'Jorge Díaz: “Al lector hay que agarrarlo por la pechera en la primera línea y no soltarlo hasta el final”'

Jorge Díaz: “Al lector hay que agarrarlo por la pechera en la primera línea y no soltarlo hasta el final”

'El espía', su nueva novela

Jorge Díaz regresa a la creación literaria en solitario con El espía, un thriller que se sitúa en diferentes ciudades.
El espía (Editorial Planeta) es un thriller cuyo origen parte de la lectura de un Jorge Díaz adolescente de la novela La verdad sobre el caso Savolta, de Eduardo Mendoza. El regreso a su creación literaria en solitario le lleva, nos lleva, a la primera parte del siglo XX, avanzando hasta prácticamente la mitad de este, y viajando con la imaginación por Barcelona, Buenos Aires o Berlín; y sorprendiéndonos con un enclave geográfico magnífico como la localidad almeriense de Mojácar, donde transcurre el momento culminante de la historia, una combinación entre la realidad y la ficción, del judío de origen griego, Isaac Ezratty. Un buscavidas que admira a Alemania y que colabora con su ejército en las dos grandes guerras de entonces, y adquiere el título nobiliario de Barón Ino Von Rolland.
Enhorabuena por la novela. He disfrutado mucho leyéndola. Es de muy fácil lectura, ágil y entretenida. Me ha recordado una frase que nos decía un profesor en la facultad: que un reportaje debe empezar con una frase impactante para enganchar al lector. En este caso, el libro parece seguir esa misma escuela, porque te agarra desde el principio.

(Risas). Mi formación es periodística. Estudié periodismo y eso lo llevo a gala. Siempre me enseñaron que al lector hay que agarrarlo por la pechera en la primera línea y no soltarlo hasta el final. En este caso, no es una línea, es un capítulo. Pero sí, busco que el lector sienta el deseo de seguir leyendo, capítulo tras capítulo.

Lo has conseguido muy bien, porque aunque se sepa el final, esa no es la clave. Hay otras cuestiones más relevantes que averiguar. ¿Verdad?

Exacto. En la primera página no solo digo que el protagonista muere, sino también quién lo mata. Porque el enigma no es quién es el asesino, sino por qué lo es. No expongo posibles autores, sino posibles motivos. El lector debe pensar cuál sería su motivo para matarlo. Y hay varios.

Esa necesidad por saber más cosas que te surge como lector se alimenta conforme avanzas en la novela. Nunca se pierde ese deseo generado por las dudas. ¿Se trata de generar cada vez más incertidumbre para mantener viva la lectura?

Así es. La solución llega a falta de tres páginas para el final, como en cualquier novela clásica. Pero aquí el enigma es por qué fue.

Jorge Díaz: “Al lector hay que agarrarlo por la pechera en la primera línea y no soltarlo hasta el final”

Fotografía de Andrea del Zapatero

Cita textual:

En la primera página no solo digo que el protagonista muere, sino también quién lo mata

Jorge Díaz
Mientras leía la novela me ha ido recordando a una película del cine clásico de Hollywood. Puede sonar raro, pero sentí que leía en blanco y negro. ¿Te extraña un comentario como éste?

(Risas). Siempre digo que el libro lo termina de hacer el lector. Cada uno lo lee de una manera distinta y tiene su propia experiencia. Y esa es tu lectura, y me gusta. No me lo ha dicho nadie.

El personaje del Barón Ino Von Rolland (Isaac Ezratty), un judio que es espía de Alemania en las dos grandes guerras del siglo pasado, es muy contradictorio. ¿La complejidad de su carácter está en las muchas caras que ofrece?

Yo tengo con él una cosa, y es que está inspirado en un personaje real. Pero seamos sinceros, es un personaje de ficción. ¿Por qué? Porque es un espía. Y de un espía no puedes saber mucho porque sería muy mal espía. Y entonces lo habrían matado. No habría llegado a ti. El espía es una persona que vive en la mentira y en la doblez y en la traición, por definición. Digo cualquier espía. ¿Qué pasa entonces? Que sabes muy poco de él y que eso para un escritor es maravilloso. ¿Por qué? Porque tienes que rellenar todos los huecos. Y al rellenarlos puedes eliminar lo que no te interesa. Poner cosas que a lo mejor son de otros espías, que te interesan, poner cosas que se te han ocurrido a ti y que te interesan. Es un personaje de ficción. Si bien está inspirado en uno real. ¿Y por qué me fijé en él? Pues porque es maravilloso,  te llama la atención. La primera vez que leí sobre él fue hablando del asesinato de Barrett. Él y Brabo Portillo fueron los autores intelectuales, no materiales. Y cuando empecé a leer que un judío de Salónica llega a ser jefe de los espías alemanes en la Primera Guerra Mundial, que se hace amigo de Canaris, que en la Segunda Guerra Mundial, gracias a éste, en lugar de ir a un campo de concentración, lo mandan a Argentina a formar parte del espionaje alemán… Aunque realmente no forma parte del mismo… ¿Le dieron una labor comercial? ¿Fue un nazi judío? No. Fue un judío que para salvar la vida tuvo que colaborar, como tantos otros.

Enigmático personaje el Barón, ¿verdad?

