerrado. Normalmente, esos personajes son para esa historia y punto. Pero de vez en cuando me pasa que hay personajes que tienen algo que contar, pero no cabe en esa novela. Era un poco arriesgado pero al ser personajes lo suficientemente potentes como para que tengan su propia historia les di su espacio. No me gusta comparar las novelas. Cada una tiene su momento y la escribes por una razón distinta. Pero te diría que El tiempo de las fieras hace mejor a Nadie en esta tierra, siendo ésta una muy buena novela; lo digo de verdad. Pero El tiempo de las fieras la hace mejor porque le da, como has dicho, otra perspectiva distinta.
En el momento que el beneficio se pone por encima del valor humano, estamos hablando del tiempo de las fieras
Víctor del Árbol, autor de 'El tiempo de las fieras'
Los personajes tienen más volumen…
Lo tienen en el sentido de que hay una cosa muy interesante que yo quería probar. Cuando acaba Nadie en esta tierra, hay cosas muy graves que han afectado a todos los personajes de la novela. Tenemos a Julián Leal que está entrando en el quirófano y no sabemos si va a morir o no. Tenemos al gordo Soria que se ha metido en un brete por detener al magistrado. Tenemos a Virginia Ortiz que hizo un pacto con el Diablo, que es su padre, de dejar la policía para salvar a Julián… Clara Fité, que se había marchado al destierro… Y el sicario, que desaparece sin más pero nos avisa: “al final acabaréis conociendo mi nombre”. Así, lo interesante de El tiempo de las fieras es ver cómo cada personaje ha asimilado en su propia vida algo traumático que tres años antes le había pasado. De manera distinta, según el carácter de cada uno. Y eso me parecía de mucho valor. Y cómo jugar con las emociones en el sentido de que puedes enamorarte y desenamorarte, o viceversa. Empiezas detestando a alguien y acabas enamorándote, porque creo que lo importante al final es conocer a las personas. Conocerlas a fondo. Y en esta segunda novela conocemos mucho mejor a Soria, al sicario, a Virginia… y nuestros juicios de la otra novela cambian. Lo veo muy relevante.
Me gusta mucho el personaje de Julián Leal, el inspector de policía. Me da mucha pena. Ha de asumir una carga vital de mucho peso, pero la lleva con estoicismo.
Sí. Es un personaje muy trágico. Lo veo como un héroe trágico. Desde el principio sabemos que tiene los días contados. Y eso le da más fuerza. Sabe que cada día que pasa es un día menos para él, y que no le queda mucho. Cualquier persona en sus circunstancias habría hecho lo mismo que él intenta, que es retirarse, quedarse en esa masía, en el campo. Pero no puede porque sus valores son más fuertes que él. Es un tipo que como ya no tiene nada que perder, quiere hacer algo, un último gesto que le dé sentido a su vida. Intenta que su vida importe. Creo que pasamos por la vida trampeando, sobreviviendo. Vamos casi improvisando, según nos pasan las cosas. Pero una cosa es sobrevivir y otra es vivir, dejar una huella. Julián Leal no tiene hijos, no tiene familia. Solo tiene sus principios y la amistad con Clara. Y a eso se agarra para darle un último sentido a su vida; hacer algo que valga la pena. Ha sido siempre policía, pero un policía muy frío. Me lo imagino como un tipo muy metido en sí mismo. Hace lo correcto pero sin importarle mucho la gente. Está demasiado herido por dentro. Y el hecho de salir de sus propias heridas y hacer algo por alguien que no es él, lo dignifica. Es el aglutinador de todos los demás.
Su relación con el sicario es de amor y odio…
Hay una reflexión del sicario que es como su enemigo y su amigo al mismo tiempo. Y él lo resume muy bien cuando dice “quizás lo más importante de la vida sea llegar vivo a la muerte”. Y es un poco lo que Julián Leal consigue.
El título de la novela suena a sentencia, El tiempo de las fieras, como la confirmación de lo que se presentía que iba a ocurrirle a la humanidad por toda su maldad.
