Su director, Aitor Echeverría, ha reconocido que Desmontando un elefante era un anhelo que le ha llevado varios, muchos años, convertir en realidad. Y se puede afirmar con rotundidad que esta película presentada en la 21ª edición del Festival de Cine Europeo de Sevilla supone un estupendo debut y una tarjeta de presentación soñada por cualquier realizador.

Desmontando un elefante es como la típica cebolla a la que vamos quitando capas hasta llegar al meollo, a la esencia, a lo vulnerable de la condición humana. Esa cebolla es la vida. Partiendo de la base de la excelente elección del reparto, podemos decir que la película es un relato con una carga emocional muy elevada, donde la acción la generan los diálogos, las miradas, los silencios… 

Excelsa Emma Suárez (¿qué se va a decir de ella en el punto de su camino artístico en el que ya se encuentra?). Aparece ante nosotros en el papel de madre, esposa y mujer que vive en un infierno interior en el que el fuego la abraza de manera mordaz. Genial Natalia de Molina, confirmando sus dotes de actriz, como la abnegada hija que mantiene el peso del drama familiar por mor de los males de su madre, del suyo propio por no quitarse las ataduras que le impiden volar, y de su pusilánime padre, como siempre, estupendo Darío Grandinetti, que prefiere mirar hacia otro lado antes de afrontar que vive en lo alto de un volcán que está en plena erupción. Y para completar el cuarteto, Alba Guilera, la hermana que prefiere estar lejos de aquel caos familiar; cuanto más lejos, física y emocionalmente, mejor.

Las capas de la mencionada cebolla, en el orden que se prefiera, son muchas. Por un lado, el caso de la exitosa arquitecta, Marga, la protagonista. Demostrado queda que todo lo bueno ayuda a encontrar y a vivir en la felicidad, pero no garantiza poder quedarse para siempre en ella. El triunfo engrandece, el dinero ofrece comodidades, pero la verdadera victoria está en tu interior. Todo parte de uno mismo. “¿Es malo ser aburrido?”, pregunta el atribulado personaje de Darío Grandinetti, como si hubiera algo que midiera el grado de felicidad en que vivimos las personas, o como si existiera un canon establecido. Hay otras cuestiones que no se pueden comprar. Cómo evitar las adicciones y lo difícil que es salir de un bucle que puede torpedear todo tu ámbito profesional y familiar. Esa adicción de Marga ocupa ese epicentro de su drama vital.

También nos ofrece Desmontando un elefante temas para el debate, como la familia, la directa y la indirecta, la desidia y la desunión que generan los problemas, cuando hay que aportar, ayudar, ser generoso. O, incluso, la dificultad de romper amarras y ser libre. Navegar por donde uno quiera sin que nadie ni nada frene tus sueños de libertad. Y así nos podríamos llevar mucho tiempo escribiendo sobre la poliedríca figura (el compromiso, la responsabilidad…) que conforma esta ópera prima que merece ser destacada con una enorme ovación.