Sí. Y sobre todo, tenía algo muy especial.  En el año 49 desaparece y no se vuelve a saber qué pasa con él. Con lo cual, otra vez volvemos a lo del escritor, que cuando no tiene los datos los inventa. Yo me invento qué pudo pasar con él después de desaparecer. Y lo sitúo. Como no tenía muchas ganas de trabajar, lo mato ya directamente, y lo ubico  en Mojácar en 1952. ¿Por qué? Porque era el lugar que me interesaba; y yo quería escribir un thriller, no una novela histórica, aunque tenga su parte histórica. Pongo su muerte en ese año. Todo lo demás me lo invento, pero coloco a un personaje que para mí es el protagonista del libro, aunque el que más llama la atención, evidentemente, es el barón: el detective que yo quería es el cabo Bermejo. Es un hombre pazguato, bisoño, que recibe su primer caso de asesinato. Él, que viene de una gran ciudad como Madrid, que en la época tendría 1 millón y medio de habitantes, y se encuentra en Mojácar, que era un pueblo pequeño. Y pensaba que se iba a encontrar algo primitivo y no, el pueblo le supera a él. Resulta que Mojácar en 1952, que tiene 400 habitantes, él se encuentra con que hay tantos o más secretos que en Madrid, Barcelona, Berlín o Londres, y que todo el mundo sabe de todo el mundo. Y Bermejo descubre no solo el amor, sino el deseo. Él está muy enamorado de su novia, de Inés, pero cuando conoce a la hija del médico, la cabeza se le vuelve del revés. 

Fotografía de Andrea del Zapatero

Cita textual:

Me encantan el ambiente, las colas, la ilusión de la gente en las ferias del libro

Jorge Díaz
Como habitualmente se suele decir en estos casos, Mojácar, en Almería, parece un personaje más. ¿Qué te ofreció para cautivarte?

Para mí, Mojácar es el mundo. Hay secretos, pasiones, poderosos que impiden investigar. Para resolver el caso, Bermejo debe descubrir quién era el muerto, y eso lo lleva a entender por qué lo mataron. Todo el mundo en Mojácar sabe quién es cada uno, y sin embargo está lleno de secretos. 

La novela está radicada en las primeras décadas del siglo XX. ¿Por qué?

Porque me llamaba la atención esa etapa de la historia. Me interesaba ese personaje, ese judío que colabora con los nazis, ese espía que vive en una época completamente convulsa. Hay que tener en cuenta que la primera mitad del siglo XX tiene dos guerras mundiales, la Revolución Rusa, la emigración de Europa a América y la inmigración dentro de Europa, el exterminio de una raza como la judía en Europa, la creación del Estado de Israel, dos bombas atómicas, el inicio de la Guerra Fría. Fue una época fascinante para un escritor.  Aunque no para vivir, claro.

La novela recorre muchas localizaciones, además de la almeriense…

Básicamente transcurre entre la Barcelona de la Primera Guerra Mundial y el Mojácar de la posguerra. Pero también está el Buenos Aires judío, el Berlín de la Noche de los Cristales Rotos… No me interesa el nazismo como tal, pero sí cómo vivió la gente esos momentos.

¿El Barón Ino Von Rolland es un superviviente nato?

Sí. Sobrevivió a todo, menos a los perros de Mojácar (risas).

Jorge Díaz: “Al lector hay que agarrarlo por la pechera en la primera línea y no soltarlo hasta el final”

Fotografía de Andrea del Zapatero

Hablando de perros, el tema de las peleas de perros aparece solapado por la trama de espionaje y la fuerza del Barón, pero en la novela suena a denuncia de una actividad ilegal y cruel.

Nunca he visto una pelea de perros. Me documenté a través de un amigo que investigó el tema para un guion, y me pasó lo que necesitaba. Pero es algo inadmisible que en la novela posee un peso muy importante.

Los tres amigos de Mojácar, Lucas, Cosme y Antoñito, también tienen un papel fundamental. ¿Cómo fue su creación?

Me basé en dinámicas de grupo, y de ahí nacieron los tres. Poseen personalidades distintas, cada una a su estilo y con perfiles variados, que se combinan muy bien. Lucas es el cerebro, Cosme el ejecutor y Antoñito el que acompaña, que no es mala persona, pero está allí, de un sitio a otro, a la sombra de los dos amigos.

Me lo he pasado muy bien con el libro. ¿Cómo disfrutas como autor en tu relación con los lectores?

He estado en la Feria del Libro de Madrid. Y ha sido una firma fantástica. La gente es muy cariñosa. Recuerdo la Feria del Libro de Sevilla, donde llovió a cántaros y firmamos (Carmen Mola) muy pocos libros. Pero me encantan el ambiente, las colas, la ilusión de la gente. Eso es algo que no entiendo, ¿cómo podemos atraer tanto al público hasta el punto de admirarnos de esa manera?

Supongo que será por la ilusión que transmitís cuando nos regaláis una historia. Los escritores nos invitáis a entrar en un mundo mágico.

Me alegra que pase, aunque nunca me ha ocurrido a mí como lector. Solo una vez sentí ese efecto fan: cuando conocí a Vargas Llosa. Le llevé Conversación en la catedral para que me lo firmara, aunque mi favorito es La guerra del fin del mundo, y él se sorprendió y me lo agradeció mucho. Estuvimos hablando quince minutos sobre ese libro. Me sentí importante, aunque solo fuera por un minuto (risas).

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