El protagonista de la nueva sensación de Movistar+, La Peste, es encarnado por el actor Pablo Molinero, a quien tuvimos la oportunidad de entrevistar durante la presentación de la serie en su lugar de localización, Sevilla. Pablo ya ha participado en varios proyectos para televisión y cine, pero su territorio es sobre todo el teatro, ámbito en el que fundó su propia compañía, en el año 2003, Los Corderos. Esta es la primera ficción en la que el intérprete tiene la responsabilidad de guiar la trama principal, uniendo a todos los personajes e historias paralelas a través de la figura de Mateo, un ex militar cuanto menos misterioso y de mirada melancólica que tiene que saldar una deuda con su difunto amigo, ¡y lo hace sensacionalmente!
¿Cómo es el proceso de interpretar a un personaje sin una relevancia histórica en la Sevilla del siglo XVI, en lo relativo al carácter o estilo de vida, teniendo en cuenta el desconocimiento de actitudes de aquel periodo…?
En cuanto al lenguaje, Alberto puso mucho el foco en que no intentáramos hablar como tenemos preconcebido que se hacía en aquella época, como observamos en otras películas o series emplazadas en un tiempo coetáneo. Sino que lo hiciéramos naturalmente, sin forzar nada. Luego, también está el trabajo con Pedro, el documentalista, al que teníamos acceso en cualquier momento para dudas relacionadas con el día a día, en cuestiones de encarnar al personaje. Por ejemplo, si usar o no tenedores o servilletas, o el tratamiento con los nobles o los sirvientes… Ha sido complicado, además, porque la moral es diferente. Hoy en día temas como la infancia o la mujer han avanzado, la relación es diferente a como era en aquel entonces y hay partes en mi guion que me resultaban realmente impactantes, que yo le decía a Alberto: «yo una cosa tan machista nunca se la podría decir a una mujer«, y él me respondía que no pensase como lo hacemos ahora. Soy consciente de que queda mucho por hacer pero difiere mucho al pensamiento de aquel entonces, aunque mi personaje sea un hombre muy culto e instruido en los libros y eso podría dar a pensar que fuera mucho más avanzado, pero no. El intentar adquirir esa moral ha sido un reto.
¿Cómo observas la sociedad actual tras haber estado inmerso en el ambiente de aquella época?
Claramente, más allá de lo evidente que es lo tecnológico o la suciedad, la porquería de las calles, la falta de pulcritud… A niveles más profundos te das cuenta de que no hemos cambiado tanto como especie. Como seres humanos que somos no hemos evolucionado tanto. Hay algo oscuro en nosotros que viene reflejado en la enfermedad de la peste como metáfora, que nos hace comportarnos como depredadores con nuestros propios congéneres y eso es un poco triste, porque la corrupción o los asesinatos siguen estando a la orden del día.
¿Qué dirías que es lo que tiene que aportar tu personaje a la trama, teniendo en cuenta que eres el protagonista principal? ¿Y tú al personaje de Mateo?
Pensando que se trata de una serie coral y se cuenta con muchas tramas, mi personaje es como una especie de hilo conductor, el que va teniendo contacto con todas ellas, y estas se desarrollan en paralelo. Yo creo que este viaje que tiene mi personaje, ese trasfondo de existencialismo, esa dolencia interior… de alguna manera yo también lo he sentido, esa sensación de pérdida de fe en el ser humano, hay algo de eso con lo que en mi experiencia vital me he sentido muy identificado y que me posibilita reflejarlo en Mateo.
Ya que hemos podido observar que tu personaje guarda mucho dentro de sí y tiene un misterio especial que se deja entrever, pero no se desvela del todo, ¿qué crees que es lo más complejo, oculto o atractivo de la psique o mundo interior de Mateo?
Mi personaje es alguien que no encuentra su lugar, y su espíritu tan observador y su posición de cuestionarlo todo le lleva a retractarse y alejarse de valores como la existencia de Dios, su lugar en la sociedad, en Sevilla… De alguna manera le lleva a estar como fuera de lugar todo el relato. Es una especie de bajada a los infiernos de la que luego sale, porque este adolescente que rescata en la calle, Valerio, le reengancha a la vida, a ese lugar que no encontraba y todo es gracias a él.
¿Qué te ha resultado más duro a la hora de la interpretación?
Hay sobre todo dos cuestiones técnicas. La primera, la duración del rodaje. Ha sido muy complicado aguantar meses sin sufrir las bajadas estas, que por ejemplo sufren los ciclistas, tanto mentales como físicas, teniendo que estar al cien por cien y sin salirte del papel. Y luego, por otro lado, estaba el tono del personaje que quería Alberto, que ha costado mucho porque vengo del mundo teatral, de una compañía que se dedica al teatro físico, y me ha resultado muy difícil contener toda esa interpretación e intentar que haya mucha intensidad, pero por dentro que estuviese contenida y se transmitiese a través de los gestos o la mirada.
Fotografía de portada de Patricia del Zapatero.