Almagro San Miguel es un joven sevillano que se encuentra abriéndose camino en el mundo de la interpretación, al que llegó de forma casual. Tras una importante trayectoria en teatro, formando parte de la Compañía Nacional de Teatro Clásico, ya tiene experiencia en cine y televisión. De hecho, es en la pequeña pantalla donde está consiguiendo una buena repercusión en sus trabajos en Hernán y en Vis a Vis: El Oasis. Dos proyectos diferentes con los que este risueño actor ya se ha ganado seguidores en ambos lados del Atlántico. Se encuentra ante un futuro prometedor (así se lo deseamos), al que mira con optimismo y esperanza.
Graduado en la Escuela Superior Arte Dramático de Sevilla, has hecho cine, teatro y tv, ¿de dónde nace tu pasión por la interpretación?
Realmente no pensaba dedicarme a ello; estudiar Derecho o INEF eran las opciones. Fue mi madre quien me convenció de que estudiara Arte Dramático. Ella pagó las pruebas para que yo entrara en la carrera. Y ese fue mi inicio.
Fue un poco casual, ¿no?
Un poco. Sí que es verdad que a mí me gustaba hacer los teatros del instituto, imitar a Martes y Trece, a Cruz y Raya… Me encantaba, me lo pasaba muy bien. Pero una cosa es que me divirtiera, y otra cosa que eso fuera mi vida [risas].
Pero finalmente te decantas por la interpretación, y adquieres una importante formación en el teatro, perteneciendo a la Compañía Nacional de Teatro Clásico y participando en obras como La villana de Getafe, Don Juan Tenorio, Oliver Twist u Otello ¿Qué significa el teatro para ti?
Para mí es la base. Cuando me preguntan por ser actor, siempre digo que se formen antes en teatro. Te da una base y un saber estar. Para mí es lo más importante, y a partir de ahí vas subiendo. También, teniendo en cuenta que lo primero que existió fue el teatro; luego ya llegaron la cámara y el cine. Primero voy a lo más antiguo, a los textos griegos, a los clásicos… Estos textos te abren la mente y te hacen pensar de otra manera. Recuerdo uno de Calderón de la Barca, que es tan enrevesado. Te ponía el verbo por un lado, el sujeto por otro, llegaba un momento que no sabías de qué te estaba hablando. Al final tenías que coger un papel aparte y escribir la oración bien escrita para enterarte de lo que decía. Esos ejercicios y esa comprensión, con los otros textos, hacen que todo vaya más fácil.
Te vas construyendo una trayectoria paso a paso, como decíamos antes en teatro, cine y televisión, y un día, de repente, te llaman para interpretar a Gonzalo de Sandoval en Hernán, serie de Amazon, ¿cómo se vive eso?
Imagínate mi cara [risas]. Estaba en mi casa y pegué un salto de alegría. Estaba poniendo copas, dejé de hacerlo y dije “me voy a centrar otra vez en esto”. Ya como último intento, pensé en estar un año o dos más. Y cuando veo que sale ya por fin, ese papel, ese personaje… ¡fue un subidón! A partir de ahí, a seguir trabajando. La verdad es que estoy muy agradecido, evidentemente.
Te vas a México, donde se rueda la serie, y trabajas con actores como Óscar Jaenada, Víctor Clavijo o Aura Garrido, ¿qué has aprendido de este proyecto?
Me he hecho un máster en interpretación allí con ellos, me han enseñado muchísimo, como cosas técnicas de la cámara que yo ignoraba. Incluso me han ayudado a perfeccionar detalles de los que no me daba cuenta antes, o hablábamos de cómo llegar al día de trabajo. Pero después de esa parte profesional, me llevo a las personas. He tenido suerte, también porque soy una persona simpática y agradable [risas]. Y son amigos míos hoy día, estoy encantado con ellos, con Óscar (Jaenada), con Víctor (Clavijo), con Michel Brown…
En Hernán interpretas a Gonzalo de Sandoval, como hemos dicho, ¿cómo describirías a tu personaje?
