Albert Freixas acaba de editar un nuevo trabajo discográfico, en el que ha puesto toda la pasión que derrocha por la música, su forma de vida y su razón de ser. Con una formación forjada durante su experiencia en Londres, su trayectoria es el resumen de la fusión entre lo personal y lo artístico.
Oopalana es tu segundo trabajo discográfico, grabado sólo con guitarras acústicas y voces, ¿qué te ha llevado a recurrir a un formato tan íntimo como este?
Quería volver a la esencia, a la matriz de dónde salen las canciones, sin conservantes ni colorantes.
¿Qué sensaciones buscas en quienes escuchen tu álbum, o al menos, qué te gustaría generarles?
Paz, felicidad y amor. Creo que hemos conseguido un disco de sonidos cálidos, mates y sanadores. Por lo menos, a mí me lo han resultado.
Las diez canciones están compuestas por ti, ¿qué sientes cuando haces ese viaje interior que debe de ser la composición?
A menudo, es un ejercicio de fin de ciclo –lo que algunos/as dicen que ocurre cada 7 años-, una pirueta terapéutica para asimilar lo vivido y poder seguir adelante.
¿Por qué los temas están compuestos en inglés?
Porqué soy oficialmente trilingüe –catalán, castellano e inglés- y porque me resulta igual de fácil (o más) y directo que en las otras dos. También por mi –quizás ingenua- ambición de aún querer comerme el mundo…Llámame “romántico”… (risas).
¿Existen diferencias a la hora de componer en un idioma o en otro, o entran en ello factores propios de cada lengua?
Sí, por supuesto, hay cosas que sólo funcionan en una lengua determinada, juegos de palabras, metáforas… y nadie quiere tener la sensación de estar viendo una película mal doblada, ¿verdad?
Tu trayectoria musical es de largo recorrido, iniciada allá por el año 2000. ¿Cómo arrancó? ¿Qué motivó que te dedicaras a la música?
Todo empezó cantando canciones bajo las estrellas, al estilo más dulcemente kumbayá… Vi que una guitarra tenía el poder de unir a la gente, hacerla cantar en armonía, que podía mover montañas. Aunque supongo que mi apego fuerte, mi enamoramiento con la música, se vio influenciado y se intensificó por algunos hechos trágicos en mi vida adolescente. El cáncer y posterior fallecimiento de mi padre a los 15 me hizo refugiarme en ella y, como siempre a partir de ese momento, no me falló.
Le estoy muy agradecido a la Madre Música (sonrisa), es casi como una creencia religiosa. Creo en su poder curativo y a la vez me derrite su cercanía a los corazones de la gente.
En 2011 publicaste tu primer disco, {u}, con éxito de crítica y con el reconocimiento a través del premio Altaveu Frontera 2012. ¿Cómo sientes que has evolucionado como artista en estos siete años?
La verdad es que la evolución ha sido inconsciente, pero sí que noto que mi voz se ha hecho más clara, con más matices y menos esfuerzos. A nivel de composición, mis temas se han acercado a la gente, creo, aunque sigan jugando con complejidades escondidas.
¿La evolución como artista ha de ir pareja a la personal?
Supongo que inevitablemente, todos crecemos y evolucionamos – si decidimos abrirnos a la vida y a escucharla-, aunque no seamos conscientes de ello.
Se podría decir que tu cuna artística fue Londres, ¿en qué sentido te ha marcado el hecho de iniciarte allí, con proyectos como The Ventriloquist Band o Martha Rose?
Para mí fue como la mejor de las escuelas. Me hizo ponerme las pilas el hecho de tocar con gente mucho más potente y estudiosa que yo. Me regaló muchos momentos de descubrimiento y afianzó mi creencia de que quería vivir en y por la música. Siempre.
Para quienes no sepan en qué consiste. ¿Podrías explicar para Gatrópolis que es el «looping», una técnica utilizada por ti?
Por supuesto: Consiste en grabar tu voz y guitarra a tiempo real, o sea, mientras das el concierto, en unos pedales electrónicos -loop pedal- los cuales te permiten grabar en bucles, para ir sumándolos al sonido en directo, colocándolos uno encima de otro y así crear paisajes sonoros más complejos que con solo una voz y dos manos sería imposible de conseguir. Para entenderlo bien del todo, lo mejor es acercarse a uno de mis conciertos (risas).
Oopalana está dedicado a la memoria de tu abuela Esperança. Qué bello instrumento es la música para transmitir sentimientos, ¿verdad?
Te diría que es uno de los mejores canales para hacerlo. La música es el gran regalo que una gran parte de la humanidad parece cada vez menos dispuesta a apreciar… tristemente. Pero, para los que sí lo hacemos, ¡las recompensas son infinitas!
¿Albert Freixas sería el mismo sin su sensibilidad para la música?
No. Seguramente estaría trabajando como inspector de Hacienda o algo así de gris.
Para acabar, ¿hasta dónde te gustaría llegar con Oopalana?
Hasta el corazón de todos mis oyentes.