Han sido tres de las nuevas incorporaciones de la segunda temporada de La Peste. Los hemos podido ver y disfrutar con unos personajes que no han pasado inadvertidos para el espectador. Gatrópolis ha tenido acceso a los actores que encarnan a Flamenco (Julián Villagrán), Pontecorvo (Fede Aguado) y Conrado (Luis Callejo).

Flamenco (Julián Villagrán), Pontecorvo (Federico Aguado) y Conrado (Luis Callejo) son algunas de las nuevas incorporaciones de la segunda temporada de La Peste, ¿qué nos podéis contar de estos personajes?
Luis Callejo (Conrado): Mi personaje se llama Conrado, y como su nombre indica, es una buenísima persona. Dentro de La Garduña, que es la novedad de esta temporada, la nueva peste de Sevilla, y como donde hay riqueza hay alegría, hay tanta pasta que tiene que haber un submundo, un inframundo… Mi personaje es como una especie de sargento de hierro dentro de la mafia, un brazo armado que se encarga de que la mano dura funcione para que siga haciendo ese negocio sucio. Con los limpios o te pones firme o se te rebelan, así que con los sucios ni te cuento.
Federico Aguado (Pontecorvo): Pontecorvo está basado en un alcalde que tuvo Sevilla, que se llamaba Puñonrostro. Él llega a la ciudad por el encargo del Rey, para ser el nuevo Asistente de Sevilla, y se encuentra con un panorama bastante dantesco a nivel mafia. De hecho, me gusta mucho la frase que ponen en la serie de: “los hombres eran peores que las ratas”. Porque los hombres son peores que la peste, y se da un poco cuenta de eso. Además, desde dentro, desde el poder se va encontrando un montón de dificultades por intentar hacer las cosas bien. Históricamente el personaje de Puñonrostro se disfrazaba como de mendigo para poder conocer la ciudad desde dentro. En la serie lo empiezo haciendo con él (Flamenco) y luego más adelante con Mateo (Pablo Molinero), y es cuando comienza a conocer La Garduña desde dentro. La diferencia de ropajes en aquella época era acojonante, entre nobles y el pueblo. Y ahí sigue la cosa, que ya la veréis.
Julián Villagrán (Flamenco): Yo hago el Flamenco, que es un personaje que viene de Flandes. Es un poco ambiguo al principio, es un bohemio que transita por bajos fondos hasta La Garduña, llegando a gente del poder. Tiene ciertos problemas de adicción, como no podría ser de otra forma cuando trabajo con Alberto Rodríguez (carcajadas). Había una sustancia en la época llamada láudano, un derivado del opiáceo que se utilizaba con fines medicinales y que solo se lo podían permitir los nobles. Se mezclaba con vino, y este hombre estaba enganchado (risas). No deja de ser una característica del personaje, pero es muy diferente a lo que he hecho en Grupo 7, por ejemplo. Es un personaje vital dentro de la oscuridad de la serie, más alegre.
Federico Aguado (Pontecorvo): Tu personaje es Sevilla.
Julián Villagrán (Flamenco): Aunque habla con acento de Flandes.
Federico Aguado (Pontecorvo): El primer día que ensayé con él…
Luis Callejo (Conrado): ¿y en qué te inspiraste?
Federico Aguado (Pontecorvo): …nunca olvidaré ese día. Tenía muchas ganas de encontrar al personaje, porque llegó un poco más tarde a la lectura.
Julián Villagrán (Flamenco): A mí me llamaron cuando ya había arrancado el rodaje, porque no tenían muy claro quién lo iba a hacer. Buscaron a alguien extranjero…
Federico Aguado (Pontecorvo): Sí, de hecho ya habíamos empezado a grabar, y quedé un día contigo para ensayar paralelamente del día de grabación… Y flipé. Tal y como me lo imaginaba, porque es un personaje que cuando lo lees, te imaginas algo muy característico, y es lo que él hizo.
Luis Callejo (Conrado): Yo estaba deseando trabajar con Julián Villagrán, y no pude porque era otro (risas). Era como bastante desequilibrante tu personaje…
Federico Aguado (Pontecorvo): ¡Era hipnótico!
Julián Villagrán (Flamenco): ¿Has visto la secuencia nuestra? Está muy chula la realización. Ya con Fede había trabajado antes, pero también estaba deseando trabajar con él.
Federico Aguado (Pontecorvo): Habíamos coincidido en El Ministerio del Tiempo con una trama muy chiquitita, pero hubo un momento muy divertido, porque me pintaba un cuadro, él hacía de Velázquez, y fue muy divertido.

