Su hábitat musical ha sido la calle, y como él mismo afirma, seguirá siéndolo. Aun a pesar de haber compartido escenario con Rubén Pozo o Eugene McGuinness o de haber pasado por un estudio para grabar su primer trabajo discográfico, Miguel Iglesias y los Carnales. Gatrópolis ofrece la entrevista mantenida con este músico del mundo.
Recientemente has publicado tu primer disco. ¿Cómo ha sido la producción del mismo?
Ha sido ardua y extenuante, más gratificante a la postre. Yo ya tenía hechos prácticamente todos los arreglos, así que solo hicieron falta seis o siete ensayos y tres semanas de grabación para tener la premezcla terminada. Queríamos darle un sonido espontáneo y auténtico, y la única forma de conseguirlo era ensayando despacio y grabando rápido.
Uno de tus lemas es “suicídate y luego sigue con tu vida”. ¿Cuán de importante es para ti ese progreso de recesión y reinvención?
Me es difícil evaluar cuán importante es. Podría tildar su importancia de sine equanum, supina o colosal. Creo que es el axioma más innegable de la condición humana después de la muerte.
¿Cómo ha sido el paso de tocar, por ejemplo, en las calles de Londres (como sabemos por tus redes sociales) a grabar tu primer trabajo y colaborar y tocar con Rubén Pozo o Eugene McGuinness?
El hecho es que sigo tocando en la calle (y no planeo dejar de hacerlo), así que digamos que colaborar con Rubén o Eugene, de cuya experiencia saco un rico bagaje musical y personal, es más una anécdota que un progreso. Digamos que todo suma.
Te defines como “músico de un 20% conservatorio y un 80% de calle”, ¿crees que ahí es donde reside tu esencia y tu forma de diferenciación?
En realidad, puestos a ser exactos, sería un 19% conservatorio. En ese 1% restante, que no podría llegar a describir, reside mi esencia.
El 20 de septiembre presentarás en la Moby Dick tu nuevo trabajo. ¿Qué les espera a los asistentes al concierto?
Una ráfaga de fuego milenario en forma de acordes y emoción musical. Hemos ensayado mucho y creo que la gente lo va a notar. Todos somos músicos curtidos y estudiosos, y eso se nota.
Miguel Iglesias y los Carnales es el nombre de este trabajo. Tiene tintes más que palpables de esa influencia mexicana, tanto en el diseño como en las canciones, o incluso el videoclip de “Anímate, Carnal”. ¿Qué significó esta país para ti?
Significó un antes y un después en mi vida. Ahora aguanto el picante como si nada, por ejemplo. A nivel musical me ayudó a explorar otros colores, registros y texturas, y me hizo comprender que la diferencia entre estilos es más un constructo cultural que algo realmente comprobable.
Quizás una de las canciones que más destaque de tu nuevo trabajo sea “Va a estallar”, tanto por romper con la duración media establecida de las canciones como por su instrumentalización. ¿Qué hay detrás de este tema?
Es una canción que describe la odisea de una familia que huye de la guerra, quizá inspirada por la situación actual de Oriente Medio y su consecuente diáspora. A nivel musical quise mezclar elementos de la música tradicional con unos arreglos de pop sesentero. Ha quedado curiosa, la verdad.
Otro de los detalles de tu nuevo trabajo es la correlación de canciones, que permite que fluyan los temas con mucha facilidad. ¿Cómo ha sido esta parte del proceso?
Diría que ése es mi elemento favorito del disco. Es un recurso que ha utilizado la mayoría de mis bandas favoritas, y siempre me ha parecido una forma muy efectiva de dar cohesión y empaque a un disco. Creo que en este disco no hemos abusado en absoluto de ese ni ningún otro recurso, y eso es lo que convierte a esas transiciones en algo especial.
Hace poco pudimos descubrir por tus redes sociales la historia de #suicidateporelmundo, la de la enfermera que se dedicó a profesar tu palabra. ¿Qué sentiste en el momento en el que te enteraste de todo esto y cómo lo descubriste?
Fue un shock en toda regla. Por lo visto ella se puso en contacto con toda esa gente y les pidió que subieran una foto desde algún sitio emblemático de su país. La tía debe de ser súper querida allá donde va, porque en pocos días ya le habían mandado la foto al menos treinta personas desde los confines más remotos del orbe. ¿Cómo me sentí? Muy honrado y agradecido, qué duda cabe.