Soleá, cante flamenco a compás de gran conjunción rítmica y melódica; Morente, mítica saga artística que tiene como máximos exponentes a Enrique Morente y a Aurora Carbonell, y que se perpetúa generacionalmente con Estrella, José Enrique o Soleá Morente, la misma que en la noche de ayer propició en el Centro Andaluz de Arte Contemporáneo (CAAC) que los caminos de Sevilla y Granada, Granada y Sevilla, se volvieran a cruzar gracias a la magia de la música. De esa combinación de palabras, Soleá y Morente, nació una artista que con solo dos álbumes se ha colocado como un referente en el panorama musical actual.
Ayer, Soleá Morente contó con la inestimable complicidad del grupo granaíno Napoleón Solo, con Alonso Díaz (productor asimismo de Ole Lorelei, segundo álbum de la joven artista), Eduardo Espín Pacheco, José Ubago y Luis Miguel Jiménez, y con Lorena Álvarez (quien juega un papel destacado en la última producción de la cantante) y Rocío Morales en los coros y las palmas. Y cuando se habla de complicidad se hace en su sentido profundo, puesto que esta arriesgada apuesta musical se vio respaldada con un elenco de artistas que actuó en perfecta sintonía.
Quienes hacemos Gatrópolis tuvimos el privilegio de asistir a la actuación que Soleá Morente ofreció en el verano de 2016 en el Festival Ojeando, entonces promocionando su primer trabajo en solitario, un disco titulado Tendrá que haber un camino, publicado en 2015. Y aunque la trayectoria musical de la madrileña (con hondas raíces vitales y artísticas granadinas) ya era conocida desde muy pequeña, lo cierto es que aquella noche sorprendió sobre un escenario que se quedó pequeño ante su empuje y su frescura. Y es que la fusión de su pop/rock con el flamenco, incluso con el funk, en busca de la diversidad musical de su arte, le confieren un status proclive a romper límites, a acercarse a un público variado que ve en la joven el ejemplo de lo que realmente es la música: sentimiento, fuerza, pasión, amor y desamor, alegría y tristeza… pero ante todo, un camino hacia lo universal.
Como decimos, en la noche de ayer, en el CAAC, hubo una fiesta. Ole Lorelei (publicado el pasado 16 de marzo) fue presentado en vivo ante un público que disfrutó con Soleá Morente. Todas las canciones de este último álbum, así como algunas del primero, el referido Tendrá que haber un camino, formaron parte de un repertorio que duró prácticamente hora y media, y que dejó un gratísimo sabor de boca. `Ya no solo te veo a ti´ (un tema magnífico), `La misa que voy yo´, `Grandes locuras´, `Por tu querer como un niño´, `La alondra´, `Olelorelei´, `Amores´, `Anoche me preguntabas´, `Por qué será´ (con la colaboración del guitarrista Víctor Iniesta, quien subió al escenario para el fin de fiesta), o la pegadiza y reivindicativa `Baila conmigo´ sonaron en el aire sevillano, y fueron combinadas con `Tonto´, `Todavía´ (todo un referente ya en su aún corta discografía), `Eso nunca lo diré´, `Dama errante´ o `Esta no es manera de decir adiós´.
Es obvio el influjo de sus antecedentes musicales, y tanto la admiración como el amor que Soleá Morente desprende sobre su padre quedan reflejados en su trabajo y en sus conciertos. Guiños inevitables aparecieron en forma de pequeñas gotas, bien dosificadas pero de enorme calidad, para el goce del público, con las seguiriyas `Mírame a los ojos´, o las alegrías `Esa rosa´. Eso ocurrió en la noche de ayer, todo un tributo a una manera distinta de hacer música, siguiendo un camino que hace varias décadas inició el recordado Enrique Morente.
Fotografía de portada de Patricia del Zapatero.