A quienes todavía no dejamos de darle vuelta al último capítulo de El Ministerio del Tiempo. Con él se cierra una etapa, y como todas las despedidas, esta cuesta digerirla, sobre todo después de tantos años de fidelidad a esta ficción. El pasado lunes la serie creada por Javier y Pablo Olivares, estrenada en 2015, ponía el broche de oro a una relación con el público que ha traspasado la pantalla, y que ha tenido una doble vida gracias a las posibilidades de internet y las redes sociales. El 23 de junio se nos rompía un poquito el corazón.
La serie emitida por TVE se ha sabido sobreponer a las adversidades que se ha ido encontrando por el camino. Aunque las anticuadas maneras de medir las audiencias no siempre le han dado la razón en estas cuatro temporadas, los fieles ministéricos siempre han estado apoyando a esta propuesta interesante, diferente, y sobre todo necesaria. Porque como ha demostrado el fenómeno fan de esta serie, hay ocasiones en las que lo tradicional se queda corto para abarcar, y se necesita de nuevas plataformas que mantengan vivo el producto. Un ejemplo de ello es el aluvión de tweets de los seguidores de El Ministerio del Tiempo cada noche después de su emisión, los trending topics o el seguimiento en diversas partes del mundo en steaming, ya sea en Netflix, HBO o a través de la propia web de la cadena.
La cuarta temporada ha sido un regalo para todos los que hemos seguido El Ministerio del Tiempo desde sus inicios, y para los que se han ido uniendo poco a poco a esta peculiar y diversa cuadrilla, que ha tratado de salvaguardar nuestra historia a toda costa. Muchos ya dábamos por perdida una renovación tras su tercera entrega (2017), y no entendíamos que una serie tan fundamental tuviera ese final. Pero una de las pocas cosas buenas que nos ha traído este 2020 ha sido la despedida que esta ficción se merecía. Personajes que siguen una senda que ya habían empezado, otros que viven una segunda oportunidad, y otros que dejan el camino libre para nuevas generaciones. Pero sin duda, el “mejor adiós” ha sido el que se le ha dado a Federico García Lorca (quizás en una de las escenas más emotivas de la televisión), en la que todos nos sentíamos allí, junto a él y a Julián.
Aunque esta cuarta temporada, bajo mi punto de vista, puede que sea la más floja de todas, pero no como para desmerecerla, en absoluto. Quizás los cambios de localizaciones, de decorados y los nuevos aires de la serie me hayan cogido a contrapié, y no me hayan permitido disfrutar la serie en su totalidad como en entregas anteriores. Pero por momentos sublimes como ver a Velázquez frente a sus Meninas en El Prado, a Clara Campoamor comprendiendo lo importante que será su lucha para las mujeres, a Emilio Herrera conociendo el alcance relevante que tendrá su trabajo, o la ya mencionada escena de Lorca, ya han merecido la pena estos ocho episodios. Una temporada en la que han sobresalido las interpretaciones de Jaime Blanch y Cayetana Guillén Cuervo, cuyas evoluciones en la serie han tenido su punto más alto en la cuarta entrega.
Entre los puntos fuertes de El Ministerio del Tiempo encontramos su extenso elenco rebosante de calidad, ya sean personajes principales (Rodolfo Sancho, Cayetana Guillén Cuervo, Jaime Blanch, Juan Gea, Hugo Silva, Aura Garrido, Nacho Fresneda, Francesca Piñón, Julián Villagrán y Macarena García), o secundarios de lujo (Víctor Clavijo, Pere Ponce, Vicente Romero, Ángel Ruíz, Federico Aguado, Luis Callejo, María Rodríguez, José Manuel Poga, Alba Ribas, Juanjo Cucalón, Fiorella Faltoyano, María Morales, Pedro Alonso, y un largo etc.).
En El Ministerio del Tiempo se ha hecho justicia a nuestra historia, pero sobre todo ha servido para conocer a personajes que han contribuido en ella con sus obras, sus inventos, sus luchas o por su capacidad de liderazgo. Y darles el lugar y el reconocimiento que estos merecen. También hemos aprendido que da igual los siglos que pasen, todo es cíclico y los errores del pasado vuelven a cometerse en el futuro. Una lección continua en cada episodio, en el que la crítica siempre ha estado muy presente, con la que hemos aprendido mucho sobre nosotros mismos, siempre entre el humor y la ironía. Un trabajo en el que han tenido mucho que ver sus guionistas (Javier y Pablo Olivares, Anaïs Schaaff, Paco López Barrio, Carlos de Pando o Borja Cobeaga, entre otros), y sus directores Koldo Serra, Jorge Dorado, Marc Vigil, Anaïs Schaaff, Javier Ruiz Caldera o Paco Plaza, firmando todos ellos un trabajo muy fino y elegante, que ha marcado la esencia de la serie.
Tras todo esto solo queda decir: ¡Gracias!