Con motivo de la celebración de la Feria del Libro ha estado en Sevilla, en contacto con sus lectores, firmando ejemplares de Niebla en Tánger y compartiendo parte de su intensa agenda con Gatrópolis. Cristina López Barrio, la autora de esta espléndida novela nos desgrana algunos detalles de la misma.
Bienvenida a Sevilla y a su Feria del Libro. Supongo que eventos como este son una buena excusa para contactar con los lectores y conocer de primera mano sus opiniones.
Ahora es un no parar. Es temporada alta. Vengo de Alicante, he estado en Jaén, pero me gusta mucho el contacto con los lectores porque nuestra profesión es muy solitaria y ahora te encuentras con la cara social. Creo que el libro ya no me pertenece. La historia ahora es de los lectores. Es una forma muy bonita de que el libro siga vivo y se sienta de distintas maneras. Me contabas antes cómo lo relacionabas con el cine clásico, cómo los personajes te recordaban a unos determinados actores. Ahora el libro ya no es mío, es tuyo. Me gusta mucho que me cuentes lo que el libro te ha inspirado. Esta es una parte muy gratificante. Me enriquece mucho, aprendo mucho de las experiencias que me cuentan de mi libro. Y es una manera de que su vida se multiplique. Yo lo he vivido de una manera, he visto a mis personajes a mi manera, pero cada lector lo ve de la suya. Veo distintas caras del libro dependiendo de los lectores. Toda esta actividad cansa mucho pero es muy gratificante. Me sirve para palpar la magia del libro, que es la literatura. Esta tiene una parte de estar sola en casa y esta otra de compartir.
En relación con este contacto con los lectores, ¿qué sensaciones estás teniendo con respecto a Niebla en Tánger?
Siempre quieres que el libro guste, que la gente viva la historia, que se la crea, que empatice con los personajes. Los feedbacks que estoy teniendo, en general, son muy positivos. Primero, la ciudad de Tánger. Hay quien me ha dicho que desde que lo ha leído tiene ganas de ir allá. “¡Qué ciudad tan mágica!,¡Qué historia tan apasionante!”… me dicen. Y, luego, cada persona se identifica más con un personaje. Hay gente a la que le gusta más la historia de Marina Ivannova, que sería la novela que hay dentro de la novela, la que lee Flora. Hay otras personas que se identifican más con Flora Gascón. Cada uno te cuenta al final cómo ha vivido el libro. Pero la verdad es que es muy satisfactorio. Me han dicho que ha gustado mucho la historia, que se la han leído enseguida, que les daba pena terminarla, que han podido sentir que estaban en las calles de Tánger… Todo ha sido de momento muy positivo.
El lema de este año de la Feria del Libro de Sevilla es ‘Mujeres de letras tomar’, y en Niebla en Tánger, sus protagonistas son mujeres. Una feliz coincidencia, ¿verdad?
Me gusta mucho el nombre, ¿eh? (risas). Es una historia de mujeres, en la que tanto Flora como Marina tienen que romper un poco con ese destino que les ha marcado la sociedad. Hay ocasiones en que como pasa con Flora, se lo marca ella misma por vivir más como otros esperan que viva, y no como ella quiere. Es una historia que habla de hasta dónde se puede llegar si uno quiere romper con esa comodidad en la que muchas veces estamos encerrados. Algo en lo que la mujer se encuentra a veces por la precariedad económica o por la maternidad. Psicológicamente cuesta más romper. Y en la novela se habla de ser valiente y de intentar seguir tu propio camino, de arriesgarte, de romper con esa comodidad, y como en toda elección, renunciar a algo… y lanzarte a la aventura. Así que es una historia de mujeres, sin duda.
En tu caso, tú también le diste un giro importante a tu vida cuando decidiste cambiar la abogacía por la literatura, para iniciarte en una profesión con, imagino, muchos altibajos.
Sí. Por supuesto. No es una profesión muy estable. Pero se trata de buscar esa estabilidad. Buscar unos lectores fieles que de alguna manera te acompañen cada vez que saques un libro. Ellos están ahí y te apoyan. Y es, poco a poco, intentar ganar más lectores. Es verdad que me arriesgué, di el salto y también tuve mi pánico. Pero hay momentos en los que creo que hay que arriesgarlo todo por lo que realmente quieres. Recuerdo que le decía a mi padre, “mira, lo único que sé es que cuando me muera lo haré tranquila porque sé que lo he intentado hasta el final, y si he fracasado, he fracasado…”. Tampoco hay que tener miedo al fracaso. En esta sociedad se tiene mucho miedo al fracaso. Fracasar está dentro de la vida. Te arriesgas y de lo que más aprendes al final es de los fracasos. También es verdad que me arriesgué en un momento en que había publicado mi primera novela, se había vendido muy bien, me encargó la editorial una segunda, había ganado un premio de literatura juvenil… Vi cierta red ahí, pero salté al vacío, lo dejé y aposté todo por esa segunda novela que escribí. Con altibajos, pero aquí estoy. No me arrepiento. Soy muy apasionada. No soporto esta vida de letargo. Prefiero arriesgarme, prefiero saltar, y si me sale mal, aceptaré las consecuencias, y a ver por dónde puedo tirar.

