'“La vida es bella y hay que disfrutarla”, Arturo Fernández cierra un intenso ciclo'

La frase que titula el presente artículo fue muchas veces pronunciada por el actor gijonés Arturo Fernández, quien ayer falleció a los 90 años de edad. No parecía tenerlos, ¿verdad? Y es que este coqueto galán, perteneciente a una especie extinguida hace mucho tiempo, fue el último, o uno de los últimos baluartes, de una generación de artistas cuya presencia, por sí misma, lo decía todo, lo ganaba todo… No hacían falta más palabras. 

Como decimos, ayer dejó de existir Arturo Fernández. Obviamente, su edad, aunque muy bien llevada, anunciaba el final de su gran obra vital en cualquier momento. Pero fue tan discreto en su faceta personal, que poco o casi nada se sabía de él. De ahí la sorpresa que nos llevamos ayer con la noticia quienes estábamos tan lejos de él. Ello demuestra que en los mentideros de determinada prensa solo aparecen quienes quieren o necesitan hacerlo.

“La vida es bella y hay que disfrutarla”, Arturo Fernández cierra un intenso ciclo

Pero si de su vida privada poco se ha sabido, o trascendido, de la artística se ha hablado mucho. Su longeva existencia y su extensa trayectoria iniciada a principios de la década de los 50, unidas a su presencia carismática, han permitido que generaciones de españoles le conocieran y disfrutaran con él. Desde los que le han visto sobre las tablas de un teatro hasta quienes le han seguido a través del cine o por la televisión gracias a sus apariciones en series.

Arturo Fernández interpretó el papel de su vida, su papel. Lo suyo fue la actuación de un señor (truhán), cínico a veces, perspicaz en otras ocasiones, coqueto siempre, simpático, embaucador, mágico… en definitiva, un galán que en ocasiones me recordaba (salvando las distancias) al Cary Grant de algunas comedias hollywoodienses.

Mi primer recuerdo de este asturiano singular data de su película Camino del Rocío, de Rafael Gil, con Paco Rabal y Carmen Sevilla. La vi en un ya desaparecido cine de verano cuando era un niño, y siempre me ha acompañado desde entonces.

“La vida es bella y hay que disfrutarla”, Arturo Fernández cierra un intenso ciclo

Arturo Fernández supo combinar sus actuaciones teatrales (los selectos afortunados que acudían a los teatros a verle) con sus apariciones en el cine (con una amplia nómina de películas, aunque, en particular, me quedo sobremanera con su papel en Truhanes, de Miguel Hermoso, con otro grande como lo fue el referido Paco Rabal), y sus recordadas visitas a nuestros hogares por medio de la televisión, con series como La casa de los líos (con la genial Lola Herrera), la reposición de Truhanes o Como el perro y el gato

En definitiva, ayer se fue en Madrid un grande de la escena española. Un actor de otros tiempos que fue capaz de superar las barreras generacionales y ganarse el corazón de todos. Por eso, Arturo Fernández ya es eterno.

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