Solo Rot es mucho Rot. Solo Rot es el espectáculo que un grande de la música suele compartir con el público, para satisfacción de este y, quién sabe, de su propio creador: Ariel Rot. Muchos años de carrera musical avalan la capacidad artística del bonaerense. Gatrópolis ha tenido la suerte de conversar con él.
Mañana viernes ofrecerás en Sevilla, en el Box Cartuja, tu espectáculo Solo Rot, en el que interpretarás los temas que te han acompañado durante tu larga trayectoria musical. ¿Puedes adelantar algo sobre el mismo?
Es un show en el que como su nombre indica voy yo solo, con un formato en el que voy con guitarra, con piano, tocando la parte de mi repertorio con más potencia de canción, de textos, y hago un recorrido por los temas.
A estas alturas de tu carrera artística, ¿cómo se afronta un espectáculo como Solo Rot? ¿Qué sensaciones te genera esta cita?
Salir a tocar solo a un escenario y, sobre todo viniendo de una cultura rock, donde siempre se toca acompañado, provoca cierto vértigo. Es cierto que ya he hecho otras actuaciones, aunque también lo es que llevo una temporada sin hacerlas, porque en los últimos tiempos selecciono bastante bien en qué momento hacerlo, cómo hacerlo, en qué recintos…, porque estoy haciendo otras cosas, como la despedida de Tequila, el programa de televisión (Un país para escucharlo, de la 2)… entonces podemos decir que no estoy en gira. Pero cada cierto tiempo, porque me gusta, porque me parece sugestiva la propuesta, hago este show. Para mí es un antes y un después. Siempre acostumbrado a tocar con banda, con electricidad, con un tipo de comunicación mucho más estridente… paso a bajar los decibelios, a conectar de otra manera con el público, llegar más a la esencia de la canción, pero sin perder, creo yo, destreza instrumental, que también me parece importante. No es un show de cantautor al uso, sino que sigue manteniendo el lenguaje del rock, canallismo, rock and roll, humor y, también, emoción e intimidad.
El rock es algo inherente a ti, como si lo llevaras en la sangre.
Es mi lengua materna. Puedo coquetear con otros géneros, pero realmente mi lenguaje es el rock. Toque lo que toque siempre va a seguir siendo rock. Es la manera como aprendí a comunicarme.
Llegaste a España siendo un chaval, tocando, precisamente, rock. El país estaba en plena Transición y aquella música era como un poco extraña, una ruptura con lo establecido, ¿verdad?
El rock and roll llegó tarde a España, como muchas cosas, y por motivos que todos conocemos. Tuvimos la suerte (risas) de estar en el momento indicado y en el lugar indicado. Sí tengo esa sensación de haber sido pionero y haber llegado a un pueblo que jamás había escuchado tocar a una banda de rock. Y lo hizo por primera vez con Tequila. Y eso, al final, creo que marcó la generación. No me cuelgo medalla alguna, pero sí, de repente, me encuentro con gente más o menos de mi generación que, para bien o para mal, lo que yo hice le afectó mucho en su vida (risas).
Como se suele decir, la banda sonora de nuestras vidas…
Bueno, fue una banda sonora muy importante para nuestra generación, en una época de muchos cambios, de recuperar el tiempo perdido a gran velocidad, y en ese momento sonaba Tequila. Para mucha gente, Tequila no sólo es importante por sus canciones. Tequila tuvo un calado muy profundo por el momento en que coincidió con esos años de libertad, de cambio de reglas y de normas, de descubrir un montón de cosas… Tequila estuvo presente en ese momento, en el de la libertad, básicamente.
Estás grabando la segunda temporada del programa Un país para escucharlo. Llegaste de Argentina, pero llevas tantos años en España que conoces su música como el que más. ¿Cómo ha sido la evolución musical de nuestro país desde aquellos años 70?