Flora Gascón también le da un giro importante a su vida y apuesta por un cambio, ¿no?
Sí. Eso quería transmitir en la novela con el personaje de Flora. Puede romper con ese letargo, con esa comodidad que se había creado, en la que no está mal pero tampoco está bien.
¿Ser finalista del Premio Planeta como has sido con Niebla en Tánger abre más puertas?
Ha sido un empujón muy importante en mi carrera. Ha sido un año desde que se falló el premio y salió la novela, a nivel personal y profesional, muy emocionante, por toda la gente que he conocido, por los sitios que he visitado, por el contacto con los lectores. Pero es un premio que, sobre todo, me proporciona que más lectores se acerquen a mí. Hay muchos que no me conocen de otras novelas pero se me acercan ahora porque soy finalista del Premio Planeta. Compran, se interesan y me leen. Lara dice que es un premio para conseguir lectores, y es cierto. Y, luego, si les gusta cómo escribo, mejor. Podré tener un lector más para mi próxima novela o se leerá otra anterior. Y formar parte de la historia del Premio Planeta es muy importante.
¿Los autores tomáis partido por algún personaje vuestro?
Es verdad que siempre hay alguno con el que su voz te ha salido con más facilidad o lo has vivido más profundamente. Me gusta trabajar mucho la trama, los personajes, su biografía, qué va a ocurrir, cómo son. Los visualizas físicamente e intento construir su biografía desde que eran pequeños, aunque luego no vaya a salir. Me gusta ese momento en el que de alguna manera sientes como que el personaje ha tomado vida. Es el momento de ponerte a escribir. Y hay personajes que sientes más intensamente. Parece como que tienes su voz dentro de la cabeza y ha venido a dictarte qué es lo que tienes que contar de él. Me pasa con el personaje de Marina Ivannova.
¿Qué ves en ese personaje?
Es un personaje que desde que empecé a esbozarlo es como si se me hubiera metido en la cabeza y me hablara. Y, de hecho, yo no sé ruso (risas) pero cuando escribía hablaba en alto con ese acento ruso que imitas hablando español y en mi casa mi hija me decía, “pero mamá, ¿qué pasa?”. Y era como si la voz de la propia Marina estuviera dentro de mí (risas). Esas cosas pasan cuando tienes una historia que vives muy profundamente y conectas mucho con un personaje. Flora está más cerca de mí porque es una época actual. Pero Marina es un personaje como muy de cine.
Flora es un personaje que se busca a sí misma. ¿Está más enamorada de la ficción que de la realidad?
Por supuesto. Ella busca salir de su monotonía y se inventa esa excusa. Sabía qué tenía que hacer, pero le faltaba valor. Aquí me gusta introducir el poder que tiene la literatura, que tienen las historias. A ella, lo que realmente la hace saltar es el misterio de ese libro. Quiere investigar qué hay de verdad y qué de mentira. Y sigue en Tánger el recorrido de la novela. Este poder que tiene la literatura de movilizar, que te lleva a reflexionar pero también a levantarte del sofá y movilizarte. A veces es más un proceso interno, más psicológico. Lo bueno es que cuando el lector se acerque a la novela se crea lo que lee, aunque sea algo ficticio.
En Niebla en Tánger haces muchas referencias a otros autores como Bécquer, Goethe… ¿por qué?
Es un homenaje a lo que han significado para mí los libros. Soy lectora antes que escritora. Es un homenaje a esta mujer, Flora, que está perdida. Y la lectura de un libro y sus personajes la llevan a perseguirlos. Y poco a poco, al mismo tiempo que vive la historia de una novela, va atravesando un proceso personal que la llevará a tomar una decisión que no sabe cómo tomar, o no se atreve. Es un homenaje a la literatura. Dentro de ese homenaje también lo es a escritores que para mí han sido importantes. En la novela se trata también el proceso de la escritura, el acto de la creación. Hasta qué punto, un personaje puede tomar vida. Utilizaba el libro de Oscar Wilde, la influencia de Proust, de Camus, de Cervantes… A mí me han ayudado mucho los libros y es un homenaje a sus autores.