La noche del pasado sábado, Antonio Arco regresó a Sevilla. La capital andaluza está entre las más visitadas por el cantante, ya que la elige en cada una de sus giras (incluso en varias ocasiones en el mismo año). En cada llamamiento del artista, el público sevillano siempre responde con creces, como se volvió a demostrar en esta cita.

Arco cerraba su gira de invierno, y lo hacía con toda la banda al completo, con el público abarrotando la sala y en horario nocturno, como en los viejos tiempos. Un paso más hacia esa normalidad tan ansiada. Los conciertos del granadino son para celebrar la vida y disfrutar cada momento. Para no pensar en otra cosa que no sea perderse en cada una de sus letras y hacerlas propias, según la experiencia de cada uno. Se puede decir que es la materialización de la esencia, siempre positiva y desbordante de vida, que éste vuelca en cada uno de sus trabajos.

Esta necesidad por no desaprovechar cada momento propició que hubiese hasta una pedida de mano sobre el escenario. Un ejemplo claro de lo que Arco y su música son capaces de despertar en todo aquel que los escucha. Y es que no hay nada más bonito que compartir la vida con las personas que nos rodean.

Los que formamos Gatrópolis hemos sido testigos de la carrera de Antonio Arco como cantautor en solitario desde sus inicios. Esto fue allá por 2016 cuando publicó Uno. Un álbum valiente y una manera de reafirmarse como artista, al que se enfrentaba con la incertidumbre que traen los nuevos proyectos, pero con el bagaje y la experiencia que atesoran los años haciendo lo que te gusta. Seis años después tiene un camino propio, ganado sobre la base del trabajo y el talento. A los seguidores que ya le acompañaban en su época de El Puchero del Hortelano se van sumando cada vez más en este viaje. Tal es el cariño mutuo demostrado en esta etapa, que lo sentimos como parte de la familia de esta revista. Y nos llenamos de orgullo cada vez que lo vemos subirse a un escenario.