Después de más de tres años desde el estreno de The Leftovers (allá por 2014), el pasado mes de junio la serie echó el cierre. Alabada por la crítica, esta ficción de HBO ha conseguido posicionarse como una de las series de mayor calidad de los últimos años. Quizá no haya sido un fenómeno de masas como lo fue Perdidos, también del mismo creador Damon Lindelof, quizá no haya sido todo lo popular que se merece, pero su calidad es innegable. Tras casi una treintena de episodios, con auténticas joyas como el 2×08 «Asesino internacional», nos deja una de las series que se ha ganado con creces poder categorizarla de culto.
Todo esto logrando salvar el escollo de no dejarse engullir por la potente premisa de la novela de Tom Perrotta en la que se basa. Desaparecen, sin motivo aparente, más de 140 millones de personas, el 2% de la población mundial y en lugar de centrarse en buscar respuestas y tramas más propias de ciencia ficción, nos hablan de sentimientos, de desgarro y de cómo cambió la vida del 98% de la población restante. Ahí reside la virtud de esta gran serie, en no quedarse en el misterio, sino en cómo todos y cada uno de sus personajes superan las consecuencias del propio misterio, de la marcha repentina.
Dejando atrás dos temporadas en las que la trama se centra claramente en como Kevin Garvey (Justin Theroux) y el resto de habitantes de Mapleton intentan recomponer sus vidas de diversas maneras, en esta tercera hemos visto la redención. El cierre perfecto a un viaje de duelo, dolor y sufrimiento tras la pérdida de un ser querido. Esta redención ha sido llevada a cabo de diferentes maneras: algunos como Matt apoyándose en la fe, otros en la culpabilidad como hace Nora Durst (Carrie Coon) al perder a toda su familia, u otros iniciándose en sectas de dudosa moralidad haciéndose partícipes del Remanente Culpable.
La redención de los «leftovers»
En la tercera y última temporada de la serie de HBO, un evento televisivo casi sin precedentes por la mesura de sus capítulos y poca expectación mediática, queda latente que resolver los misterios, es decir, a encontrar un sentido a todo es, cada vez con más razón, una cuestión de fe.
Han pasado casi siete años desde el fatídico 14 de octubre, el día que se produjo la marcha repentina, y muchos tienen el convencimiento de que algo fatal se aproxima. Un diluvio como cree Kevin Garvey Senior, otra marcha o directamente el fin del mundo. En eso se centra toda la tercera temporada desde su primer capítulo, pero por mucho que unos lo intenten justificar, no existe ninguna certeza de que algo de esto ocurra. La fe es lo único que puede sustentar esas ideas, al igual que sustenta el amor hacia los desaparecidos o la esperanza de su vuelta algún día. Ocurra lo que ocurra, pondrá fin a su sufrimiento y podrán retomar las riendas de sus vidas. Por eso, de manera inconsciente, la mayoría de los personajes acaba modificando la realidad, por muy palpable que sea, para que se ajuste a lo cada uno necesita.
Un claro ejemplo es el libro que escriben Matt y John escriben sobre ex-jefe de policía Kevin, el supuesto nuevo mesías, elemento que sirve de arco argumental para toda la temporada. Sus creadores lo consideran como una continuación de la Biblia, que narra la vida (y muertes) del que creen que es el nuevo Jesús, en este caso Kevin.
Como principal prueba esgrimen que el protagonista de la ficción murió y resucitó varias veces, o al menos eso nos han hecho pensar la dupla Lindelof-Perrotta y su equipo de guionistas. Quizá viéndolo desde otro prisma, esa especie de Purgatorio que visita varias veces Kevin solo sea un artefacto de su imaginación para refugiarse en la ruptura de su matrimonio y más adelante de la pérdida de Nora. O quizá todo sea real, una vez más queda a interpretación del espectador, o de su fe.
The Leftovers cierra con un salto de fe
En esta tercera, después de la consecución de dos temporadas magistrales, The Leftovers demuestra que todavía tenía espacio para crecer a todos los niveles. Tocando más los sentimientos, emocionando con el desenlace de sus protagonistas o conmoviendo a niveles inimaginables con su excelente banda sonora. Otro gran punto fuerte de esta joya, gran labor de Max Richter poniendo melodía a la serie de HBO y convirtiendola en un personaje más.
Como broche final tenemos el capítulo titulado «El libro de Nora» donde tras un salto temporal vemos que pasó y que no pasó años después del séptimo aniversario de la marcha repentina. Con una escena final que corre a cargo de un monólogo del sensacional personaje interpretado por Carrie Coon unos 20 años más tarde. Una vez más, y definitiva, se pone a prueba la fe, en mano del espectador queda si nos creemos la historia del viaje de Nora o damos por hecho que es una invención para poder descansar después de tanto sufrimiento. En definitiva, cada personaje, a su manera, encuentra su camino.
Pasa a la historia una serie llena de simbolismo, misterio y emoción. Todo sin grandes fuegos de artificio, ni ahondar mucho en la premisa de ciencia ficción del acontecimiento del 14 de octubre. Será recordada por todos por numerosos motivos: su ritmo, su BSO conmovedora y su construcción de personajes complejos y carismáticos. Quién sabe si cuando cuando pasen los años tendrá todo el reconocimiento que merece esta gran obra maestra de la pequeña pantalla.