Difícilmente se puede entender la dimensión estratosférica que un futbolista puede poseer como Diego Armando Maradona si no se ha tenido cierto contacto con el mundo de un deporte/espectáculo/negocio como el fútbol; bien como aficionado, dirigente, futbolista, periodista. No es posible entender en caso contrario la razón por la que un ser humano puede alcanzar la condición de divinidad por la religión pagana de los hinchas futbolísticos. Maradona. El pibe, el rebelde, el dios (Libros Cúpula) es una excelente obra escrita por Guillem Balagué sobre el mejor futbolista del mundo de todos los tiempos. Pero no debería ser un libro al uso. Porque, efectivamente, no es sólo una biografía sobre un futbolista. O al menos no debería entenderse ni ser leída únicamente desde ese punto de vista.
Verán, Maradona. El pibe, el rebelde, el dios es un manual de vida. Es una obra que debe servir de apoyo en las escuelas de fútbol en la formación de futuros o posibles futbolistas. Porque no hay que olvidar que pocos llegan a la élite y que ante todo son personas en desarrollo.
Maradona. El pibe, el rebelde, el dios se retrata a un deportista que salió de la pobreza, que alcanzó la gloria futbolística gracias a su talento innato pero también a su perseverancia y a su espíritu luchador. Desde niño soñó con ser futbolista y ganar un campeonato del mundo. Con 15 años debutó en la primera división argentina, en el Argentinos Juniors, y con 16 lo hizo en la selección nacional absoluta, con César Luis Menotti.
Pero tras la lectura de Maradona. El pibe, el rebelde, el dios, al igual que ocurre con la de otras obras escritas sobre la figura de Maradona, como la autobiográfica Yo soy el Diego de la gente (Planeta Editorial, Spanish Edition), se queda un sabor de dulzura (por la plausible carrera deportiva y profesional de D10S) y de amargura (por la figura de juguete roto que exhibe). Maradona, al igual que otros mitos del deporte, del cine, de la música, pagó con su felicidad y su vida un alto precio para triunfar en su profesión.
Diego Armando Maradona cumplió su sueño de niño criado en la pobreza de Villa Fiorito pero pocas veces fue el dueño de su vida. «La masa mostraba su alegría, como un monstruo de miles de cabezas, de pie, unidos por abrazos y el cántico de «Diegoooo»«.