Combinando de manera excelente la ficción con la realidad del documental, Adrián Orr nos lleva en su segundo largometraje, titulado A nuestros amigos, al interior de Sara Toledo. Estrenada la película mundialmente en Visions du Réel, el realizador madrileño, quien triunfara en su debut con Niñato (2017), ha compuesto una obra personal, con sello propio, en lo que se puede considerar un viaje coral a los sentimientos de un grupo de jóvenes encabezado por la referida Sara, que transita en la frontera de la adolescencia y la vida adulta. La acción de  A nuestros amigos se desarrolla en la mente de los personajes y en la exposición pública de sus sentimientos, de sus dudas, sus temores, el sentido de la amistad o la mirada escéptica a un futuro desconocido. 

A nuestros amigos es como una carta escrita por Sara, quien rememora los últimos instantes de su adolescencia en compañía de sus amigos, tras dar el salto a la madurez de una vida que le abre los brazos sin aclararle qué le va a deparar. Pero en su tránsito vital, la protagonista se agarra a la cultura, y en especial al teatro, para desarrollar su personalidad de una manera consciente. 

A nuestros amigos es una oda a la amistad a la vez que a la vida, en la que el mismo director, Adrián Orr, se siente ligado emocionalmente. Pero no solo del personaje de Sara vive la película, ya que esta obra coral permite ver las perspectivas diversas que se pueden tener, al plantear el valor de los vínculos que se establecen en esas edades entre las personas y cómo la juventud cuestiona temas como los estudios, el empleo, la fidelidad, el entorno social en que viven o el futuro en sí mismo.

El juego que ofrece la cámara, sin invadir el espacio vital de los personajes, o el mismo montaje, aumentan la veracidad de los diálogos y las situaciones que viven. Realidad y un toque de casi improvisación le dan a la película la sensación de estar viendo un documental narrado en primera persona.

Pedro, su amigo de toda la vida, y Paula, la nueva compañera que conoce Sara gracias al teatro, marcan una invisible línea fronteriza entre las dos etapas vitales de la soñadora e inquieta protagonista.