'Leiva. Toquemos juntos hasta que la muerte nos joda (Wilma Lorenzo, 2018)'

La vez que Wilma Lorenzo nos habló sobre la importancia de los kilómetros

Yo antes quería ser Wilma Lorenzo. Siempre le he tenido envidia. Ojo, envidia sana. Hace poco coincidí con ella en un concierto y me daba vergüenza acercarme a ella por cuánto la admiro. Siempre he querido ser ella. Pero ya no. Pero no por nada, sino porque quiero ser la mejor versión de mi misma, y esa veda la han abierto mujeres artistas como ella, y lo demuestra en el libro como Toquemos juntos hasta que la muerte nos joda (Planeta, 2018). Por todo esto, y más, tenemos que estarle agradecida.

Wilma Lorenzo publica su primer libro

Durante los últimos años he tenido la suerte de acompañar a diferentes bandas en sus giras, y por ello creo que me ha encantado tantísimo Toquemos juntos hasta que la muerte nos joda. Esos sentimientos cuando no conoces a nadie, tu propia autoexigencia de dar lo mejor de ti y, lo más importante, el que te traten como uno más de la tropa. Este libro tiene un punto fuerte: muestra la realidad de las bandas en su día a día, y cómo el ojo ajeno percibe todos los cambios que va sufriendo la misma. El sentimiento de hermandad y de pertenecer a una familia. Sin maquillaje, sin pretensiones, solo lo que significa girar con Leiva en su gira más importante hasta la fecha.

Además, la forma que tiene Wilma Lorenzo de narrarlo es impecable, tanto visual como a la hora de plasmarlo con tinta. Tiene sentimientos indomables. Además, cuando has tenido la suerte de ver en directo a la bestia de Leiva, comprendes mucho más estos sentimientos. De hecho, recuerdo la vez que vino a Sevilla, hará un año, y la ilusión de ver a Wilma Lorenzo entre bambalinas sabiendo que lo que estaba creando era totalmente puro a través de su objetivo.

Si me permite citarla, querría concluir esta reseña con una frase que creo que sintetiza a la perfección los kilómetros, las paradas en la gasolinera y la poca importancia que les das a las horas de sueño en esos momentos: “Ochenta y siete ciudades. Seis países. Infinitos kilómetros. Furgoneta, avión, tren, ferry, coche. Incluso unos días en barco. Monstruos ha sido un medio de transporte, la llave de cada habitación de hotel que todos somos capaces de perder en una hora y que sin embargo aparece semanas después en cualquier bolsillo o en el fondo de la mochila”.

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