'Gary Oldman, un Oscar en el momento idóneo'

El primer recuerdo que uno tiene de Gary Oldman, actor inglés nacido en Londres el 21 de marzo de 1958, es de una película de 1990 dirigida por Phil Joanou, en cuyo reparto aparecía él junto a Sean Penn, Ed Harris, Robin Wright, John Turturro y John C. Reilly, casi nada (con banda sonora de Ennio Morricone). Aquel drama de cine negro cuyos protagonistas son unos gángsters irlandeses-estadounidenses que actúan en Nueva York, en el Hell’s Kitchen, supuso el reconocimiento de un elenco de actores en el que el personaje de Jackie Flannery me dejó impresionado. Quien lo representó fue un Gary Oldman que había superado por poco la barrera de los 30 años, y que aunque ya había hecho sus pinitos en el cine, encontró sus primeros reconocimientos con aquel film llamado State of Grace, en la distribución que se hizo en España, El clan de los irlandeses. El crítico Roger Ebert escribió que “la actuación de Gary Oldman es lo mejor… su personaje es el más puro. Actúa solo en la base de sus instintos y prejuicios, fuera de la venganza y el miedo”.

Gary Oldman un Oscar en el momento idóneo

Posteriormente, Gary Oldman ha intervenido en películas como JFK, de Oliver Stone, como Lee Harvey Oswald; Drácula, de Bram Stoker, de Francis Ford Coppola, como el mismo conde de las tinieblas; Amor inmortal, de Bernard Rose, como Beethoven; o en las sagas de Harry Potter (como Sirius Black) o del Batman de Christopher Nolan (como el jefe de policía de Gotham City, Jim Gordon).

Pero en 2011, fue protagonista del largometraje de Tomas Alfredson, El topo (Tinker Tailor Soldier Spy), basada en la novela homónima de John le Carré. Y aunque el papel y la interpretación del  londinense fueron aplaudidos por público y crítica y recibió varias nominaciones, como las de los Oscar y los BAFTA de 2012, sus vitrinas se quedaron a la espera de unos trofeos que no llegaron. En esta ocasión no ha habido dudas, y su Winston Churchill de El instante más oscuro (Darkest hour) le ha supuesto que los elogios se conviertan en premios. En la reciente gala de entrega de las estatuillas, Gary Oldman fue confirmado como lo buen actor que es (aunque no es fundamental este reconocimiento para alcanzar tal condición), y a sus 58 años de edad no ha dejado pasar la oportunidad de lograr algo que se le ha negado a muchísimos actores y actrices de enorme prestigio y que no han tenido la fortuna de ver inscritos sus nombres en las famosas tarjetas de los presentadores de premios. Al menos, no tendrá que esperar a que le tengan que conceder el premio honorífico por su carrera cuando por el paso del tiempo no se pueda recomponer lo que se quedó roto en su momento.

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