Sonsoles Ónega regresó a las librerías el pasado junio con su nueva obra Mil besos prohibidos (Editorial Planeta). En ella nos presenta a Costanza, una mujer joven, pero con un largo e intenso recorrido vital. La vida no se lo ha puesto fácil desde bien pequeña, en lo que a lo sentimental se refiere. En el otro extremo de la historia nos encontramos a Mauro, su amor de juventud y el único hombre al que realmente ha querido. Separados durante veinte años, la Gran Vía de Madrid será testigo de ese reencuentro, dando el comienzo a esta historia.
En Mil besos prohibidos, Sonsoles Ónega nos ofrece una lección sobre el perdón y la culpa. De cómo ambos conceptos pueden convertir nuestra existencia en el lugar más terrible del mundo, paralizándonos y no dejando que avancemos. Dos sentimientos que encontramos reflejados en varios personajes de la novela, pero que cobran más fuerza si cabe en sus protagonistas, Costanza y Mauro. En ellos vemos que el perdón y la culpa que más pesan son las que nos infligimos nosotros mismos.
Mauro decidió ingresar en el seminario para servir a Dios, auto-imponiéndose una penitencia de por vida por un suceso ocurrido siendo muy joven, y con el que cargará toda la vida. Esta promesa se ve alterada cuando tras veinte años sin verse, él y Costanza se encuentran de manera casual en el centro de Madrid. Un hecho que removerá al padre Mauro por dentro, y que despertará en él un debate interno, seguir por el camino en el que ha prometido servir a Dios y a su iglesia, o por el contrario seguir a sus sentimientos y apostar por el amor de su vida.
Costanza por su parte siguió su camino, se casó, tuvo una hija y es respetada y admirada en su profesión, primero como fiscal del Estado y después como abogada en un bufete de éxito de la capital. Pero a ella la vida no le ha tratado mejor. A sus fantasmas del pasado se les unen los del presente, teniendo que prometerle a su madre que cumplirá su voluntad, ocultándole al mundo su verdadera realidad. Poco a poco la joven se encuentra con una cruz que la asfixia, y que le ha hecho olvidar su verdadera felicidad.
Ambos personajes se reencuentran física y emocionalmente. Tanto Costanza como el padre Mauro cargan con decisiones y culpas que no les corresponden. Un dolor que se calmará al recordarse la existencia del otro, pero sobre todo al recordar el amor que se sienten.