Queens Of The Stone Age, abanderados del desierto e hijos del rock más arenoso de California no son ya una revelación para nadie. Josh Homme y compañía llevan más de quince años continuando la tradición del abrasivo y calorífico stoner rock, si bien coqueteando con otros géneros y alejándose cada vez más de esta clásica y pesada (en el buen sentido) dirección. Es por esto que no me sorprendió en absoluto escuchar que Villains estaba siendo producido por Mark Ronson. El polifacético británico, más conocido dentro de la música pop por trabajar con artistas como Adele, Amy Winehouse y, más recientemente, Bruno Mars, parece haber intentado apoyarse en terreno propio para dar un impulso muy bailable al disco. He de decir que no estaba muy seguro de qué opinión tenía del álbum hasta que no lo he escuchado varias veces. No ha sido un flechazo, ni mucho menos.
Por otra parte, algunas de sus canciones, individualmente, están excepcionalmente llenas de energía, como la que abre el disco, ‘Feet Don’t Fail Me Now’, donde encontramos una base rítmica fuertemente sincopada, reminiscente (aunque salvando las diferencias) de ‘Superstition’, el clásico de Stevie Wonder, tendencia que se repite en la penúltima canción, ‘The Evil Has Landed’. Sobre todo en la corta pero intensa ‘Head Like A Haunted House’, más garage o punk que otra cosa, que recuerda a los primeros trabajos de la banda californiana. Tal vez mi única queja sea la aparente falta de fuerza en las canciones más lentas, como ‘Fortress’, ‘Un-Reborn Again’ o ‘Villains Of Circunstance’, aunque la primera es algo más decente y la segunda puede salvarse por los refinadísimos hook de los adictivos sintetizadores que plagan el álbum de arriba abajo. Pero, sin duda, la peor canción de Villains es ‘Hideaway’. Una melodía absolutamente barata, ninguna sorpresa… Parece completamente relleno, y posiblemente lo sea. Por otra parte, parece que Queens of the Stone Age utilizó toda su complejidad en ‘Domesticated Animals’, en la que usa unos compases complejos a los que no nos tiene acostumbrados, pero que son una agradable adición al sonido del grupo y es algo que aporta seriedad y profundidad al álbum.
En resumen, considero que el extensivo uso de sintetizadores ha sido un acierto, y que Mark Ronson no ha sido una figura tan descabellada como en un principio se pensaba. Un álbum algo inconsistente en ocasiones, pero que recomendaría a cualquier DJ que quiera hacer bailar al público.
A destacar: el ocasional maridaje entre rock y funk, que hace de este un disco suficientemente comercial, pero serio y de calidad musical.