Roberto Santiago: “Cuando las palabras salud y negocio van juntas, algo puede salir mal”
'La rebelión de los buenos', Premio Fernando Lara 2023
El XXVIII Premio de Novela Fernando Lara ha sido para Roberto Santiago, quien con La rebelión de los buenos (Editorial Planeta), su obra posterior al fenómeno Ana, ha confirmado las buenas sensaciones que ofreció entonces. En Sevilla fue distinguido recientemente con uno de los galardones más relevantes de la literatura española. Gatrópolis ha aprovechado su regreso a la ciudad andaluza para tener un rato de agradable conversación con él.
Antes que nada, enhorabuena por la novela y por el reconocimiento que la misma ha tenido con el Premio Fernando Lara 2023.
Muchas gracias. La verdad es que este premio me ha hecho mucha ilusión. Para mí es una de las mejores cosas que me han pasado nunca. Sevilla me trae mucha suerte. Estoy muy feliz de presentar la novela. Acaba de llegar a las librerías. Y, claro, hay que volver aquí para disfrutar.
Si a una buena obra le añadimos un galardón como éste, su valor se multiplica, ¿verdad?
Evidentemente, un premio como el Fernando Lara le da más visibilidad a la novela, más oportunidades para llegar a más lectores. Y a nivel personal me ha hecho mucha ilusión. Porque la han ganado autores que me encantan. Y formar parte de esa lista, aunque sea abajo del todo (risas)… Umbral… Yo estaba obsesionado con Umbral… Con sus novelas, sus columnas… Terenci Moix… Todos… Es una lista increíble. Impresionante.
Por ponerle una etiqueta, La rebelión de los buenos es un thriller judicial…
Sí, hay que etiquetar. Es un thriller judicial; también una novela negra.
La rebelión de los buenos llega tras Ana… y volvemos a verte en el complicado ámbito de la denuncia social. En esta ocasión con un escándalo generado por una importante empresa farmacéutica. Te he oído decir que es una obra de ficción pero basada en hechos reales e investigados. Al final, toda ficción procede de una realidad, ¿cierto?
Tengo la teoría de que todas las novelas, todas, incluso las que no son conscientes de ello, son reflejos de la sociedad y de la realidad en la que son escritas. En este caso, sí soy consciente porque he hecho un trabajo de documentación previo muy grande sobre las farmacéuticas, sobre la cantidad de demandas y querellas que hay con estas empresas en Europa. Y, bueno, también de la parte judicial. He estado en muchos juicios en la Audiencia Provincial, en la Audiencia Nacional, y soy muy consciente de que es una novela de ficción, pero muy documentada y basada en hechos y datos reales.
La novela pone sobre la mesa un problema del que todos hablamos, pero como en otras situaciones, nadie pone remedio. Es un tema muy delicado. ¿Estamos en manos de las farmacéuticas?
Sí. La salud es lo más sensible del ser humano. Y todos los medicamentos que tomamos en nuestra vida, todos, sin excepción, vienen de multinacionales privadas. Es curioso porque es dejar la salud, entera, de la sociedad, en manos privadas Y no ya privadas, sino de grandísimas multinacionales. Su principal objetivo es evidente, hacer negocio. Cuando las palabras salud y negocio van juntas, algo puede salir mal. También las farmacéuticas han hecho cosas estupendas por la sociedad. Faltaría más. Han hecho grandes avances científicos. Pero tienen comportamientos muchas veces que debemos denunciar, para que mejore el sistema.
Fotografía de Álvaro Serrano Sierra
¿Todo el mundo tiene un precio? Si tú te vendes es porque alguien te compra
Roberto Santiago sobre La rebelión de los buenos
La novela también da para cuestionarnos sobre lo vulnerables que podemos llegar a ser cuando el dinero llama a nuestra puerta. ¿Todos tenemos un precio?
Claro (risas). Es una pregunta que me encanta porque recorre toda la novela. ¿Todos tenemos un precio? ¿Todos nos venderíamos en un momento determinado? ¿Por cuánto? ¿A cambio de qué? Yo no tengo las respuestas, pero sí tengo clarísimo que en determinadas circunstancias, cualquiera, si está muy asfixiado, si tiene problemas verdaderamente graves, hay un momento en que se plantearía la duda de si se vendería o no. ¿Eso significa que somos malos? No. Significa que la humanidad es así de compleja y contradictoria. Y el hecho de que haya personas que se quieran aprovechar de eso aparece en La rebelión de los buenos. Se pone de manifiesto esto. Porque si tú te vendes es porque alguien te compra (risas). Es así.
El título de la novela, La rebelión de los buenos, te mantiene en ascuas durante una gran parte de la misma porque no sabes de dónde puede venir. Hasta que, sin destripar la obra, llega un momento en que dices, “vaya, aquí está la respuesta”. Obedece a esa dualidad que existe entre lo bueno y lo malo. Al final te decantas por la teoría de que sí hay buenos y malos en la sociedad.
