La magia de la música y la historia se entrelazaron de manera sublime la noche del pasado sábado en el Stone Music Festival, celebrado en el imponente Teatro Romano de Mérida. Un escenario cargado de siglos de historia se convirtió en el templo perfecto para recibir a los legendarios The Black Crowes. La banda de Atlanta ofreció una actuación inolvidable que dejó una huella imborrable en los corazones de los asistentes.
Desde el primer acorde, quedó claro que la noche sería especial. La organización del festival demostró una vez más su capacidad para gestionar eventos de gran envergadura con una precisión milimétrica. El acceso al recinto fue ágil y fluido, permitiendo que los asistentes disfrutaran del entorno único del teatro romano sin contratiempos. Las medidas de seguridad y la atención al detalle garantizaron una experiencia cómoda y segura para todos.
El sonido fue simplemente perfecto. Cada nota, cada acorde y cada voz se escucharon con una claridad y potencia inigualables. Los ingenieros de sonido lograron un equilibrio exquisito que permitió a la música de The Black Crowes resonar con la majestuosidad del escenario histórico. Las guitarras de Rich Robinson, la voz inconfundible de Chris Robinson y la sección rítmica se mezclaron en una sinfonía de rock sureño que llenó cada rincón del teatro.
El público, compuesto por fanáticos de diversas generaciones, vibró con la energía de la banda. Entre la multitud, destacaban dos figuras emblemáticas del rock español: Leiva y Tarque. Los rockeros no quisieron perderse la oportunidad de disfrutar de la legendaria banda de Atlanta y se les pudo ver vibrando con cada canción, fundiéndose con el entusiasmo colectivo.
Desde los primeros acordes de ‘Twice As Hard’, pasando por clásicos como ‘She Talks to Angels’ y ‘Remedy’, hasta la explosiva ‘Hard to Handle’, la conexión entre la banda y los asistentes fue palpable. Los aplausos, los coros espontáneos y la entrega total de los espectadores hicieron que la noche se convirtiera en una celebración colectiva del poder del rock and roll.
La atmósfera mágica del Teatro Romano de Mérida, iluminado por la luna y las luces del escenario, creó un telón de fondo inigualable. La majestuosidad del lugar añadió una capa extra de misticismo a la actuación, haciendo que cada canción sonara como un himno eterno resonando a través del tiempo. Tanto los asistentes como quien escribe no olvidarán fácilmente una noche tan especial. En mi caso he de reconocer que llevo escuchando a esta banda toda la vida y especialmente en los años 90 desde la aparición del disco Amorica que me partió en dos la cabeza. Ha sido una noche que no olvidaré fácilmente.
Fotografía de Ángel Bernabéu