Es una pregunta compleja. Ha habido distintos ciclos. Empezaría diciéndote que estamos viviendo un momento dorado para las bandas y la música indie, pop, rock… como quieras llamarla… en el fondo todo es rock. Creo que no había habido una escena tan sólida y contundente, tal vez, desde los 80. Entonces la escena era un poco individualista. Ahora es una escena muy unida, muy poderosa, que permite estar viviendo el gran sueño de vivir de hacer lo que te gusta, de hacer música, y compartirla. Al mismo tiempo están ocurriendo fenómenos como las redes sociales, que influyen un montón en lo que está pasando. Los festivales, las bandas, consideradas como indie, que me parece un poco etiquetarlas… pero antes de eso pasaron muchas cosas. Primero, los pioneros, Burning, Ramoncín, Tequila… que empezamos a cantar en español y a recorrer España en coches de mierda, en carreteras de mierda, en hoteles de mierda…, tocando en escenarios imposibles (risas). La Movida… Pero de repente, llega el gran momento de explosión, donde los ayuntamientos comienzan a pagar tremendos cachés a todas las bandas, que se profesionalizan. Y, luego, hubo una época en la que todo decayó, en una especie de gran vacío. Parecía que a ningún chaval se le iba a ocurrir tener una banda de rock. Y la cosa comenzó a coger impulso, hasta ahora, que realmente es inusitado para España. Bandas y bandas, y solistas buenos, mucho rock, llenando recintos, y haciendo un trabajo de gran calidad y gran producción. Eso, a brocha gorda… (risas).
¿Qué poder tiene la música que tanto atrapa a quien la crea y a quien la consume?
Sí… La música tiene muchas cosas pero lo que no se puede explicar es lo importante… (silencio). Y ahí te lo dejo (risas). Es un sentimiento misterioso el poder de la música. Si lo pudiéramos descubrir y racionalizar, probablemente, perdería su magia. No sé cómo explicártelo. En cualquier caso, la música me salvó la vida. Y lo digo en serio: me salvó la vida. Podría haber sido un desastre, una tragedia… Si no hubiese sido por la música podría haber sido un delincuente.
Dos personas muy importantes en su vida musical han sido Alejo Stivel y Andrés Calamaro.
Sí, absolutamente. Yo tardé en comprometerme. Y hubo dos figuras, Alejo y Andrés, que ocupaban un lugar en la música, de distintas maneras, pero tenían esa vanidad (risas) que hace falta para sobrevivir en este mundo.
El haber tocado en bandas como Tequila y Los Rodríguez te ha ubicado en un lugar de privilegio en la música, pero ¿hasta qué punto ha podido tapar un poco tu intensa actividad en solitario?
A ver. Nunca conseguí en solitario las cuotas de popularidad que alcancé con Tequila o Los Rodríguez. Eso está clarísimo. Pero en solitario llevo 20 años, o más. Entonces, también tiene mucho peso, tiene un poder de estar 20 años haciendo lo tuyo, lo que te gusta, y aprendiendo a hacerlo cada vez mejor. Sobre todo, haciéndolo con honestidad y verdad. Y por suerte sin tener que trabajar en algo que no me gusta. Es un privilegio. No siempre se puede ser Tequila o Los Rodríguez (risas). Ser Ariel Rot no está nada mal.
Retomando tu cita con Sevilla mañana viernes, ¿con qué sensaciones te gustaría concluir tu actuación?
Son conciertos muy emotivos. Te diría que siempre me voy con una sensación muy poderosa. Tal vez, de todos mis formatos y de todas mis bandas, las sensaciones más poderosas que tuve fue con este show en solitario. Cuando la audiencia no es de grandes recintos y sientes que vibró tanto y al mismo tiempo te contagia con esa emoción y alegría, realmente recibo un efecto muy poderoso y largo. Quiero decir que no es un efecto efímero, sino que me dura durante unos cuantos días. Es droga dura (risas).