Título épico el de la última película de Pedro Almodóvar. Dolor y gloria suena más a cine bélico, pero tras ver el nuevo trabajo del realizador manchego entendemos que esa épica va más allá, o más adentro, de lo que pensamos. Porque la introspección a la que se somete en esta nueva obra cinematográfica es todo un alarde de lucha pasional y personal de la que no es fácil salir vivo. ¿Es un nuevo Almodóvar este de Dolor y gloria? ¿Es el comienzo de una nueva etapa del director y guionista? ¿Es el cúmulo de hojas arrancadas al almanaque lo que ha generado esta nueva creación? O por el contrario volveremos a ver próximamente esas historias disparatadas y locas a las que nos tiene acostumbrados, para bien de sus fans y para mal de sus detractores.
Lo cierto es que en realidad hablamos del mismo Pedro Almodóvar. Únicamente que en su viaje interior nos ofrece un estilo más pausado, intimista, reflexivo. Porque en Dolor y gloria regresan sus filias y fobias. Sus temas tan arraigados en él se asoman en cascada en una película que, subjetivamente hablando, ya que no deja de ser una opinión personal, me ha gustado… y mucho.
Madrid, los convulsos años 80, el amor de madre, las enfermedades, el miedo a la muerte, el travestismo, las drogas, los deseos carnales, la homosexualidad… son clásicos en el imaginario fílmico y en la vida de Pedro Almodóvar que se reencuentran con el público en Dolor y gloria. Incluso el genial, medido y reflexivo papel de Antonio Banderas en la piel de un exitoso director de cine atormentado por su pasado y castigado por las enfermedades, Salvador Mallo, recuerda mucho físicamente al mismo realizador de la película. Ello sin obviar las coincidencias con su creador, como su admiración por Chavela Vargas o su fotofobia.
Plausibles son los momentos que nos regala el referido Antonio Banderas cuando comparte escenas con Asier Etxeandia, Leonardo Sbaraglia y una enternecedora Julieta Serrano. Lo mismo que positivas son las aportaciones de Penélope Cruz y los noveles Asier Flores, en el personaje de un Mallo niño, y César Vicente.
También nos trae Dolor y gloria la compañía de actores y actrices que han viajado con Pedro Almodóvar en determinados momentos de su carrera cinematográfica, como Cecilia Roth o Penélope Cruz, además de los mencionados Antonio Banderas o Julieta Serrano, por citar solo a algunos ejemplos. Pero podríamos nombrar como otros miembros del elenco a Raúl Arévalo, Eva Martín, Pedro Casablanc, Nora Navas, Susi Sánchez, Julián López, Paqui Horcajo, Marisol Muriel, Neus Alborch o a la cantante Rosalía.
La música, genial como es habitual en él, ha sido compuesta por Alberto Iglesias, y la fotografía, de José Luis Alcaine. La producción ha corrido a cargo de Agustín Almodóvar y Esther García, El Deseo, y la distribución, de Sony Pictures Entertainment (SPE).
Dolor y gloria es una película que hay que ver y reflexionar a la vez con ella. Se dice que no hay gloria sin dolor, y que tras la gloria suele haber dolor. Al fin y al cabo, el dolor es inherente al ser humano; dolor físico y dolor emocional. Todo depende de cómo cada cual sea capaz de sobrellevarlo y hacerlo suyo. Como dijera el neurocirujano y psiquiatra austriaco Viktor Frankl, “si no está en tus manos cambiar una situación que te produce dolor, siempre podrás escoger la actitud con la que afrontes ese sufrimiento”.