Sandra Aza: “La historia de Libelo de sangre estaba dentro de mí, como si tuviera vida propia; creció poco a poco”
La escritora nos habla de su primera novela
Con Libelo de sangre (Planeta), Sandra Aza se estrena como novelista. Se trata de una novela histórica, rigurosamente documentada, que une de manera excelsa la ficción con la realidad. Efectivamente, el hecho de que la obra sea presentada con gran realismo no le quita la esencia y la pureza del estilo novelesco. Emoción, suspense, intriga, tensión, incluso humor, ¿por qué no?,… conforman una combinación ideal para que el lector no le pierda la cara a la trama a pesar de sus prácticamente 800 páginas. Madrid en el siglo XVII nos espera para un viaje lleno de emociones.
Libelo de sangre… ¡Vaya estreno! Se entiende que su elaboración te ha debido de dar un trabajo muy grande, pero emocionalmente habrás tenido que hacer asimismo un enorme esfuerzo.
Sí. Me sumergí tantísimo que al final me sentía allí, donde se desarrollaba la historia. Solamente tenía que describir lo que veía. Porque lo veía… Lo sigo viendo. Es como estar allí. Lo visualizaba. Al principio tuve que empaparme de todo lo relacionado con el Siglo de Oro, de la manera de vivir, del léxico, de los comportamientos, de la moda, la gastronomía… Comencé poquito a poco y me vi metida tanto… Hubo un momento en que hablaba raro. Me decían, “pero, ¿qué dices?”. Y no lo podía evitar. Me decían que me desintoxicara, pero no podía. Temía que se me olvidara y no me volviera a salir igual a la hora de escribir. Hubo un momento en que el lenguaje me salía muy fácil. Por eso era esa esclavitud. No podía dejar de sentir, de vivir, lo que estaba escribiendo.
Historia y ficción se unen magistralmente en Libelo de sangre. ¿Cómo has afrontado una tarea tan ardua? Realmente, ¿tanto llega a afectar?
Sí. Como me leía tantas veces cada capítulo, corregía, cambiaba… Y en las peores escenas pensaba que me iba a ir al infierno. Porque los personajes llegan a tener vida propia. Y me decía, deja de hacerles daño. ¡Cuánto mal les estás haciendo a esas personas! Y mi marido, mis amigos, me decían que no existen. Pero yo las sentía como si existieran y pensaba que les hacía daño. Igual que me he divertido mucho escribiendo la novela, también lo he pasado mal en algunos momentos.
Fotografía de Andrea del Zapatero
Tu primera novela. ¿Cuándo y cómo nace?
Creo que la historia estaba dentro de mí. Como si tuviera vida propia. Fue creciendo en mi interior, poco a poco. Yo ejercía mi profesión, era abogada, estaba feliz, pero tenía ese sueño ahí. Siempre tuve claro que sería una novela en Madrid y en el Siglo de Oro y con la Inquisición. Eso lo tenía clarísimo. La trama no sabía cómo iría, pero esa idea sí era cierta. Pero no dejaba de ser un sueño. Hasta que llegó un momento en que no podía pensar en otra cosa. Y al final, el sueño pudo más que yo.
La novela es un retrato minucioso del Madrid de principios del XVI. Además de disfrutar con una ficción hábilmente gestionada, has hecho una obra con un gran rigor histórico. ¿Ha habido mucho trabajo de investigación?
Sí, sí. Ha habido un trabajo de investigación enorme, y también un baño de humildad que no te puedes imaginar. He escrito sobre Madrid porque siempre me ha gustado mucho la historia en general, y la de Madrid. Disfruto mucho de Madrid. Y he leído mucho sobre la ciudad. Hasta que digo, “voy a escribir una historia sobre Madrid”. Y cuando te plantas en el capítulo 1 y describes la casa de Saturnino, te das cuenta de que no sabes tanto como creías de cómo eran las casas: ¿de piedra?, ¿de tierra?, ¿de madera? ¿Cómo era el techo? ¿Había cristales en las ventanas? Ahí es cuando tienes que irte al detalle, a ése que se le escapa incluso a quien dice que sabe mucho de algo. Y para eso tienes que conocer esos detalles. Y yo no los conocía. Y fue cuando me puse a documentarme. Sobre la bebida, el calzado, los hogares, la Inquisición en Madrid, los bazares… Solo para escribir sobre los juguetes me leí un libro entero. No tenía ni idea con qué juguetes jugaban los niños en el siglo XVII.
No puedo juzgar la historia desde mi punto de vista actual. Lo que ahora me parece insólito, antes era absolutamente normal
Sandra Aza
Has sido fiel a la manera de hablar del siglo XVII, haciendo uso de expresiones, refranes, palabras…, como “La mala hierba crece y rápido envejece”, “A río agitado, sentarse en la orilla”, o boquiflojos, pelagallos, catacaldos…
En aquella época, las coplillas tenían mucha vida. Esto lo hemos heredado. El castellano es muy rico. Tiene unas palabras… Y se usaba con mucha naturalidad. Para pedirte limosna te hacían una poesía, y no digamos del galán que quería requebrar a una dama; era un soneto en toda regla. Ya quisiera Góngora a Violante. El castellano tiene unas palabras preciosas. Muchas han caído en desuso. He querido rescatarlas. Si a un cobarde le llamas temebrisas le puedes insultar de manera elegante.
¿La Inquisición es uno de los puntos negros de la historia de España?
Es un lastre injusto en la historia de España. Ha sido una de mis grandes sorpresas. Cuando empecé a investigar iba con todos los prejuicios que todos tenemos, y cuando profundicé en ella, me di cuenta de que la Inquisición española no es lo que nos han contado. Se regía por unos procedimientos muy rigurosos. Era lo que era, y era tan dura como sabemos, pero era un tribunal religioso completamente integrado en la época. Completamente normal. Pero parece que solo hubo una inquisición en España. Y hubo otras muchas en Europa. Y muchísimo más sangrientas. Ahí tenemos a los tártaros, los templarios, la caza de brujas… En España, el delito de brujería no existía para la Inquisición, y mira lo que pasó en otros sitios. Quiero decir que nos han cargado con la leyenda negra de la Inquisición y aunque tiene mucho de negro, también tiene mucho de leyenda. A mí me ha sorprendido. En Libelo de sangre se exponen los engranajes de la Inquisición tal cual eran. Sin entrar en valoración. Juzgar la historia es una tontería. No puedo juzgarla desde mi contexto histórico, desde mi punto de vista actual. Lo que ahora me parece insólito, antes era absolutamente normal. La tortura estaba admitida en toda Europa. Algo que me parece alucinante.
En Libelo de sangre tienen un gran protagonismo los mentideros, lugares de encuentro donde la gente se reunía para hablar de cualquier tema, y donde el límite entre la verdad y la mentira no se distinguía. ¿Los mentideros podrían ser las redes sociales de ahora?
Por supuesto. Se lanza un bulo, se hace viral… Y si encuentra buenos derroteros, ese bulo se convierte en verdad. Y hace mucho daño a mucha gente. Ahora hay muchas redes, muchos lugares, pero entonces estaba más concentrado en determinados sitios físicos. Si querías ir a cotillear o a hacer tertulia tenías que ir a un mentidero. La gente tenía una lengua viperina tremenda… (risas). El madrileño tenía telita.