Manuel Martín Cuenca: “El amor de Andrea va sobre la construcción de los afectos, de la familia, del amor”
'El amor de Andrea', ya en cines
Se trata de uno de los directores más prestigiosos de nuestro panorama cinematográfico nacional. Su legado como realizador no se ha forjado repentinamente, sino sobre la base de un trabajo minuciosamente hecho desde su amor al cine y el respeto al público. Es un placer ver cualquiera de sus películas, pero dialogar con él no lo es menos. Manuel Martín Cuenca presenta su último largometraje, El amor de Andrea, una obra con un marcado perfil social y un deseo de reivindicar los derechos de los jóvenes. Ha obtenido los premios a la mejor dirección y al mejor guión en el Festival de Tallin, en Estonia.
Con El amor de Andrea, ¿has pretendido reivindicar la voz de los jóvenes, sobre todo la de esos adolescentes que están en ese momento complicado de no ser niños pero tampoco adultos?
Sí, sí. La verdad es que la película surge de alguna manera de una conversación que tuvimos hace años Lola Mayo y yo. Fue hablando un poco de eso, de la construcción de los afectos, de la familia, del amor… Cómo nos influye todo eso, y nos marca para toda la vida, a veces. Y hablamos de la anécdota de una chica que no veía a su padre desde hacía años y lo demandó, para poder entender qué había pasado en la separación con su madre y reclamar lo que era suyo, un padre. Se me quedó clavado aquello. Y durante la pandemia pensé que ahí había una película. Llamé a Lola. Le recordé lo que habíamos hablado y ahí surgió la premisa de hacer una película de esa chica. Para contar la historia desde el punto de vista de ella, con dos hermanos pequeños que hicieran un poco de contrapeso. Formar una familia con hijos de diferentes edades que se enfrentan a una situación de ruptura de pareja absolutamente legítima, pero que, como en la mayoría de las ocasiones, por desgracia, ha sido mal llevada. Y cuando pasa eso se acaba con una guerra en el terreno, precisamente, de los hijos. No nos interesaba tanto lo que había ocurrido en la pareja, sino el efecto que podría generar eso en los personajes.
Has mencionado la época de la pandemia como resorte para dar forma definitiva a la historia que ya estabas planeando, ¿por qué?
Porque ocurrió algo que a mí me molestó. En realidad fueron muchas cosas, pero lo hizo especialmente la estigmatización de los jóvenes. Recuerdo una campaña que hubo (¿a quién se le ocurriría?) en la que se intentó meter miedo a la gente joven. Pero con un sentido de la irresponsabilidad tremendo. Porque estábamos mandando un mensaje a la sociedad de que todos los jóvenes son unos disparatados y unos irresponsables, y unos desobedientes. Cosa que no es verdad. La juventud y la infancia se portó con una dignidad enorme durante la pandemia. Y como eso me molestó mucho sentí la necesidad de hacer algo. Y luego, también, el retrato que se hace muchas veces en las películas y en las series de la juventud, por el morbo: el drogadicto, el alcohólico…

Fotografía de Patandi

…Y surgió El amor de Andrea…
Claro. La idea con Lola era hacer una película que no hablara de ningún gran tema, pero que en realidad sí lo hiciera del gran tema, que es la construcción de los afectos y de cómo las familias no son solo el DNI, sino las que se crean desde el amor.
El personaje de Andrea centra la historia. Lupe Mateo se echa el peso de la película encima. Ella es una joven actriz, debutante, quien con mucha naturalidad desarrolla su papel. ¿Cómo fue el proceso de búsqueda de esa actriz?
Encontrar una actriz para el papel de Andrea era fundamental. Algún periodista ha llegado a decir que es el 80% de la película. No, no. Es el 100%. Sale en todas las secuencias. Y todo está desde su punto de vista. Únicamente la seguimos a ella. Fue un proceso muy largo de casting. Vimos, para todos los personajes, no solo para ella, a 5000 personas. En muchos sitios. Mi intención era que fueran andaluces, y a ser posible, gaditanos. Al final encontramos a Lupe. Desde la primera prueba me gustó mucho. Y en la segunda, que ya la hice yo directamente, tuvimos una gran conexión. Me parecía una chica con mucho magnetismo, mucha empatía, con emociones… Hablamos de los temas que le interesaban, de sus inquietudes feministas, de lecturas… Me pareció muy muy especial. Hubo otras que también me lo parecieron, pero al terminar el proceso me decanté por ella. Nunca sabes realmente cuándo eliges a una actriz o a un actor. Nunca estás seguro al 100%. El proceso de una película es muy complejo. Pero yo tenía una intención respecto a ella, y mucha fe. Mucha mucha fe. Igual que con el resto del casting, de los chicos.

