Es indudable que Paquita Salas es todo un éxito. El fenómeno que han creado Javier Ambrossi y Javier Calvo junto a todo su equipo, desde la producción de López Lavigne hasta el elenco actoral liderado por Brays Efe y Belén Cuesta es una buena noticia.
Paquita se ha colado en Netflix, ha charlado con los chicos de Stranger Things, tiene su perfil de Twitter con más de 80.000 followers, y no para de darnos lecciones en cada capítulo. Puede que, precisamente, ahí resida el éxito de su última temporada.
Esta segunda temporada se enmarca en el declive de PS Management, y en cómo Paquita con sus dotes tiene que conseguir salir adelante. Por si fuera poco, a cada paso que da se encuentra con un obstáculo, provocando que la situación se vuelva cada vez más complicada.
Pero para Paquita no todo es el drama (pese a que ella es la “drama queen” por excelencia de España). Aprovecha cada instante para recordarnos la importancia de la lealtad, del talento, de la igualdad y de rodearnos de las personas que verdaderamente están con nosotros. Queda hueco para ayudar a su amiga a encontrar su vestido en la tintorería, a ayudar a un examigo, a ser solidarios… hasta cuando ella misma no sabe hacia dónde ir.
Ese es el encanto del fenómeno Paquita Salas: la importancia de darle su sitio y la justicia que merecen las personas que nos rodean.
Es impecable (con mayúsculas y en neón) el trabajo de guión que han realizado para esta temporada los Javis (ayudados en ocasiones por Brays). También hay que remarcar, junto con las interpretaciones del elenco, la utilización de la banda sonora en sus distintos momentos. Es simplemente brillante.
Y, por favor, que el último capítulo de esta temporada sea estudiado en las escuelas, por su guión, por su significado, por todo lo que conlleva, por la emoción que te despierta y porque, hasta cuando las cosas fracasan, siempre existirá Un punto de partida en el que volver a nacer.