Como decíamos, los tres os estrenais en esta nueva temporada, ¿cómo ha sido vuestra llegada a La Peste y qué supone trabajar en una producción como esta?
Luis Callejo (Conrado): Estamos en este grupo por algo, somos los nuevos. Ahora lo entiendo todo. Creía que éramos los guapos (risas). A mí la primera temporada me encantó, suena a topicazo, pero es verdad. La vi y me volvió loco, me gustó muchísimo. Que te llamen para trabajar en una serie como esta es una oportunidad única, es un regalo en sí mismo. A la hora de trabajar ha sido todo muy fácil, muy cómodo. Es montarse en una máquina muy bien engrasada, y aunque al principio haya un mecanismo que no parezca que va, te cae aceitillo y rueda. El personaje me ha gustado mucho, y he trabajado con amigos a los que quiero y aprecio. Una bendición.
Federico Aguado (Pontecorvo): Yo solo puedo añadir un poquito a lo que él ha dicho. Cuando vi La Peste, fue la primera vez que vi una ficción española con una calidad global, con la que se ha dado un salto, trabaja gente a la que admiras… Me pasó una anécdota, vi en Instagram una foto de Pablo (Molinero) en la primera temporada, como una foto de rodaje, Alberto salía con los cascos. Y nunca lo olvidaré que pensé “¡cómo debe ser eso! ¡Qué guapo que te dirija Alberto Rodríguez!”. Pasa un año, y en un momento dado, el día en que empecé el rodaje con Alberto. Me giro, veo que me empieza a hablar con los cascos, igual que la foto que vi. Y fue algo muy emocionante, ¡lo que es la vida! Pero yo tenía mucha presión, que me fui quitando poco a poco. Fueron dos meses de ensayos que ayudaron mucho para eso, porque tú mismo te marcas unas movidas, los típicos miedos actorales de “me van a mandar a la mierda cuando me vean dos veces ensayar” (risas). Y luego ha sido muy fácil, a nivel de producción son muy top.
Luis Callejo (Conrado): Poco que añadir, ¿no? (carcajadas).
Julián Villagrán (Flamenco): En mi caso…
Luis Callejo (Conrado): ¡Este es de aquí, de la familia! (risas).
Julián Villagrán (Flamenco): Siento orgullo fraternal porque llevo tantos años con ellos…
Luis Callejo (Conrado): Pero, ¿cuántos? ¿desde qué edad?
Julián Villagrán (Flamenco): Pues… 20 años.
Federico Aguado (Pontecorvo): ¡Qué fuerte, chaval!
Julián Villagrán (Flamenco): Bueno, a Rafael Cobos lo conozco del colegio y de mi barrio. Teníamos un grupo, mi primer grupo fue con él, con 16 años, Los Esperlecos, los Nabos con Flecos… (risas).
Federico Aguado (Pontecorvo): Si es que esto tiene que ir sobre esto, déjate de La Peste.
Julián Villagrán (Flamenco): Ya que estoy aquí… Tengo un proyecto musical que se llama Asunción. Voy a sacar disco en enero (risas). Cuando vi La Peste primera yo aluciné, llevo con ellos toda la vida, y eso que habían hecho me pareció impresionante. El ambiente que habían creado, la Sevilla que habían retratado, lo bien que lo habían hecho… Y una vez que entré en la segunda y vi el engranaje inmenso y el dominio de una gran producción como es La Peste... Y ver no solo a Falete (Rafael Cobos) y a Alberto, que ya es la tercera o cuarta vez que trabajo con ellos, sino también a todo el equipo técnico con el que he trabajado tantas veces. Ver el dominio que tienen para manejar un equipo tan grande y con esa envergadura, la verdad es que he flipado.
Federico Aguado (Pontecorvo): Cuando grabamos nuestra primera secuencia fue la primera vez que vimos el decorado natural que hacen en Utrera… Yo aluciné. Me dijo Alberto “¿has visto el decorado? Esto es Hollywood, ve a verlo”. Él me dijo que no había visto nada así en su vida ¡Pero si yo le di a un niño una moneda de verdad! ¿Te acuerdas que le di la moneda a un figurante? Y Alberto me decía “no hay compasión, que no le des nada”. Pero estaba tan bien hecho, hasta la figuración… Los ves así vestidos, tan sucios… Que se me partía el alma, como actor me costaba. Era muy brutal, y de repente decían “¡Acción!” y todos se sincronizaban. A veces grabas en un plató chiquitito, que hay tres cámaras, cambias un jarrón y se monta el caos. Y esa secuencia en concreto, ese día fui de mirar a la hora de comer que no había nadie y pensar, “¿y ahora qué? Después de esta movida…”. Es que claro, ves un quilombo de estos y dices “¡Hos* p*ta! ¡Quiero esto para siempre!” (risas). Porque también como actor te lo pone todo muy sencillo. En esa secuencia llegas andando con gente alrededor, con animales, se cruzaban vacas, gallos, gallinas… Un jolgorio, una movida… Era la calle. Una barbaridad. Ahí realmente tomé conciencia. Lo había visto, sabía dónde estaba, pero ahí como que toqué con las manos la producción en la que estaba metido. Y lo estamos viendo, a nivel visual, la calidad, el trailer…

¿Cómo ha sido la preparación para interpretar a estos personajes? ¿Habéis tomado como referentes a personajes reales?
Julián Villagrán (Flamenco): Mi mayor preocupación era el acento, porque Rafael Cobos me empujó en tres días de prepararme el personaje a estudiarme el guion, y quería que tuviera acento. Yo le dije que era mejor hacerlo con acento normal, pero él insistía en que no, que yo podía… Y mi preocupación era esa. Me puse a hablar con holandeses, escuché mucho a Van Gaal en Youtube (risas), para la musicalidad. Yo me lancé ahí, pero no sé que ha salido.
Luis Callejo (Conrado): Te ha quedado un flamenco lánguido (risas).
Federico Aguado (Pontecorvo): Lo bueno cuando haces un personaje que ha existido, pero en el siglo XVI, es que nadie sabe cómo es. También lo teníamos muy fácil porque en los ensayos tuve a Rafael Cobos dos meses al lado y a un documentalista que trabajó con nosotros, y nos dio toda la información de cómo era cada personaje históricamente. Me quedé con la nobleza y con ciertas cosas que me ayudaban a la construcción. Luego, yo hice las mías propias del personaje; lo importante era pillar la esencia de cómo era.
Luis Callejo (Conrado): Yo no me pude inspirar en nadie real, pero lo que he procurado, como mi personaje es uno de los “malos” de la serie, es no llevarlo por el lado de la saña. Pero es un profesional del tema, que extorsiona, ordena matar o arrancar lenguas, como el que trabaja en cualquier otra cosa para que su negocio prospere. Haciendo las cosas pulcras y bien posibles, dentro de la mierda que había en la época.
Fotografía de portada de Andrea del Zapatero.