'La Casa de Papel: cuartas partes nunca fueron buenas'

Escribo esto con bastante tristeza. La Casa de Papel es una de las grandes apuestas de Netflix y de nuestras series españolas. Es un fenómeno mundial y no es para menos. El Profesor y su equipo han llegado a la televisión de millones de espectadores con dos primeras temporadas sobresalientes. Si su tercera entrega te dejaba un sabor agridulce, de su cuarta temporada no sabemos muy bien qué pensar. ¿Más de lo mismo? ¿Peca de excesos narrativos? 

La Casa de Papel: cuartas partes nunca fueron buenas

La creación de Álex Pina es una maravilla y eso es innegable, de ahí su éxito. Pero estamos empezando a girar sobre situaciones redundantes, inverosímiles por momentos y capítulos con apenas fundamentos. Es duro que una temporada de ocho capítulos empiece a despuntar en el quinto. También tenemos personajes que sobreviven a verdaderas masacres como si fueran el mejor superhéroe de Marvel y algunos que empiezan a rozar el odio extremo (entre ellos muchos de la propia banda). Exceso de licencias, diálogos que yerran en su finalidad y que pueden confundir al espectador, personajes que pierden el rumbo, flashbacks fuera de contexto… un desalentador conjunto de situaciones que se acumulan creando esta temporada. 

La Casa de Papel: cuartas partes nunca fueron buenas

En la anterior temporada destacaron los mismos puntos que en esta: una impecable Najwa Nimri (como la agente Alicia Sierra), los papeles de Hovik Keuchkerian (Bogotá) y Rodrigo de la Serna (Palermo) en el campo de la banda, y, sin duda, en la última, José Manuel Poga, que se lleva todo el protagonismo y la atención durante el atraco (Poga interpreta a Gandía, miembro de la seguridad privada del gobernador del Banco de España, papel encarnado por Pep Munné, y que en esta temporada adquiere el papel de villano por encima de la propia Alicia Sierra).

(SPOILER) Quizás lo que más descoloque al espectador es que la trama no finalice con su temporada, y que en la siguiente tengamos que seguir en la misma situación. Guardemos la esperanza de que se enmienden los errores de su predecesora.

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