Sí. Es una declaración de intenciones, clarísimamente. No solo porque la novela está llena de fieras, con esa cacería humana que hay en Sarajevo, en los años 90. Pero también en Lanzarote, en la actualidad, hay mucho mal. Esos dos sicarios de perfiles tan distintos, como Konstantin y el Hombre sin nombre. Pero también representa para mí un tiempo donde las leyes del mercado se han acabado imponiendo a los valores humanos. El tiempo de las fieras es el siglo XXI; el tiempo que nos toca vivir. Las fieras no tienen que comportarse siempre de manera violenta. Es un sistema. El tiempo de las fieras es cuando la gente común tiene que salir a la calle para reclamar un derecho fundamental como es la vivienda. Y los políticos te dicen que las leyes del mercado son así. Que ellos no pueden ni intervenir. En el momento que el beneficio se pone por encima del valor humano, estamos hablando del tiempo de las fieras, del sálvese quien pueda.
Otro personaje que evoluciona sobremanera es Virginia Ortiz. Su cambio es radical.
Exactamente. Como he dicho, ella vende su alma al Diablo. Y ese pacto no se puede romper. Y en este caso, el Diablo es su padre. Le ha vendido su alma. Por las razones justas, si quieres, porque ella deja la policía porque acepta el chantaje de su padre. Pero se ha convertido en una imagen de lo que más odia. Se ha convertido en su padre. Al final, lo que ella hace es defender el patrimonio familiar, el poder que tiene, pero al mismo tiempo está tratada por esas personas que la han conocido de otra manera. Soria y Julián, sobre todo. Y ella se siente atrapada. Está entre la contradicción de su obligación como responsable de la fortuna de su familia, de sus hijas, y lo que ella es, lo que sigue siendo, con sus valores. Vive en la lucha interna entre lo que ella es ahora y lo que realmente quiere ser. Y tiene que decidir. Ahí hay una pregunta muy interesante para el lector: ¿Todos tenemos un precio? Todo el mundo tiene un precio. O al menos eso es lo que quiere decir Virginia. El Diablo tiene muchas maneras de tentarte. Y en esta novela hay muy pocas personas que son inmunes a ese poder.
Y llegamos al sicario. Es narrador omnisciente, un personaje anónimo, que se define como “la voz sin nombre”, a quien nadie le pone rostro; solo se le conoce físicamente como el “hombre de los ojos negros”. Pero es de un valor enorme en la novela. ¿Cómo lo ves?
Sí. Él es el narrador. Eso tiene una razón. Y él lo dice: “¿qué sentido tiene que yo te diga mi nombre si no conoces mi historia?”. Un hombre sin historia no es nada. No le he querido poner nombre a propósito. ¿Por qué? Porque quiero que simbolice no una persona concreta, sino una manera de ser, de mirar la vida. Puede que nos caiga muy simpático, que nos resulte un tío súper atractivo, fascinante, porque lo es… Pero nunca, nunca, deberíamos olvidar que es un asesino. Y lo es.
En la novela hay una pregunta muy interesante para el lector: ¿Todos tenemos un precio?
Víctor del Árbol, autor de 'El tiempo de las fieras'
Pero tiene el don de camelarte…
Claro. Te camela. Pero lo hace como lo hace la serpiente para atraparte. Y cuando lo ha hecho te devora. Es como el cuento del escorpión y la rana. Hace cosas terribles. Sofisticado o no, el mal es el mal.
Para acabar. Tanto Julián Leal como Clara Fité son admiradores muy destacables de la música de Bruce Springsteen, con muchas alusiones a algunos de sus temas y a él como persona y artista. ¿Por qué tiene ese peso en ambos personajes el Boss?
Sí, es el Boss. Se le nombra en algunos momentos. Siempre he dicho que si no fuera escritor quería ser Bruce Springsteen… (risas). Prefiero ser Víctor del Árbol, ¿eh? Pero lo digo en el sentido de que siempre me ha fascinado su carrera. No solo porque me parece un poeta urbano de los buenísimos. Creo que desde Bob Dylan no ha salido nadie tan bueno como él. Pero lo que es conectar con la clase trabajadora, con la gente de la calle y hacer poesía del dolor me fascina del Boss. Es un tío al que siempre he visto coherente. Me importa mucho la coherencia de la gente. Escuchas las entrevistas que Springsteen hacía a finales de los años 70, y no son muy diferentes de las de ahora. Un tío que con 70 años, que ya lo tiene todo hecho, que no necesita hacer nada más, se implica en hacer campaña contra Donald Trump demuestra que es un hombre con valores. Y eso lo valoro mucho.