Paloma Sánchez-Garnica: “Victoria es el triunfo de la justicia sobre la sinrazón, de la verdad sobre la insidia, de la dignidad sobre la infamia”
Ganadora del Premio Planeta 2024
En 2021 fue finalista del Premio Planeta con la estupenda novela Últimos días en Berlín. En 2024 ha sido reconocida como la ganadora de este certamen literario con Victoria. Paloma Sánchez-Garnica regresa a la capital alemana, pero esta vez lo hace cuando la Segunda Guerra Mundial concluye y las cuatro potencias, Estados Unidos, Francia, Inglaterra y Unión Soviética se reparten una Alemania que ha sido derrotada por las fuerzas aliadas. La Guerra Fría dibuja un nuevo panorama sociopolítico en el que unos personajes encabezados por la audaz Victoria simbolizan el espíritu de supervivencia de un mundo convulso.
Victoria es el título de tu última novela. Es el nombre de la protagonista, pero ¿podría ser también la victoria de la justicia sobre la injusticia?
Victoria es el triunfo de la justicia sobre la sinrazón, de la verdad sobre la insidia, de la dignidad sobre la infamia. Y luego fue Victoria el personaje. Cuando me planteé escribir sobre lo que pasó después, y antes, de lo del Muro de Berlín, me vino a la mente la palabra Victoria.
Aclaras para evitar las dudas de los lectores que Victoria no es una novela histórica, a pesar del rigor que la caracteriza y de su fidelidad a lo que sucedió en aquel periodo de tiempo que abarca la ficción.
Sí. Pero todos vivimos en un contexto histórico. Y ese contexto siempre nos condiciona. Las leyes que nos dan derechos pero también nos obligan, las normas morales que cambian con los tiempos y los lugares, los prejuicios, que también varían, y siempre los tenemos en la sociedad en la que vivamos… Es cierto que todas estas cosas, las costumbres, los valores, las normas sociales, las leyes nos condicionan a la hora de expresar los sentimientos que tenemos como seres humanos. Son sentimientos universales. Y eso es lo que trato de explicar en mis novelas. Da igual que sean antes de la Segunda Guerra Mundial como después. Etiquetar las novelas es complicado. Hay novelas históricas porque eligen un personaje histórico o un suceso histórico como el elemento fundamental de su argumento. Alrededor de eso se ficciona, los entresijos de lo que no fue pero pudo haber sido. En mis novelas no es así. En ellas aparece una serie de personajes cuyas vidas privadas se reflejan en un contexto histórico determinado. Las etiquetas pueden ser un perjuicio. Por ejemplo, las novelas de Almudena Grandes, que retratan exquisitamente la posguerra en España, nunca se etiquetan como novelas históricas. Y eso pasa con Antonio Muñoz Molina y El jinete polaco, que hace un recorrido por varias décadas del siglo XX. Sin embargo, los personajes están supeditados y condicionados por el contexto histórico. La novela de Beatriz Serrano, la finalista, está ambientada en los años finales del siglo XX y en los del comienzo del siguiente. Y recrea muy bien todo lo que está pasando en ese momento. Tampoco se le considera una novela histórica. Y reivindico que Victoria tampoco lo es porque confunde y desconcierta al lector. Tanto a los que buscan este tipo de novela y no la encuentran como a los que no van a ella porque no les gusta.

