'Inma Aguilera: “La dama de La Cartuja es una novela que me sale de las entrañas”'

Inma Aguilera: “La dama de La Cartuja es una novela que me sale de las entrañas”

La autora nos habla sobre su nueva novela

Inma Aguilera inaugura una nueva etapa en su carrera literaria, postulándose como uno de los nombres más prometedores nuestro país.
Ambientada en el siglo XIX, Inma Aguilera realiza un retrato costumbrista de la Sevilla de la época, a la sombra de la fábrica de loza La Cartuja, que durante muchos años estuvo enclavada en el Monasterio de Santa María de las Cuevas. La dama de La Cartuja (Ediciones B) va más allá, y nos lleva de viaje por el alma, los anhelos, la vida cotidiana de unos personajes (fundamentalmente mujeres: Felisa, Macarena y Trinidad) que sirven de hilo conductor para generar una historia con mucha sevillanía, en el marco de una ciudad cuyo enclave en el barrio de Triana, en la calle Alfarería, propició un rico desarrollo del oficio artesanal del alfarero.
¿Qué vínculo existe entre tú y Sevilla, siendo de Málaga, para escribir una novela como La dama de La Cartuja en la que transmites tanto sentimiento y complicidad?

Sí, es un vínculo muy grande. Todo viene a raíz de cuando gané en 2016 el Premio Ateneo Joven de Novela de Sevilla. Y ese día viví un sueño hecho realidad. Nunca pensé que podría llegar a publicar una novela. Siempre he inventado historias y lo que es el vehículo de las letras me parecía muy elevado. Pero tuve ese privilegio y fue en Sevilla. Y lo viví con mucha intensidad. Y desde entonces sentí que algún día tendría que devolverle a la ciudad la sensación que me generó poder cumplir un sueño. 

¿Y cómo se ha producido esa evolución de tu relación con Sevilla hasta plasmarse en una novela como la que has escrito?

La idea de la que hablo se quedó ahí durante muchos años. Y con el tiempo fui evolucionando en mi escritura. Voy tocando la novela histórica. Y el siglo que más me gusta desarrollar  es el XIX. Si a mi gusto por el arte le sumamos ese siglo y la ciudad de Sevilla sale La Cartuja. Cuando me puse a investigar sobre la historia me enteré de que Carlos Pickman, el fundador de la fábrica, sintió precisamente lo mismo que yo: llegar a una ciudad que no era la suya (él incluso era extranjero) y ser acogido estupendamente. Hizo aquí su fortuna y quiso devolverle todo lo que le había dado a la ciudad. Conecté muchísimo con el sentimiento de él y quise representarlo en la novela. 

Durante gran parte del siglo XX, La Cartuja estuvo muy abandonada, prácticamente olvidada. La Exposición de 1992 le devolvió parte del protagonismo que perdió. Tú, con tu novela, te unes a ese reconocimiento a un enclave tan importante de Sevilla al incluirla en una obra de ficción (aunque con tintes históricos); es algo que no ha sido muy habitual, ¿verdad?

Llama la atención que se haya escrito poco sobre La Cartuja. Incluso para documentarme, el libro que me ha ofrecido una información más exhaustiva es el de la tesis doctoral de Beatriz Maestre. Ella es la gran académica en cuanto a temas de La Cartuja. Y con ella he podido hablar hace poco. Y me contó que, precisamente, para la Expo estuvo ella contribuyendo con sus conocimientos a su remodelación y reconstrucción. Y para mí era un ejercicio importante. Cuando llegas ahora al actual CAAC de Sevilla, te llama la atención que siguen ahí los hornos botella, colocados de una manera diferente, pero siguen muy bien conservados. Como para permitirte visualizar cómo podía ser eso en aquella época. Entonces, la labor que yo tenía era evocar cómo hubiese sido ese ambiente lleno de gente, con los operarios… Fue una tarea muy divertida. Y recuperar algo así es todo un honor. Y sorprende que haya sido de las primeras en tratarla de esa manera. Pero, sin duda, a La Cartuja la conoce todo el mundo. Casi todo el mundo tiene una vajilla en su casa. Y curiosamente no sabíamos mucho de la historia de la fábrica.

Inma Aguilera: “La dama de La Cartuja es una novela que me sale de las entrañas”

Fotografía de Patandi

¿Has necesitado venir mucho a Sevilla y, en concreto, a La Cartuja para captar su esencia?

Sí, sí. Físicamente, a La Cartuja, unas cuatro veces. A Sevilla he venido más. Ya había una labor previa a nivel de documentación y de lecturas. Solo en ese momento, cuando ya siento que he leído todo lo que estaba a mi alcance, porque hay muchas obras que, evidentemente, me he quedado sin leer, por distintas razones, te das cuenta de que cuanto más sabes menos sabes (risas). Pero sí procuro que todo lo que pueda leer lo leo, y cuando tengo un dibujo de lo que es la documentación en la cabeza y tengo claro, más o menos, por dónde quiero que vaya la historia, empiezo a escribir. Eso lo dice la mayoría de escritores: tener claro cómo comienza la obra, cómo acaba y el motivo por el que la escribes. Y quería hablar de la fábrica pero  también de las trianeras, la tradición alfarera y de la herencia familiar. Cuando tenía todo eso me vine a Sevilla, vi las instalaciones, visité la fábrica actual, la que sigue funcionando, y tuve la suerte de que me mostraran el trabajo de los artesanos. Y vi que todo lo que yo he leído era un salto enorme al encontrarme con la realidad. Muchos de los sitios todavía se conservan tal y como yo los había estudiado en el pasado. 

