Blanca Cabañas: “Mi intención con El hambre del pelícano era exponer un sentimiento tan corrosivo y primigenio como la avaricia”
Nos habla sobre su nueva novela
Cuando un escritor o escritora logra un éxito editorial se suele decir que asistimos a una revelación; sin duda, plausible y agradable. Cuando es como en el caso de Blanca Cabañas, quien tras su presentación con Perro que no ladra regresa con otra obra como El hambre del pelícano (también de SUMA), no cabe otra cosa que admitir que hablamos de su confirmación. ¿Hasta cuándo dura esta patente? Es difícil. Los lectores somos volubles, pero agradecidos. Por ello, la autora gaditana se ha ganado un sitio gracias a su quehacer, a su trabajo minucioso, a su capacidad para sorprender y evitar las reiteraciones. Gatrópolis les recomienda esta última novela que, esperamos, siga abriendo camino a otros por llegar. El debate está servido.
Tras tu debut con Perro que no ladra estás presentando El hambre del pelícano. ¿Cómo ha sido este tiempo que ha pasado entre una obra y otra?
Antes que nada he de decir que estoy muy contenta por el cariño y el calor que estoy recibiendo de los lectores. Lo que significa que Perro que no ladra, mi primera novela, hizo su función. Me abrió muchas puertas. Y dejó muy buen sabor de boca entre quienes lo leyeron. Ellos han estado esperando pacientemente El hambre del pelícano, que también está funcionando estupendamente. Las reseñas que recibo son positivas por el momento. Y yo, peleándolo mucho, moviéndome, concediendo entrevistas… La presentación oficial fue en Chiclana. Hubo que poner más sillas de las previstas por la afluencia de público. Incluso estuvieron el alcalde, concejales de mi ciudad… Así que estoy contenta. Viendo que con trabajo y esfuerzo se van consiguiendo las cositas.
Creo recordar que cuando hablamos de Perro que no ladra me comentaste que preparabas algo, aunque sin determinar mucho qué era. Supongo que serían los primeros pasos de lo que ahora es El hambre del pelícano, ¿verdad?
Sí. Era esta segunda novela, claro. Entonces yo estaba enfrascada en la promoción de Perro que no ladra, y ese mismo verano terminé de escribir el primer borrador de El hambre del pelícano. Aquello fue en el verano de 2022. ¿Por qué ha pasado tanto tiempo? Porque es una novela que ha tirado mucho de mí. Porque he tenido que indagar muchísimo. El proceso de documentación ha sido muy arduo. Partía de una información real. Y desde ahí construí la ficción. No ha sido fácil. Tenía que cortar todos los flecos, hablar con mucha gente. He leído bastante sobre las estatuillas fenicias. Las he visitado en varias ocasiones en el museo de Cádiz de la plaza de Mina. Me he reunido con profesionales encargados de la restauración y la conservación de ellas y de otras piezas arqueológicas. Incluso me permitieron entrar en el taller donde se someten a daños prolongados a estas piezas que pertenecen a entornos subacuáticos. También con la Guardia Civil. Entre otros. Ha sido un viaje largo.
Voy viendo que con trabajo y esfuerzo se van consiguiendo las cositas
Blanca Cabañas
Cuando se tiene un estreno brillante como el de Perro que no ladra hay que dar un giro, aunque sea pequeño, para no ser reiterativo, y volver a sorprender. ¿Cómo has afrontado esto?
Quería no repetir receta, cierto. Variar mucho la estructura. He puesto mucho más personajes sobre la mesa. Incluso el prólogo empieza en primera persona, algo que nunca había hecho. Suelo escribir en tercera persona. Dos líneas temporales que se bifurcan. El tiempo se va plegando a lo largo de toda la historia. Es decir, tenía una responsabilidad autoimpuesta de no defraudar a aquellos lectores que habían confiado en mí con la primera.
La historia parte de un hallazgo real, de una pieza fenicia. ¿Qué nació antes, el factor histórico o el de ficción?