Fotografía de Arduino Vannucchi

La fidelidad a la historia es siempre el contexto histórico en el que nos movemos
Paloma Sánchez-Garnica, autora de 'Victoria'
Al fin y al cabo lo que interesa es la historia en sí que se puede leer en la novela, independientemente del contexto, ¿no?
La fidelidad a la historia es siempre el contexto histórico en el que nos movemos. Puedes identificar por qué vas de la mano de personas como tú. Entras en la vida privada de esos personajes. Y eso facilita la literatura, la intrahistoria. Si quieres entender cómo se vivía en Madrid en la década de 1880, lee a Benito Pérez Galdós, y pasearás por esa ciudad y te empaparás de las costumbres de entonces, con la forma de vestir, etc. Se trata de entender un contexto histórico a través de los ojos de personas en las que te ves reflejado.
Victoria es un personaje extraordinario, con una fortaleza que le permite superar los muchos obstáculos que ese contexto histórico al que te refieres le pone por delante. El mundo está desquiciado, tanto la Alemania de posguerra como los Estados Unidos, que tanto presume de libertad e igualdad y tantos prejuicios ha tenido siempre. Un personaje, Ezster, llega a decir “¿quién está completamente a salvo en este loco mundo?”.
Los Estados Unidos ha sabido vendernos muy bien la democracia. Pensamos que una democracia es perfecta, y no lo es. Tienes sus fallas. Y se trata de solucionar esto. En esta época concreta, en la que todo el mundo se focalizaba en los horrores del nazismo, del holocausto, de las consecuencias de esa Segunda Guerra Mundial, resulta que las había, y de hecho las Leyes de Nuremberg de 1935 están inspiradas en las leyes de segregación racial de los estados del sur de los Estados Unidos, las de Jim Crow. Unas iban dirigidas a los judios y otras a los negros. La consideración de los que las aprobaron se basaban en la superioridad de la raza aria y en la de la anglosajona y protestante. Los paralelismos entre unas y otras son evidentes. Lo que pasa es que en Estados Unidos había una democracia y una constitución, y se vanagloriaba de ello. Pero también este racismo no iba solo contra los negros, sino contra los blancos que los defendían. Eran también xenófobos, porque no les gustaban los extranjeros. Despreciaban a los irlandeses. Incluso eran antisemitas.

Fotografía de Arduino Vannucchi

Berlín, en cada esquina, tiene una historia que contar, y los escritores buscamos esas historias
Paloma Sánchez-Garnica, autora de 'Victoria'
Y encima, mucha gente sufrió la caza de brujas del senador McCarthy.
Así es. Ésa es la otra gran grieta en esa época, la caza de brujas que se desata por el anticomunismo de Hoover, del FBI. Cuando se empieza a fraguar la Guerra Fría se genera el pavor hacia el comunismo en los Estados Unidos. Existe una amenaza contra el que pueda ser simpatizante. El país entra en una pugna por la hegemonía mundial. Y se va a la caza del comunista. Sin ninguna prueba. Se filtraba una información y se divulgaba. Y se hacía presión para que la gente delatara una a otra. Se metió un veneno y un miedo en la sociedad que fue brutal. Se buscó un enemigo incierto, a quien señalar y culpar. Se extralimitaron leyes; leyes fundamentales en las libertades individuales de muchos norteamericanos, absolutamente inocentes, que se vieron presionados, señalados, excluidos y con problemas laborales, familiares, sociales… por una acusación que no tenía ni pies ni cabeza. Y duró mucho tiempo. El macartismo no empezó con McCarthy ni terminó con él. Aunque él fue el más atrevido, el más vehemente y el más manipulable por Hoover.
Berlín es protagonista en tus tres últimas novelas. Pero en cada una abarca etapas distintas en la historia. De hecho Victoria podría ser una segunda parte de Últimos días en Berlín.
Sí, pero no tienen nada que ver una con la otra. Pero es verdad que de una novela siempre me surge la curiosidad por la siguiente. Empecé con La sospecha de Sofía. Ese Berlín del Muro. Las consecuencias que trajo esa división en una ciudad que sufrió tanto. Se abrió allí una herida tremenda, entre familiares, amigos… y duró casi 30 años. Y ahí surgió la idea de cómo se llegó a esa situación. ¿Por qué? Y pensé, no en la Segunda Guerra Mundial, sino en el ascenso del nazismo. ¿Qué pasó para que ocurriera aquello? Y a partir de ahí, cuando termino, ese verano del 45, en Últimos días en Berlín, con esas mujeres tratando de normalizar la tragedia que estaban viviendo, me pregunto ¿qué pasa ahora, hasta el momento en que se levanta el Muro, que se materializa la Guerra Fría? Es lo que me interesaba. Y es cierto que Berlín, en cada esquina, tiene una historia que contar, y los escritores buscamos esas historias.