Por si en la novela Terra Alta (ganadora del Premio Planeta de 2019) aún no había alcanzado un lugar de privilegio entre los grandes personajes nacidos del amplio imaginario de la literatura española, Melchor Marín lo ha logrado con la secuela creada por Javier Cercas, a la que ha titulado Independencia (Tusquets).
Los resortes ocultos del poder y los tejemanejes de los privilegiados miembros de la burguesía catalana forman la base de Independencia, una obra en la que Melchor Marín, el mosso d’esquadra forjado a sí mismo en la fragua de la vida, deja temporalmente la Terra Alta para en comisión de servicios formar parte de la investigación de la extorsión a la que es sometida la alcaldesa de Barcelona por unos posibles vídeos sexuales grabados en su juventud.
Con la sombra de su azaroso pasado (hijo de una prostituta asesinada, que estuvo en la cárcel tras pertenecer a un cártel colombiano y quien encontró su buen camino en la lectura de Los miserables de Víctor Hugo), Melchor, el Héroe de Cambrils, encara el presente con un complejo caso para el que se le ha requerido su colaboración. Barcelona será su destino y allí vivirá nuevas aventuras bajo las órdenes de Blai y el trabajo conjunto con el peculiar sargento Vàzquez.
Independencia no es sólo un thriller con todas las características propias de la novela negra. En la última obra de Javier Cercas, la política y el procés acaparan también un gran protagonismo. La trama discurre en el futuro, no muy lejano, todo lo contrario, sólo unos pocos años, en la segunda mitad de los años 20 del actual siglo XXI, pero suficientes como para saber que el proceso independentista catalán no ha terminado bien.
Independencia cumple el perfil de la narrativa de Javier Cercas. Ello hace que la novela se lea con voracidad. La intensidad, la fluidez de la narración, los vivos diálogos, la intriga permanente… componen una historia cuya base, como decimos, es la sextorsión a la que se le somete a la alcaldesa de la Ciudad Condal, Virginia Oliver, una figura política que nada en la ambigüedad ideológica, pero en la que la crispación pretérita vivida en Cataluña no se queda al margen.
Por su parte, Melchor Marín nos embauca con su estilo de policía taciturno, duro pero sensible a la vez, a caballo entre los grandes del cine policíaco y los solitarios pistoleros del western.