Ane Odriozola: “El germen de El valle del hierro es el milagro de la Cruz de Mirandaola”
La autora nos habla sobre su nueva novela
Su exitosa Trilogía de Gibola (El secreto de Gibola, La sombra de Gibola y Conspiración en Gibola) le ha permitido hacerse un hueco en el ámbito literario. Ane Odriozola ha publicado recientemente El valle del hierro (NdeNovela), una obra creada entre la ficción y la historia radicada en Euskadi, en el siglo XVI, emplazándonos a vivir una épica novela que coincide con los inicios de la industrialización y que reúne muchos puntos de interés: drama, violencia, amor, aventura, misterio, matrimonios de conveniencia, supersticiones, religión, espíritu gremial o la irrupción de los señoríos.
El valle del hierro, entre otras muchas cuestiones, nos permite a quienes somos del sur descubrir una realidad desconocida, ese Euskadi del siglo XVI que se asomaba a una industrialización que tanto le ha dado. ¿La novela supone una apertura al exterior?
Estos son los inicios, sí. Siempre que decimos el norte vemos toda la industria, y empezó así. Me apetecía mucho contar cómo empezó. Cómo eran las ferrerías. Algo que me ha sorprendido es que del norte para abajo nadie sabía lo que era una ferrería (risas). Y, bueno, decidí contar qué es una ferrería y qué es un ferrón.
Y nos sumerges en un mundo muy desconocido para muchas personas. Rescatas cuestiones de la historia que despiertan el interés del lector ante lo novedoso, ¿verdad?
Sí, porque hablamos de ferrones, pero alrededor de ellos había un montón de oficios más. Estaban los tiradores, los benaqueros… Había de todo. Aquello era una industria muy potente.
El título de la novela, El valle del hierro, me suena mucho a épica, a película de western. Creo que supone un buen reclamo para acceder a la lectura.
(Risas). Me gusta mucho este título. Pero hay en el norte otro escritor que tiene El valle sin nombre, y me parecía que era tan parecido, que me planteé cambiarlo. Y la iba a titular Harria, como el caserío Harria. Pero a la editorial le gustaba más El valle del hierro. Y acordamos mantenerlo.
Fotografía de Andrea del Zapatero
Me apetecía mucho contar cómo empezó la industrialización en Euskadi
Ane Odriozola
Hay en la novela dos historias con las que arranca, la de Domingo el carbonero y Ginés el zapatero. Al principio una parece ajena a la otra, pero el devenir de la trama genera un cambio importante que preferimos no desvelar. ¿Estuvo planteada así desde el principio? ¿Domingo nació en tu imaginario antes que Ginés? ¿Fue al revés…?
La historia principal es la que ocurre en el valle del hierro. En mi cabeza siempre ha estado contar el tema de las ferrerías, el milagro de Mirandaola… Éste es el germen de la novela, el milagro de la cruz. Hay algo que me gusta mucho y suelo hacerlo bastante: crear dos tramas paralelas, que parece que no se van a juntar porque no tienen nada que ver. Pero el que ha leído mis novelas anteriores sabe que en algún momento va a ocurrir eso. La otra historia paralela, la de Jurdana, decidí hacerla en Vitoria porque según me iba documentando sobre el siglo XVI en Euskadi, todo me recordaba a esta ciudad. Y me apetecía mucho contar la vida en un valle, pero también en una ciudad tan frenética, con ese ritmo, con los oficios, los artesanos, las calles Zapatería, Cuchillería, Herrería… el mercado, con tanta gente. Una Vitoria amurallada, con sus puertas y sus horarios. Había tanto que contar que me lo planteé como algo muy dual. Una desaparición en el Valle del hierro, en esa villa tranquila, y una aparición, justo lo contrario, de una niña en Vitoria, una ciudad tan frenética.
Y nos encontramos con el descubrimiento casual de una cruz…
La cruz… La idea real de sacar esta novela fue por contar lo de la cruz. Existe. De hecho, se han hecho ya 444 años, y es la seña de identidad del pueblo donde vivo. Conozco la historia. Me apetecía contarla. Y cuando me puse a documentarme descubrí que no es exactamente como nosotros la creíamos. Siempre he oído el milagro de la cruz. Pero resulta que al principio, durante 53 años, fue un castigo. De hecho, antes de intentar proclamar el milagro esperaron a que los cuatro ferrones murieran por si los castigaban cuando contaban esto. Me pareció tan curioso que decidí exponerlo todo en una novela. ¿Qué pasa? Que esa cruz se pasó 30 años en un aparador. Y tuve que decidir si yo inventaba cualquier historieta o respetaba lo que realmente ocurrió y alrededor de esa cruz me inventaba otra historia. Y decidí la segunda opción. Si pasó 30 años en un aparador lo contamos tal cual pasó, pero alrededor hay muchas historias para que salga un thriller.
Fotografía de Andrea del Zapatero
Hablamos de los ferrones, pero alrededor de ellos había un montón de oficios más
Ane Odriozola
¿La historia de la cruz forma parte de ese mundo de supersticiones que el pueblo siempre ha tenido presente, bien por las creencias religiosas, bien por la ignorancia…?
En este caso, más que superstición yo diría prohibición. Estaba prohibido trabajar en domingo y festivo. Trabajar en una ferrería no era nada sencillo. La maquinaria era muy complicada. Se estropeaba muchas veces. Y había que parar. Y cuando por fin se reiniciaba el trabajo, había que parar otra vez porque era domingo. Y en este caso, en 1580, el 3 de mayo era sábado, pero festivo, el día de la Santa Cruz. Para respetar la norma religiosa había que parar el viernes por la noche y no volver a trabajar hasta el domingo a la noche. Eso, en mayo, cuando la temporada en las ferrerías termina en junio, era algo matador. Y con toda la maquinaria funcionando optaron por ir a misa, por si acaso, y después se pusieron a trabajar. Y es cuando en vez de obtener una masa de 50 kilos sacaron solo una pequeña pieza con forma de cruz de 6 kilos. Se echan las manos a la cabeza y creen que es un castigo divino el día de la Santa Cruz.
La novela es una historia de familias, los Plazaola, los Harria…
Sí. Los Plazaola forman la única familia real. Las demás son inventadas. Además, conozco a algunos descendientes de ellos. De hecho, en mi pueblo hay una calle Plazaola. Quise reflejar esa superioridad del linaje de los Plazaola. Eran ferrones. Los ferrones siempre estaban aquí, y los caseros, aquí. Y quise reflejar esa diferencia y separación entre unos y otros.
La peste también se asoma en esta historia tan épica. ¿Cómo surgió incluirla?
La peste me vino dada, como ocurrió con la cruz, con la anexión y desanexión a Segura, con los enfrentamientos entre caseros y ferrones. Son piezas que ya están puestas. Y con la peste me pasó eso. Empiezo la novela en 1577, llego a 1598, y mi historia no ha terminado, y de repente, llega la peste. No me la podía saltar. En aquella época ocurrió. Y cuando me documenté, quien se llevó las manos a la cabeza fui yo. Si llega a ser hace 10 o 12 años, que me documento, hubiera leído todo lo de la peste y hubiera dicho que estaban locos. Los juntaban a todos en el mismo sitio, cerraban la puerta, los enterraban aparte… Y llega la reciente pandemia y ves que nosotros hemos vivido esto. La diferencia es que ellos lo vivieron en versión siglo XVI y nosotros en el siglo XXI. Es lo mismo. Me pareció muy llamativo. Y quise contarlo. Y a los lectores les está pasando lo mismo.