En la actualidad, siempre que se habla de jóvenes se tiene el estigma de la ignorancia. “Es que los jóvenes no saben de nada”. Es curioso que, aunque pasan las generaciones, eso se sigue aplicando a las posteriores que van saliendo, independientemente del panorama mundial, del ámbito o incluso de la persona. “Es que los jóvenes no sabéis de nada”. ¡Cuántas veces lo he escuchado!

En mi caso, soy Generación Z por un año, por lo que en parte soy casi millenial. Pero en cambio he crecido con Britney Spears, Tuenti (sí, mentía en la edad), las películas de Tim Burton y leyendo Manolito Gafotas. También he crecido con una figura del cine español que siempre ha estado ahí, llenando un hueco, unas tablas, que sin él no eran lo mismo: la figura de Juan Diego.

Porque sí, obviamente, y como todo español, crecí escuchando aquello de “mis cojones, Povedilla”, “anormal de carrito” o “tu p*** madre en bicicleta”. ¡Y he salido normal! Porque no sólo crecí con el emblemático personaje de Don Lorenzo. He crecido también con Jamón, jamón, Que se mueran los feos, Smooking Room, Todo es silencio, Los Santos Inocentes, No sé decir adiós, La criatura, La noche oscura, La noche más larga, y etcétera, etcétera y etcétera. Y me quedo también, y sobre todo, con El Cover, su último papel en el cine y que pone el broche de oro a su carrera. Porque cada vez que encendía la tele, ponía una serie o aparecía una película, él estaba ahí. Siempre presente, fuera o no protagonista. Con esa característica voz que tenía.

Sí, hablamos en pasado porque él ha fallecido. Pero su figura siempre va a estar acompañándonos. Por su multitud de papeles, por su activismo, y porque el cine español se queda huérfano de una de sus grandes figuras. Porque los jóvenes no sabremos nada, pero sí que valoramos el arte y a las figuras que, como la de su gran amigo Berlanga, dejan una huella incomparable.