'Una habitación propia (Virginia Woolf, 1929)'

Hoy, 8 de marzo, se celebra el Día Internacional de las Mujeres. Como no podía ser menos, Gatrópolis se quiere unir a un día que, como dijera recientemente Isabel Viruet, presidenta del Consejo Territorial de la Organización Nacional de Ciegos Españoles en Andalucía, Ceuta y Melilla, durante la presentación del cupón conmemorativo de tal acontecimiento, “no hay nada que celebrar, y mucho que reivindicar”. Y en cuanto a reivindicaciones, la ONCE sabe mucho y bien.

Virginia Woolf

Para adherirse a este Día Internacional de las Mujeres, Gatrópolis quiere recordar la figura de una mujer universal, señora de las letras, como fue Virginia Woolf. Y lo quiere hacer recordando una obra suya, un ensayo basado en dos conferencias que dio en octubre de 1928 en la Sociedad Literaria de Newham y la Odtaa de Girton, universidades femeninas de la Universidad de Cambridge. Una habitación propia (A room of one’s own) fue publicado el 24 de octubre de 1929.

Una habitación propia (Virginia Woolf, 1929)

El manuscrito utilizado en las conferencias llevaba el título Mujeres y Ficción, generalmente clasificado como texto feminista. “Una mujer debe tener dinero y una habitación propia para poder escribir novelas; y esto, como veis, deja sin resolver el gran problema de la verdadera naturaleza de la mujer y la verdadera naturaleza de la novela”, dijo Virginia Woolf en su intervención. Ello aparece plasmado en Una habitación propia, reclamando ese espacio necesario para las escritoras que entonces vivían en la más estricta tradición literaria gestionada solo por hombres. Y es que Virginia Woolf fue una luchadora incansable de los derechos de la mujer y, en concreto, del papel relevante que las escritoras debían poseer en esa sociedad asfixiante.

Discriminación familiar y social

La autora de obras de la calidad de La señora Dalloway (1926),  Al faro (1927), Orlando (1928) o Las olas (1931) denunciaba que la falta de protagonismo de la mujer en la creación literaria se debía en gran medida a algo que lamentablemente ha marcado su trayectoria histórica: la ausencia de una independencia económica que le otorgara libertad para escribir y, por tanto, para crear. Precisamente, en el seno familiar en el que creció, ella no poseía los mismos derechos que sus hermanos Adrian y Thoby, frutos del matrimonio de su padre, el biógrafo Leslie Stephen con su segunda esposa Julia Jackson, madre de la escritora. Y ello obedecía a la creencia de la época que relegaba a las hijas (en este caso, Vanessa y la misma Virginia) a un papel secundario, más relacionado con las labores del hogar que a su presencia en la escuela.

Una habitación propia (Virginia Woolf, 1929)

Virginia Woolf repasa en Una habitación propia la trayectoria literaria de Aphra Behn, Jane Austen, Charlotte Brontë, Emily Brontë, Anne Finch…, pero se entretiene asimismo en temas como el lesbianismo: «Entonces, puedo deciros que las palabras que a continuación leí eran exactamente éstas: “A Chloe le gustaba Olivia…”. No os sobresaltéis. No os ruboricéis. Admitamos en la intimidad de nuestra propia sociedad que estas cosas ocurren a veces. A veces a las mujeres les gustan las mujeres»; la violencia de género; las bodas por interés social y económico en las que las hijas tenían un papel fundamental pero pasivo; la idealización de la mujer en la ficción escrita por hombres y el maltrato social que, sin embargo, reciben en la vida real… “Os he dicho durante el transcurso de esta conferencia que Shakespeare  tenía una hermana; pero no busquéis su nombre en la vida del poeta escrita por Sir Sidney Lee. Murió joven… y, ay, jamás escribió una palabra…”, lamenta Virginia Woolf para concluir “…Ahora bien, yo creo que esta poetisa que jamás escribió una palabra y se halla enterrada en esta encrucijada vive todavía. Vive en nosotras y en mí, y en muchas otras mujeres que no están aquí esta noche porque están lavando los platos y poniendo a los niños en la cama. Pero vive…”.

La buena armonía

La escritora natural de Londres y fallecida en Lewes, Sussex, es un icono del feminismo, y fue una defensora del lugar que a las mujeres se les negaba, y se les sigue negando, en la sociedad. En Una habitación propia lo pone de manifiesto, pero no tiende su mano para la exclusión, sino todo lo contrario, para que, como dice “Alguna clase de colaboración debe operarse en la mente entre la mujer y el hombre para que el arte de creación pueda realizarse”. Porque como expresó, “Es funesto ser un hombre o una mujer a secas; uno debe ser “mujer con algo de hombre” u “hombre con algo de mujer…”.

Su matrimonio fue una constante declaración de amor. Su vida con Leonard fue intensa hasta que su tren llegó a la última estación de manera inesperada y forzada por ella misma. Sus palabras de gratitud y amor hacia su esposo en la carta que dejó escrita antes de su muerte son elocuentes: “Siento que voy a enloquecer de nuevo. Creo que no podemos pasar otra vez por una de esas épocas terribles. Y no puedo recuperarme esta vez. Comienzo a oír voces, y no puedo concentrarme. Así que hago lo que me parece lo mejor que puedo hacer. Tú me has dado la máxima felicidad posible…”.

Una mujer especial

Virginia Woolf falleció el 28 de marzo de 1941. Dentro de 20 días se cumplirán 78 años de ello. Una habitación propia, todo un alegato en favor de la buena convivencia entre el hombre y la mujer, entre la mujer y el hombre, se publicó por primera vez, como decimos, el 24 de octubre de 1929. En el actual 2019 se cumplirán, pues, 90 años. Hoy, 8 de marzo, Día Internacional de las Mujeres, Gatrópolis quiere homenajear a todas esas mujeres que como la escritora londinense luchan por la igualdad y la libertad.

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