Sí. Creo que sí. Esto de lavarse las manos y decir que todos somos buenos y malos… Al final hay decisiones que te colocan en un lado o en otro. Y no es tanto por la naturaleza del ser humano, sino por la decisión que tomas. Efectivamente, sin desvelar nada, La rebelión de los buenos es un título muy ilustrativo. Tengo una manía de escritor. Necesito poner el título antes de escribir la novela. Sí, lo pongo. Y es como un faro. Me ilumina. A partir de aquí ya veremos qué ocurre. Pero yo no sabía que el título iba a aparecer dentro de la historia. Forma parte de ella en un momento determinado. Pero más allá de eso, que es algo que me gusta que ocurra, no lo tenía previsto, porque al empezar a escribir no lo sabía aún, y la palabra rebelión, rebelarse, es no aceptar el sistema como es, ver que tiene grietas. La única manera para mejorarlo es agitarlo, rebelarse, en definitiva. Es una de las principales motivaciones de la novela.
Fotografía de Patandi
También le das un toque de atención al sistema judicial.
Todos, todos los sistemas son mejorables. Hay un tema que para mí es de gran importancia. ¿La justicia es igual para todos? ¿De verdad es igual para una persona que tiene miles de millones que para quien no tiene recursos ni para pagarse un abogado? ¿Es igual? Yo creo que no. Lo siento mucho pero creo que no es igual. No es lo mismo tener 200 abogados para que lleven tu caso y le den la vuelta a tener un abogado de oficio que te va a dedicar dos horas como mucho y que va a salir del paso. Sí creo en el sistema judicial, muchísimo. Pero también pienso que es muy mejorable.
La riqueza que poseen los personajes ayuda mucho a darle más brillo a la novela. En un reparto coral hay dos que darían para una historia por sí mismos, los abogados-detectives Jeremías Abi y Trinidad Bardot. Tienen muchas cosas que contar. Háblame de Jeremías.
Sí. Los dos principales protagonistas de la novela son Jeremías y Trinidad. Sin duda son los dos grandes pilares. Jeremías es un tipo que tiene mucho talento para muchas cosas. Es muy observador, brillante como abogado, que tiene la justicia en las venas, pero posee otra parte un poco compleja. En situaciones límites se pone violento; y la violencia siempre es injustificable. Hay un momento de la novela en que dice algo de sí mismo que le caracteriza, y es que por su comportamiento ha ido expulsando de su vida a las personas que más ha querido, y a las que más le han querido a él. Dicho así puede sonar cínico. Pero no lo es. Es doloroso llegar a esa conclusión. Es muy duro.
¿Y Trinidad?
Ella se define así misma como la sucesora de Jeremías. Es curioso porque cuando empecé tampoco sabía el viaje tan grande que ella iba a hacer. Y termina no sólo llevando un caso judicial muy relevante, sino haciendo un importante viaje personal y emocional para volver a su pasado y saber de dónde viene su dolor. Por suerte no tengo que elegir, pero si no tuviera más remedio, ese viaje que hace Trinidad es el que más me ha costado hacer. Caben los dos en la novela. Comparten protagonismo, voz, y cada uno a su manera viven un cambio muy grande a lo largo de la historia.
La única manera para mejorar el sistema es agitarlo, rebelarse
Roberto Santiago sobre La rebelión de los buenos
A pesar de la complejidad de los temas tratados en la novela, hay algunos momentos en los que el humor aparece en la trama. ¿Es bueno romper el duelo con una sonrisa para poder llevarlo mejor?
Es posible… Es algo curioso porque no es deliberado. Ha ido ocurriendo sin darme cuenta. Me viene a la cabeza, por ejemplo, el personaje de el Duque, el abogado defensor de la farmacéutica, de esta gran corporación. Es un tipo invidente, un poco excéntrico, aristócrata… Le gusta vivir los juicios como si fueran un gran show. Y hay momentos en que tiene respuestas y comportamientos que pueden ser divertidos, pero entre comillas, porque si rascas un poco, debajo de ese momento humorístico, está pasando algo terrible. Entonces, el humor, desde luego, aparece en La rebelión de los buenos, pero nunca se busca, nunca es la finalidad. Aparece como parte de una situación terrible. Es un humor que te congela la sonrisa.
John le Carré trató la corrupción de las farmacéuticas en El jardinero fiel, llevada al cine por Fernando Meirelles. Un drama social. ¿Te has planteado cómo se puede vivir sobre el daño ajeno? Tantos años después de ambas obras, poco hemos cambiado, ¿verdad?
Sí. John le Carré escribió nada menos El jardinero fiel… Es una novela que me gustó mucho, igual que la película. Es curioso. Se ha tratado muy poco en la ficción el asunto de las multinacionales farmacéuticas. Muy poco. Con la pandemia se habló algo más de ellas. Hubo debate público. Pero se ha tratado poco en literatura y en cine. No parece que haya mejorado mucho la situación en este sentido (risas). El sistema apenas ha cambiado en cuanto al comportamiento ético en algunos aspectos de las farmacéuticas. No sé hacia dónde van. Pero la única manera de que eso mejore es poner la mirada ahí, preguntarnos cosas, y generar el debate público. No hay otra manera. No va a mejorar por sí mismo. Si son empresas multinacionales que cada vez ganan más, que cada vez tienen más poder, que cada vez manejan más dinero, por ellas mismas no se va a regular esta situación. De ellas no va a salir ganar menos dinero o tener un comportamiento más ético. No va a ocurrir. Sólo será así si hay debate. Ha crecido tanto esta industria que antes, hace 20 o 25 años, era la octava del mundo. En este tiempo se ha convertido en la tercera, pisándoles los talones a las energéticas y a las tecnológicas, que son las dos primeras. ¡Están las farmacéuticas por encima del sector armamentístico, del bancario! Es tremendo el poder que juntan.