Gonzalo es primo de Cortés. Es extremeño. Como la mayoría de los españoles de aquella época, se fue de España porque no tenía nada. Lo que quería era tener un futuro y máxime cuando le han dicho que en el Nuevo Mundo, hay oro. Entonces eso le llama mucho la atención. Gonzalo de Sandoval primero llega a Cuba, y luego ya se va a México con Cortés. Es el capitán más joven de los que van con él, y a pesar de su puesto, estaba muy unido a los soldados. Eso le gustaba mucho a Hernán Cortés, porque provocaba que tuviese una conexión directa con ellos, ya que se enteraba de todo lo que ocurría, y eso llegaba a Cortés. Sandoval no era un hombre muy leído, no era una persona con la que pudieras hablar demasiado, de reflexionar sobre cierta cosas. Él era más un hombre de armas, y odiaba las injusticias. No te lleva a hablar de filosofía, pero sabía discernir perfectamente qué era justo y qué no, y aplicar la justicia acorde a ello. Pero, sobre todo, era defensor acérrimo de Hernán Cortés. Por lo que me contaron y por lo que veía, lo que decía Cortés, iba a misa.
He leído en una de tus entrevistas que tú no querías juzgar a tu personaje. En un momento como el actual, en el que se cuestiona qué hicieron algunos nombres importantes de la historia dentro de su contexto social… Como actor, ¿cómo te enfrentas a este tipo de personajes? ¿cómo los trabajas?
Como has dicho, siempre creo que si vas a trabajar con la historia, no la juzgues, intenta meterte en esa vorágine. Evidentemente, en un primer momento cuando lo lees y te pones a estudiar y a darte cuenta de dónde estás, existe un primer juicio. Un primer acercamiento, y dices “uff, lo que ha hecho este, y lo que hace el otro”. Que eso te sirva a ti como persona, para aprender de esa historia, pero luego tú ya tienes que encarnar a ese personaje, tienes que darle vida, y tienes que ir con todo lo que hace él.
Una vez que pasé de eso, ya no me cuestionaba nada. Iba ya con el chip puesto, y hacía todo lo que tenía que hacer. Cuando se va acercando el final, conforme más vas grabando con el personaje, lo llevas más integrado. Y el final era ya apoteósico, tenías que vernos a todos allí, acostumbrados a las locuras que se hacían, incluso queríamos doblarlo. Llegamos a pensar en un momento, que si eso nos estaba pasando a nosotros, que estábamos fantaseando, esa gente que lo vivía de verdad, qué no se les pasaría por la cabeza.
Tras Hernán, llega Vis a Vis: El Oasis. Spin-off de una de las series con más repercusión en los últimos años. En esta ocasión entras en un proyecto que ya estaba funcionando, ¿cómo es tu llegada a la serie?
Fue cuando volví de México. Estuve hablando con mi representante. Le hablé de intentar buscar algo que de alguna manera lograra enganchar con otra cosa. Lo que pensaba era un capítulo en alguna serie, uno aquí, otro allí… Y cuando me dice “¡venga, Vis a Vis!”. Que ya de primeras Vis a Vis… Pensé “esto es muy tocho” [risas]. Creía que era un capitulito, y ya eso estaba genial, pero cuando me di cuenta que no era un capitulito, sino que eran mis capitulitos, con Diego Ramala, un narcotraficante… [risas]. Se me cambió la cara por completo.
Aquí cambias de registro con respecto a Gonzalo. Interpretas a Diego Ramala, un narcotraficante, ¿qué nos puedes contar sobre él?
Creo que es una persona que no sabe salir de ese mundo. Quiere salir, pero sin hacerle daño a nadie, y para mí eso es de ingenuo. Dieguito, aunque esté en ese mundo, es un ser muy noble. Le mueve el amor, le mueve el querer irse con Kati. No tiene las mismas intenciones que los otros compañeros, que si los robos, el oro, te mato… Kati y él quieren fugarse, quieren vivir una historia de amor. Pero él no asume que para que eso pase, tiene que tomar decisiones y quitarse a gente de encima, que él no quiere.
En esta aventura estás junto a Najwa Nimri o Maggie Civantos, entre otros actores, ¿qué te llevas de esta experiencia?
Me ha gustado mucho que aquello sea una familia, y me trataron muy bien desde el primer momento. Fui con mis nervios de “¡Dios mío, dónde me he metido!” [risas]. Pero ellos rápidamente te llevan al huerto, como quien dice. Pienso que eso es parte del éxito de Vis a Vis, el buen rollo que hay ahí. Es increíble ver a Najwa trabajar, a Maggie, a Itziar Castro, son personas que ya tienen magia de por sí. Lisi Linder, por ejemplo, es un amor; con Claudia Riera, que interpreta a Triana, me hartaba de reír… Ahí he descubierto lo importante que es la familia. Lo importante que es que tu ambiente de trabajo sea lo mejor de lo mejor; además teniendo en cuenta la historia que estás contando, porque es durita. No es una comedia, aunque tenga momentos graciosos, pero dices “bueno, graciosos si no me toca a mí”. Había que intentar de todas las maneras posibles, que lo que hubiera por fuera, fuera buen rollo.
