Susana Martín Gijón: “Sor Ana de Jesús demuestra que la autoridad femenina existió incluso cuando la sociedad intentaba negarla”
'La Capitana', su nueva novela
La Capitana (Alfaguara) es la última novela de Susana Martín Gijón. Granada. Año 1585. En el convento de San José aparece un hombre muerto en circunstancias dramáticas. La priora del mismo es una mujer de las de armas tomar, sor Ana de Jesús (beatificada en 2024), quien contará con la complicidad de fray Juan, el posteriormente San Juan de la Cruz. La autora vuelve a regalarnos un thriller envolvente, adictivo, con un fuerte componente reivindicativo del papel de la mujer en una época marcada por el poder de los hombres.
La Capitana está radicada en el año 1585 en la ciudad de Granada. ¿Dónde está el germen de una novela como esta con la que nos llevas a tus lectores a otro escenario distinto al que nos tienes acostumbrados?
Todo parte de Sevilla, del descubrimiento de María de San José, la priora letrera, que gobernaba el convento de las carmelitas descalzas sevillanas. A través de ella conozco a otro personaje fascinante, Ana de Jesús, la “capitana de las prioras”, y me voy con ella a Granada. De la ciudad me interesó ese instante en el que todo está a punto de fracturarse: la presión sobre los moriscos, la vigilancia inquisitorial, la pugna entre poder civil y religioso… Y, en medio, las mujeres, obligadas a moverse en los márgenes. Esa época nos habla del origen de muchas sombras que aún proyectamos hoy.
Un asesinato altera la vida conventual de las Carmelitas Descalzas, y nos lleva a unos personajes históricos encabezados por sor Ana de Jesús y fray Juan de la Cruz. La primera ha sido un gran descubrimiento, pero el segundo, posee un largo recorrido en cuanto a conocimiento. Nos encontramos con dos “detectives” muy peculiares, ¿verdad?
Totalmente. Me fascinaba la idea de una investigación en un convento, donde la palabra, la intuición y la observación sustituyen a la fuerza. Sor Ana y fray Juan no persiguen la verdad desde la violencia, sino desde la inteligencia espiritual y la lucidez humana. Son observadores brillantes, pero también están profundamente atravesados por dudas, emociones y contradicciones. Su mirada ilumina rincones que la historia tradicional ha pasado por alto.
La documentación es un pilar de mi trabajo… pero siempre al servicio de la narración
Susana Martín Gijón
La figura de otra mujer de tradición histórica ronda la novela, aunque no llega a hacer acto de presencia, como Santa Teresa de Jesús. ¿Cómo se afronta crear una obra como La Capitana con la responsabilidad de tener personajes de tanto calado histórico?
Con muchísimo respeto, estudio y rigor documental. Santa Teresa es un pilar de nuestra literatura y un ejemplo de lucha y resiliencia. Fue una mujer que incomodó a los poderes de su época. No quería convertirla en un símbolo distante, sino mostrar cómo su legado seguía vivo en manos de otras mujeres como sor Ana, igual de valientes. La responsabilidad es grande, pero también lo es el privilegio de darles voz.
La investigación del posible asesinato producido en el convento se inicia de una manera un poco desorganizada, dado el estupor que ocasiona, pero finalmente sor Ana y fray Juan se dan cuenta de que cualquiera de las monjas puede ser una asesina en potencia. Por ello se deciden a interrogar a todas, apareciendo cuestiones personales muy llamativas.
Exacto, porque un crimen en clausura no solo sacude lo espiritual, sino también lo íntimo. Cada confesión revela emociones contenidas, miedos, frustraciones y deseos que la vida conventual no siempre podía sofocar. Esa exploración de la condición humana en un espacio de silencio y disciplina era fundamental para mí.
Fotografía de Patricia del Zapatero
A lo largo de la novela asistimos al conocimiento sorprendente de la personalidad de alguien como sor Ana de Jesús, cuyo apodo, no nos sorprende al ver su capacidad de mando.
Sor Ana demuestra que la autoridad femenina existió incluso cuando la sociedad intentaba negarla. Su apodo, “la capitana”, surge de su capacidad para organizar, negociar y liderar sin alzar la voz. Quería que el lector descubriera esa fuerza y esa claridad moral que la caracterizaron.
El uso de términos propios del ambiente conventual y la preparación profunda de los personajes nos sitúan a los lectores de una manera muy similar al de La Babilonia. ¿Cuánta importancia tiene para ti la fidelidad a la historia?
Muchísima. La documentación es un pilar de mi trabajo: vocabulario, usos litúrgicos, mentalidad, ritmo de vida… pero siempre al servicio de la narración. La fidelidad histórica me importa tanto como la emoción del lector. Si el lector siente que está allí, el objetivo está cumplido.
Granada es un personaje en sí misma; Sevilla aparece como espejo
Susana Martín Gijón
La novela, aunque tiene su foco principal en los sucesos del convento de las Carmelitas Descalzas, se abre a otras tramas que confluyen en un mismo punto. ¿Cómo se crea esa combinación de historias independientes que acaban encontrándose?
Desde la convicción de que la historia no ocurre en compartimentos estancos. Granada era un cruce de mundos y miradas: moriscos, burgueses, clero, mujeres en clausura… Cada trama nace con identidad propia, pero todas laten en el mismo contexto.
Para finalizar, ¿cómo definiría el papel de Granada en la novela, aunque Sevilla también tiene su pequeño protagonismo?
Granada es un personaje en sí misma: luminosa, herida, vigilada, profundamente simbólica. Respira belleza y miedo al mismo tiempo. Sevilla aparece como espejo: más abierta y pujante, pero también atravesada por la tensión religiosa y política del momento. Ambas ciudades dialogan como dos almas de un mismo país en ebullición.