Como padres y adultos tenemos que reflexionar para no condicionar la vida de nuestros hijos
Manuel Martín Cuenca
¿Cómo se superan esas dudas iniciales conforme avanza el rodaje?
Yo sabía que poco a poco, con paciencia y el dispositivo que habíamos armado para la película, todo saldría bien. Ellos conocían el guión conforme rodábamos; no lo conocían completo. Yo les daba la información a cuenta gota para que pudieran ir viendo el proceso. Y a partir de la segunda semana empezaron a vivirlo muy bien. Andrea fue creciendo como personaje durante la película. Y creo que lo fue haciendo incluso como mujer. Hay un punto en el que la del principio es una mujer más apocada, hasta físicamente, más melancólica, más perdida. Y de la nada surge una mujer que coge al padre y le habla claro, con unas conclusiones. Y ese viaje interior lo hizo Lupe de una manera muy generosa. No es su historia pero fue capaz de sacarlo adelante. Ella tiene unos padres estupendos; no están separados, por suerte. No es su vida pero supo ponerse en los zapatos de esa Andrea. Había algo en ella con lo que conectó.
¿Cómo es Andrea?
Andrea es una chica melancólica, soñadora, idealista, pura… y muy valiente. Si todas las adolescentes fueran capaces de hacer lo que hace el personaje de Andrea en la película, probablemente se ahorrarían muchos años de terapia. Eso lo digo como broma (risas). Es muy valiente, y Lupe, también.
En la búsqueda de respuestas, Andrea no se conforma con lo que le dice la madre y busca algo más. Y en esa búsqueda incluso desafía a los adultos, a pesar de las broncas que le echan. Es perseverante, ¿verdad?
Claro. Porque, además, muchos adultos, de una manera inconsciente, intentan proteger a sus hijos. Entiendo muy bien a la madre. Ella ha tenido una separación. Tiene una situación social y económica tremenda. Es una mujer trabajadora, como muchas mujeres que he visto en Cádiz, limpiando casas por la mañana y haciendo otras cosas por las tarde. Tiene varios hermanos. Entonces, al final, en la clase trabajadora resulta que los hermanos mayores acaban cuidando a los más pequeños. Y tiene un marido, una pareja, que no le pasa lo que le toca de la pensión. Y el resultado es que la madre abandona a sus hijos. Por una razón más noble, porque tiene que trabajar y ganar dinero. Pero se va a las nueve de la mañana y vuelve a las nueve de la noche. Y esos niños sufren una especie de abandono por parte de todos.

Fotografía de Patandi
Andrea es víctima de los comentarios maledicentes de su madre con respecto a su padre. ¿Cómo lo interpretas?
Creo que en los adultos pasa que a los hijos les exigimos responsabilidades pero los tratamos como menores en discernimiento. “Yo soy el adulto y quien sabe”. Pero eso no le vale a Andrea. No le vale que la madre le diga que su padre no la quiere, o es así o de otra manera. Hay momentos en que esas cosas te pueden valer cuando eres más pequeño, pero llega la hora en que ella quiere saberlo por su propio padre. Quiero confrontar. Y ahí es donde está muchas veces la guerra. Cuando hicimos la investigación de la película estuvimos con varios jueces de menores y asistí como testigo a algún juicio. Y había una jueza que me ayudó mucho. Y me decía, “a mí me vienen muchas parejas para que yo les organice la vida ante la incapacidad que tienen para ponerse de acuerdo. Y. yo, en todas las sentencias, les pongo un párrafo al final sabiendo que no me van a hacer caso, pero por lo menos para que lo vean escrito, que es que les conmino a que no hable mal el uno del otro delante de sus hijos, porque están trasladándoles su guerra a ellos, y condicionándoles y creándoles prejuicios”. Entonces, lo bonito de esta película, que me emociona, es que Andrea dice “no”. Tiene el valor de decirles no a los adultos. “No son tus traumas, ni tus ideas; es mi vida”. Por un lado, los los protegen y por otro no los dejan vivir. Como padres y adultos tenemos que reflexionar para no condicionar la vida de nuestros hijos. No tenemos derecho a ello. No es nuestra vida, sino la de ellos.

Desde el primer momento quise rodar en Cádiz
Manuel Martín Cuenca
Habitualmente ruedas en localidades andaluzas. En esta ocasión la elegida ha sido Cádiz. ¿Por qué?
Desde el primer momento quise rodar en Cádiz. ¿Por qué? Pues porque es un lugar muy muy especial, por el mar, porque parece una isla pero no lo es, porque es un sitio de ida y vuelta, con una influencia enorme de América… Luego, la luz… Cádiz en invierno; Cádiz de los chiringuitos y el verano. Me parece muy interesante. Y antes de escribir una sola línea del guión nos fuimos para allá Lola y yo. Estuvimos una semana, en pandemia, paseando, viendo la ciudad e imaginando la historia y visitando distintos lugares. Escribimos siempre pensando en Cádiz.
Vuelves a colaborar con Vetusta Morla para la banda sonora. Se ve como muy orgánica, encajando muy bien con la película. ¿Cómo ha sido este nuevo proyecto?
Cuando me acerqué a Vetusta Morla para La hija fue porque pensé en una banda sonora con música electrónica, procesada, mezclada, que fuera acorde con la luz natural de la película, rodada en la sierra. Y Vetusta Morla me ofrecía ese tipo de música que buscaba. Y descubrí, no solo a una gran banda, sino a grandes personas y músicos. Y me llevé muy bien con ellos. Para El amor de Andrea quería una banda sonora totalmente diferente, orgánica, más pequeña, con pocos instrumentos… nada procesada, muy simple. Les propuse esto y su reacción fue preguntarme “¿y por qué nos llamas a nosotros si esa no es la música que hacemos?” (risas). Y les respondí que era porque no los llamaba como Vetusta Morla, sino como músicos, porque son estupendos, me entiendo con ellos… Les propuse explorar un terreno musical que de otra manera no explorarían. Y eso les llevó a componer una canción para una colaboración con Valeria Castro, que era como la voz de Andrea. Y la voz de Pucho es como la del amigo, Abel. Y ahí estoy muy feliz. Son unos grandes músicos. Me parece que han hecho un viaje muy interesante, con una banda sonora que en principio puedes dudar si es o no Vetusta Morla. Pues sí, es Vetusta Morla.