El germen de la novela siempre es una fuente de conocimiento. En Perro que no ladra fueron la psicología, la neuroeducación… y en mi segunda novela he partido de esas leyendas que circulan alrededor del castillo de Sancti Petri, que en realidad pertenecen al santuario de Melkart, un santuario que levantaron los fenicios hace 3000 años. Y que a día de hoy sigue sin saberse dónde se encuentra. Sin embargo, todas las pesquisas apuntan a que está en el caño de Sancti Petri. Y en parte, estas creencias se deben a que han aparecido restos fenicios. Entre ellos, a partir de 1984, aparecieron estas estatuillas fenicias que rinden culto a Melkart. El lote más copioso se encuentra en el museo de Cádiz, como he dicho antes. Se encontraron por una draga de arena que removió un depósito de exvotos, y su importancia se debía a la antigüedad y al origen fenicio de Cádiz.
Y ahí entran tus personajes, como Rodrigo o Luz…
Así es. Lo que hago en mi novela es poner a los personajes en la situación, e incluso al lector, y cuestiono sobre ¿qué haría si encontrara una de estas estatuillas que tienen un gran valor histórico y, por consiguiente, económico? Si se la entregaría a su legítimo dueño, el Estado, o se la quedaría, e intentaría sacar provecho de ella. Mi intención era exponer un sentimiento tan corrosivo y primigenio como la avaricia.
Lo que planteas es algo que ha ocurrido, ocurre y, seguramente, seguirá ocurriendo. Sobre todo en localidades donde se convive con restos arqueológicos. Hay quienes conservan en sus hogares piezas históricas como si fueran suyas y quienes comercian en el mercado negro. ¿Qué te han dicho los lectores en relación con esto?
Por supuesto que esto que dices ocurre. Hay quien lo hace por ignorancia. Y hay quien lo hace por codicia. No lo sé exactamente. Pero se quedan con estos restos que nunca ven la luz. Yo conozco a personas que los tienen en sus casas. De pronto ves una ánfora romana en su salón. Es muy común (risas). Sobre todo aquí en Cádiz. Creo que casi todo el mundo se ha encontrado algo. Y por eso me apetecía ponerlo en juego. Es verdad que la gente de fuera se sorprende mucho. Y lo interesante es que además de entretenerse con un thriller, creo que la gente se está llevando algo al cerrar el libro y está aprendiendo. Al menos ha aprendido qué tiene que hacer si encuentra algo (risas).
Tenía una responsabilidad autoimpuesta de no defraudar a los lectores
Blanca Cabañas
La novela puede servir para la reflexión, ¿verdad? Otra cuestión es lo que se decida hacer ante la tesitura.
Hay muchos lectores, incluso, que me han comentado que si ellos mismos se encontraran con algo, se lo quedarían, ¿eh? Y eso me parece un juego interesante. El lector, en primera persona, dice, “pues si eso me ocurriera a mí, ¿qué haría yo?”. Y creo que de este tema no se había hablado, de la arqueología subacuática, del patrimonio histórico… Así que yo, orgullosa de haber sacado un tema nuevo a la palestra. Desde el género que yo más disfruto.
¿Podríamos decir en tu caso que la responsabilidad que tenías ante los lectores con tu segunda novela has pasado a la tranquilidad ante la buena reacción que está generando?
Sí. Siempre hay un miedo. Ha sido un proceso tan duro… Dos años guardando un gran secreto. Y de pronto, compartirlo con tanta gente, que cada vez por suerte, es más, siempre da un poco de miedo y de respeto. No quiero defraudar a los lectores. Temía que me dijeran, “me ha gustado, pero la primera novela me gustó más” (risas). Estás siempre con ese pavor. Pero como la respuesta está siendo tan buena, ya estoy más tranquila. Y pensando en la siguiente. En cómo volver a sorprender.
¿Estás pensando en la próxima novela o ya estás trabajando en ella?
No. Ahora mismo, con la promoción es imposible. Consume muchísimo tiempo. Y para que la novela funcione tiene que tener su recorrido. Hay que moverla un poco por los medios. Pero sí estoy pensando ya en la tercera, y construyéndola en mi cabeza. Como soy maestra y ejerzo, me apetece poner al lector en la piel de una maestra interina, como todos los que nos dedicamos a la docencia, que tenemos que pasar por ahí, que de pronto tiene que pausar su vida, dar un vuelco, e irse a un destino a trabajar, a cubrir una vacante. Como me pasó a mí hace dos años. Ello con toda la incertidumbre que te genera una situación como esta. Y, por supuesto, a esta maestra no le van a deparar experiencias maravillosas (risas). Tendrá que hacer frente a las locuras que a mí se me ocurran. Ya estoy pensando en ese personaje.