Ayer, la 1 de TVE emitió el último capítulo de Estoy vivo, serie producida por Globomedia. Estrenada el 7 de septiembre de este año, esta oferta televisiva ha sido una de las revelaciones del año. En medio de tanta crispación es agradable que de vez en cuando se ofrezcan productos como éste que lleva el sello de Daniel Écija. Partiendo de una historia sobrenatural, la ficción de Globomedia desarrolla otra colateral, humana, de gente corriente, de personas… La nociva existencia de El Carnicero es ¿una excusa? para exponer temas habituales en la sociedad actual. El primer capítulo comienza de manera espectacular, con una persecución de coches en la que el inspector de policía Andrés Vargas (Roberto Álamo) muere cuando intenta arrestar al Carnicero de Medianoche, un asesino en serie que ya ha matado a cinco mujeres. Lo paranormal hace aparición cuando Vargas regresa cinco años después, usando para ello el cuerpo de otro policía, Manuel Márquez (Javier Gutiérrez). En su labor de detener al Carnicero de Medianoche, Márquez está acompañado por una de las dos hijas de Vargas, Susana (Anna Castillo). Junto a ellos, el Enlace (Alejo Sauras), un ser sobrenatural, que está junto al agente en su tránsito entre esta vida y el más allá.
El capítulo de ayer fue de una épica digna de una serie que ha superado expectativas y se ha erigido en uno de los referentes de la programación televisiva. Está de enhorabuena TVE a la hora de sacar en antena estos productos. Ya lo hizo con El Caso y con El Ministerio del Tiempo. Otra cosa es cómo se lleva a cabo después ese tratamiento. No sabemos si para Estoy vivo, la suerte será mejor que la de sus predecesoras; sobre todo la de El Caso, la cual feneció de manera incompresible.
En Estoy vivo se hace una apuesta, como decimos, por cuestiones habituales en nuestro caminar, desde temas como el bullying (en el caso del personaje de Bea Vargas, interpretado por Lucía Caraballo), el Alzheimer (en el papel que hace Zorión Eguileor como Arturo Vargas), la amistad, la lealtad, el amor, la familia, el respeto a nuestros mayores y a nuestros ‘héroes’ caídos en la ‘batalla de la vida’. Pero lo hace desde el thriller que respalda la búsqueda de El Carnicero, el drama, e incluso el buen humor, sutil y accesible a la vez. Además destaca otra apuesta como es la de los papeles femeninos de raza, de participación activa. Ahí están Laura Bertrán, viuda de Vargas (Cristina Plazas); las mismas hijas del difunto policía, Susana, como subinspectora del cuerpo (Anna Castillo), y la `cerebrito´, con potencial de futura científica, Bea (Lucía Caraballo); o María Fernández, la forense (Goizalde Núñez).
“Me c… en mi p… vida”
Esta frase habitual de Márquez resume todo el entramado de la historia, que podría servir de subtítulo de la serie. Porque la agonía que le genera no poder decir quién es realmente y qué le ha ocurrido, ya que si no, moriría inmediatamente, hace que maldiga constantemente su extraña y sobrenatural situación. Márquez y el Enlace se presentan como los grandes protagonistas, pero con el trascurrir de la trama, el resto de personajes, en mayor o menor medida, va acaparando planos, desde la fortaleza de Laura a otros secundarios que adquieren un crecimiento digno de ser resaltado, como Sebas (Jesús Castejón), el gran amigo de Vargas, retirado del cuerpo de policía a raíz de su muerte; David Aranda (Alfonso Bassave), Óscar Santos (Fele Martínez) o el antagonista de Vargas, El Carnicero (Mon Ceballos).
Se dice que nunca segundas partes fueron buenas, pero en este caso bien merece la pena arriesgar y solicitarle a TVE que la serie Estoy vivo siga viva.