Que la animación es uno de los géneros que está en apogeo es algo indudable. En los últimos años hemos visto cómo películas como Robot  Dreams, El chico y la garza, Red, Luca, Soul han sido mucho más que películas de animación: han continuado la estela que predecesoras suyas como Toy Story o El Viaje de Chihiro  ya comenzaron a establecer. Pero no nos confundamos, hace ya muchos años que los filmes de animación no se centran tanto en el contenido como en el mensaje que querían transmitir.

En Guardianes en la Ópera volvemos a encontrar todas estas características. Con una animación muy parecida a la que se hacía en los comienzos de la década de los 2000, encontramos a una pandilla de perros callejeros protagonistas (Sansón, Thimble, Goliath y Beau) que deben sobrevivir a todo lo que la calle les plantea, como el hambre, la perrera o los peligros constantes que sufren estos animales. Aun así, y siendo una especie de patrulla canina, tienen la bondad y solidaridad de ayudar al resto de perros que se encuentran en la calle, aprovechando la ocasión para darles de comer, hacer piña los unos con los otros…

Esta vida de hermandad se ve trastocada con la aparición de Margot, a quien, como bien hemos comentado, no dudan en ayudar en su complicada misión: recuperar la tiara que le han robado a su dueña.

Una vez más, el cine de animación nos demuestra que la colaboración, la bondad, el trabajo en equipo y la solidaridad deben ser pilares para fomentar entre los más pequeños. Y si es a través de perritos tan adorables como nuestros protagonistas, el séptimo arte tiene el éxito asegurado para hacerles llegar el mensaje.