En los últimos años las series han tomado un nuevo rumbo, incluso a veces la diferencia con el cine es casi inexistente, ¿cómo estás viendo este cambio como actor y como consumidor?
La verdad es que como consumidor me encanta. El ver series, que diga “qué bien grabado está esto, qué fotografía tiene, qué calidad…”. Y si ya es española, me llena más de orgullo. Cada vez vemos unos guiones más buenos, vemos unas direcciones que son buenísimas, y los compañeros y compañeras están haciendo cada vez mejores trabajos. La película El hoyo, por ejemplo, ha sido un petardazo por Netflix, La Casa de Papel, Vis a Vis, Las Chicas del Cable, también. Eso quiere decir que algo estamos haciendo bien, que estamos trabajando, estamos en el camino. También te lo da la tecnología. Mientras más avanzas es más accesible que tengas cámaras más buenas ¡Y es para estar orgullosos! Cuando amigos míos me decían “ofú, cine español”. Si te has quedado en hace décadas… Que aún así las películas de Alfredo Landa me encantan. Yo no diría que no al cine español en ese sentido. Pero hay que romper ese cliché de las series y las películas españolas. La serie Vergüenza, de Movistar+, es una comedia muy buena, El Vecino también. Nos estamos dando cuenta de que hay series que están muy bien, y que no estamos haciendo “el jiji y el jaja”, que también hay que hacerlo porque hay público que quiere comerse “el jiji y el jaja”, pero luego hay que hacer cosas más serias.
Las plataformas han abierto una ventana al exterior, y muchas series y películas españolas están teniendo una repercusión internacional casi instantánea ¿Qué sientes al saber que te están viendo en cualquier parte del mundo? ¿Abruma?
Un poco [risas]. Esto no lo había hecho en mi vida, que se interesen en entrevistarme, no me había pasado nunca. Comenzar a trabajar en algo como Vis a Vis, que de repente la gente se interese por tu trabajo, que quiera saber de ti, te abruma. Tengo que decir la verdad, yo estoy abajo, estoy empezando, he hecho mis papelitos, mis cosas… pero ya me están hablando. Ser una Najwa, una Maggie Civantos, un Antonio Banderas, gente que está tan arriba, ¿cómo tiene que ser? Yo, encantando, pero en la comparación de si me siento abrumado, digo “¿cómo se sentirán ellos que sí que son famosos y conocidos socialmente?”.
A comienzos de año, Estefanía de los Santos nos hablaba sobre la inestabilidad de ser actor a raíz de la presentación de su película Para toda la muerte. Pero que sin embargo es una profesión que no cambiaría por nada ¿Cómo vives el día a día de este oficio?
Tú lo has dicho muy bien, es una inestabilidad constante. Hice Hernán, me pasé cuatro meses sin trabajar, y luego grabé Vis a Vis. Y desde enero, encima con todo lo de la covid y demás, no voy a volver a trabajar hasta agosto. Seis meses sin trabajar. Ahora vuelvo y serán cuatro o cinco meses. Entonces es complicado. De repente piensas “cuánto dinero te dan por trabajar aquí”, pero luego tienes que estar seis meses sin trabajar. Lo ideal y maravilloso es que no pasara tanto tiempo, y que se empalmara un proyecto con otro, de que no pase ni un mes. Eso le pasa a quien le pasa, yo tengo que esperar meses. Si no amas la profesión, si no tienes un deseo de verdad de actuar, de estar ahí, estos momentos se te van a hacer muy difíciles.
¿Qué le pides a los próximos meses? Has comentado que tienes un proyecto a la vista…
Es un proyecto muy bonito, que ya está empezado, pero no puedo decir mucho más por el momento. A los próximos meses lo que realmente les pido es salud, que estén bien mi familia y mis amigos. Y que así seamos más felices. Ya toca salir y estar con los tuyos. Con responsabilidad, pero ya toca ese abrazo, ese gesto, ese cariño… Y yo que soy de dar abrazos, pues imagínate [risas].