La tercera novela de David B. Gil, Ocho millones de dioses (Suma de Letras), nos lleva al Japón feudal, en los años en los que la Compañía de Jesús se afanaba en transmitir los valores del Cristianismo en un mundo desconocido y lejano.
Tras El guerrero a la sombra del cerezo e Hijos del dios binario, David B. Gil nos relata las vicisitudes por las que ha de pasar el jesuita Martín Ayala, quien para su protección es acompañado por el joven samurái Kudö Kenjirö, al serle encomendado el esclarecimiento de varios crímenes cometidos sobre miembros de la compañía.
Japón y el mundo occidental está en fase de conocimiento mutuo. Dos civilizaciones muy distintas y unas condiciones naturales hostiles para quienes llegan al país asiático. Martín Ayala, no obstante, no es novato en estas lides. Hacía 10 años que había dejado atrás al país nipón, donde había estado misionando durante dos décadas, lo cual, unido a su excelente dominio de la lengua de la zona, le convertía a ojos de la Iglesia en el hombre ideal para la misión.
Ocho millones de dioses es una ficción histórica que combina el misterio y la intriga de la novela negra con las incursiones que las misiones jesuitas llevaron a cabo en Japón a finales del siglo XVI. Una novela, pues, con el añadido del conflicto cultural y religioso existente entre Japón (el país con los ocho millones de dioses), y los occidentales que llegan allí.
Pero ¿qué hay detrás de los crímenes de los jesuitas? ¿Qué razones empujan a sus asesinos a acabar con la vida de estas personas? ¿Quiénes son estos asesinos? Para ello, Martín Ayala se desplaza hacia el corazón del Japón feudal, para responder a estas preguntas.