Estamos en el VI Congreso del Bienestar y la Música, dispuestos a escuchar al escritor en diálogo con Elena Sánchez. Ray Loriga se presenta como escritor por encima de las demás etiquetas, pero hay un hilo conductor que le trae hasta aquí: “Nos desarrollamos por la música que escuchamos”. Éste es el pretexto de un relato sobre héroes que nos ocupará la próxima hora.
Abre mencionando el anhelo cultural de la generación beat, debido a la relación que se establece entre la música y el espacio de improvisación, aquel que buscaban los prodigios de la contracultura norteamericana a mitad del siglo pasado.
Las canciones inspiran atmósferas e ideas. Ray afirma haber crecido rodeado de canciones, tangos, música clásica. A estas alturas de la vida sigue encontrando el legado de su hermano fallecido en los discos que le entregó en su día. Con un alma musical, el escritor canaliza en su trabajo sus déficits compositivos o interpretativos.
Y en tiempos inciertos, el de sus héroes musicales es un círculo en constante ampliación. Entre sus preferidos menciona a Atahualpa Yupanqui, Dylan, Lou Reed, Springsteen o Bambino. Justifica el Nobel a Dylan reafirmando el puente de ida y vuelta que construye el autor entre las palabras propias y los sentimientos ajenos.
Tras someterse a la extirpación de un tumor cerebral, Loriga encuentra el bienestar en reducir necesidades y depender de menos cosas. En la era de internet prescinde de todo aquello que no sea el correo electrónico y la hemeroteca de la World Wide Web. Asegura preferir mirar a las musarañas antes que consumir el contenido banal de las redes sociales.
Ray Loriga, de éxito temprano y con unas cuantas etiquetas colgadas contra su voluntad, arremete contra cualquier estereotipo. Sus primeros trabajos como periodista le llevaron a coincidir con Keith Richards en una habitación de hotel. Ahí encuentra razones de sobra para desmentir la fama de estrella del rock que se asocia al escritor. No hay fortunas ni limusinas. Sólo actitud.
La escritura, afirma, es una profesión de fondo, de aliento largo y de encierro. Como cualquier labor creativa, se aleja de toda estabilidad. Al igual que a muchos otros autores y artistas, su profesión le ha llevado a vivir a veces en escenarios poco deseables, situaciones límite. Basta con tirar un poco del hilo para que nos regale un cierre a la altura de su intervención: “Al amparo de un sueño en la calle se duerme bien”.
Fotografía de portada de Andrea del Zapatero.