Cita textual:

La novela es mi visión de Sevilla a través de mis personajes, tanto los femeninos como los masculinos

Inma Aguilera
¿Cómo ha sido tu relación con los sevillanos?, porque la novela va también sobre ellos.

Así es. Me interesaba mucho hablar con ellos. Que me contaran qué recuerdos tienen de Carlos Pickman, que se les viene a la cabeza cuando les menciono la fábrica de La Cartuja, sus vajillas… Y a través de todas esas cosas construí la novela.

La fábrica actual de La Cartuja está en Salteras, un pueblo de Sevilla.

Sí, sí… Y es muy bonito porque fue lo primero que vi cuando vine para documentarme. “Viaje sevillano para la novela, expresamente”. Lo primero que hice fue ir a Salteras. Y la primera sala en la que entré fue en la de muestras. Hay una serie de hangares que tiene una casita pequeña recreada al estilo victoriano con todas las colecciones, el retrato de Carlos Pickman y todos los muebles antiguos. Y lo vi clarísimo: esta sensación que tengo al entrar aquí y ver todas esas piezas va a ser la de Trinidad nada más arrancar la novela.

Me gusta mucho el carácter costumbrista de la novela; entiendo que lo has plasmado muy bien.

Para mí es tan importante el testimonio humano como el de los libros. Bueno, estos los escriben las personas. Pero digamos que el folclore viene por la conversación informal. Sí, sí, esos elementos costumbristas eran necesarios. Quería que estuvieran. En una novela histórica se retrata el lugar, la institución, pero quería que retratara también el día a día de la gente. Y, de hecho, lo que más llama la atención es ese trabajo, con el arte de fondo, pero sin la gratificación que muchas veces merecía un artista. Intenté mostrar ese entorno costumbrista.

Inma Aguilera: “La dama de La Cartuja es una novela que me sale de las entrañas”

Fotografía de Patandi

Cita textual:

Las piezas de La Cartuja son una obra de arte diseñadas para ser algo funcional

Inma Aguilera
Sevilla es una ciudad que se nutre de la leyenda; a veces no se distingue bien qué es verdad y qué es fruto del pueblo. También ese espíritu lo has mostrado muy bien en la novela. La historia que cuentas parece sacada del imaginario del sevillano.

Sí. Totalmente. Al fin y al cabo, toda historia es resultado del relato de alguien. En esta caso, la misma novela es mi visión de Sevilla a través de mis personajes, tanto los femeninos como los masculinos. Es verdad que quería crear ese efecto mediante la visión de Trinidad. Yo no soy de Sevilla y puedo empatizar mucho con ella. De esa maravilla que siente al llegar a Sevilla y de haber escuchado en su entorno familiar cosas sobre la ciudad. Ella tenía a Sevilla en un sitio importante de su cabeza y tenía que visitarla, por muchas cuestiones. Había cosas que tenía que resolver sobre su familia. Y, evidentemente, cuando llega se encuentra un mundo completamente diferente a su ciudad natal (risas). Y es todo muy místico, muy mágico. Trinidad es el cauce de toda la historia, de los demás personajes, de las artistas que aparecen. Vive momentos muy evocadores. La fantasía sevillana. Muchos guiños a otras obras míticas. Y ahí queda (risas).

¿Qué me puedes decir de ese toque dramático que subyace en la novela?

Pues sí. Tiene un punto… Es sentimental. Es muy de las entrañas. A mí me sale de las entrañas. Porque la siento así. Esta ciudad es importante para mí. El arte también lo es. Y los sueños por cumplir son algo que llevamos todas las personas dentro. Todos tenemos algún objetivo en la vida, que ambicionamos. Y muchas veces no lo conseguimos. Y yo quería plasmar eso; esa lucha. Igual que la conexión con las vajillas, cómo las heredamos en la familia. Quería transmitir eso de que hay ilusiones, sueños, que en ocasiones se consiguen de la manera más insospechada y en el momento menos esperado.

Al fin y al cabo, La dama de La Cartuja va sobre la fábrica, pero el protagonismo de las personas es esencial para poderla entender. Al fin y al cabo, las instituciones están formadas con el espíritu de estas. Dicho todo esto, no es una novela únicamente sobre La Cartuja. ¿Cómo lo ves?

Totalmente. La novela va sobre los sentimientos. El objeto en sí que es la pieza en loza, ya sea un plato, una taza, tiene mucha humanidad dentro. Siempre he creído en la vida de los objetos. Siempre he sido muy curiosa. He mirado el diseño de un sofá o el de una puerta. He tenido tan claro que hay alguien detrás, una persona que la ha diseñado (risas). Porque si no nada de eso existiría. Y las piezas de La Cartuja son una obra de arte. Estaban diseñadas precisamente para ser algo funcional, para comer, pero cuando ibas comiendo descubrías un dibujo realizado por alguien. Y esa incógnita de no saber quién era esa persona me llamaba la atención. ¿Cuántas obras tenemos en el día a día de nuestra vida sin saber quién las ha hecho? Y eso es importante en nuestra vida.Quería hacer ese juego de si además de ver el plato y de saber quién lo ha pintado, viéramos la historia de quien está detrás. Es una sensación increíble. Y he intentado transmitirla.

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