James Rhodes tiene muchas cosas positivas. Además de acercar al público más (y menos) joven, tiene la capacidad de atraerte a sí mismo. Creo que conocer el pasado y el presente de él hace que sus audiciones te sobrepasen.
Durante el concierto del pasado 25 de octubre en el Cartuja Center de Sevilla, dijo algo así como que “la música clásica está llena de tristeza, de la más profunda tristeza, pero también de felicidad”. Todas las composiciones que toca tienen esa contraposición de tristeza vs. felicidad que le dan una franqueza totalmente verosímil. Y así también es Rhodes: un hombre tímido, lleno de tristeza por momentos, pero con ese punto de humor y felicidad que hasta la composición más triste (véase `Romance´, el 2º movimiento del Concierto para piano nº 1 de F. Chopin) puede desprender. Se nota que Rhodes sabe lo que hace, y sabe conquistar a su público.
Comenzar con un “fuck Donald Trump” siempre es un acierto asegurado, pero quizás lo que más pueda emocionar de los comienzos de los conciertos de Rhodes sea su interpretación del `Adagio´ de Bach–Marcello.
Ya tuve la dicha de disfrutar hace unos meses de un concierto de Rhodes (fui a verle a Granada en mayo, y tuve la oportunidad de conocerle personalmente), por lo que se podría pensar que ya no tiene ningún tipo de sorpresa. Pero quien suscribe disfrutó del concierto como la primera vez. Y esa es la magnitud a la que llega James Rhodes. Desprende magia, tanto tocando al piano como hablando, y aunque te sepas los chistes que va a hacer, nunca te cansas de escucharle (en ninguna de sus vertientes). El disfrute 360 llega al cerrar los ojos, y disfrutar las composiciones interpretadas por Rhodes como si no hubiera nada ni nadie, salvo él junto a su piano.
No es fácil que un pianista llene 3/4 de un auditorio como el Cartuja Center. Tenemos mucha suerte de que su gira Fire on all sides haya sido concebida ahora mismo, cuando él reside en España, pues le está permitiendo visitar tantas ciudades españolas como quiere (y eso, para ambos, es extraordinario). La música clásica no es que no sea apta para todos, es que necesitamos que músicos como James Rhodes nos la hagan tan cercana.