Marina Sanmartín: “Cuando lees una historia concreta, si es buena, se queda contigo de alguna forma”
La autora nos habla sobre 'Desde el ojo del huracán'
Marina Sanmartín comparte su experiencia como lectora y como librera en su ensayo Desde el ojo del huracán (Ariel). Una obra interesante e inspiradora sobre el mundo literario y cómo los libros influyen en nuestras vidas. Un recorrido por la historia, en el que les da su reconocimiento a los mesopotámicos y a Gutenberg, llegando a la actualidad con el nuevo papel de las librerías en la sociedad. Pero por encima de todo, nos habla de la importante labor del librero como divulgador cultural y social.
¿Qué es ser librero?
En el libro lo primero que hago es irme al diccionario, por pura curiosidad. Sí es cierto, que la esencia de todo librero y librera está en el espíritu del comerciante, porque no deja de ser una persona que vende libros. Pero también es verdad que, con el paso de los años, el concepto de librería y librero se ha ido enriqueciendo, y en este momento, un buen librero independiente, no solo es una persona que vende libros, sino también una persona que facilita el encuentro de quien entra por la puerta, con la cultura, en todo tipo de aspectos.
Siempre se ha tendido a idealizar y romantizar el trabajo en una librería por parte ajena a ese mundo. Pero hay mucha incertidumbre detrás de todo ello, ¿no?
El componente romántico existe, de hecho creo que el 99,99% de las personas que ahora mismo somos libreras llegamos a la profesión precisamente persiguiendo ese componente romántico. Pero cuando te enfrentas a ella sobre el terreno te das cuenta de que no deja de ser un negocio. Y que para poder mantener con vida ese halo de romanticismo, también necesitas un equilibrio económico que es fundamental. Eso es lo que intento contar en el libro porque suele ser la parte de más se escapa de este tipo de ensayos. Quien se acerca al mundo de las librerías suele hacerlo desde fuera, y muchas veces pasa por alto esta parte que no se ve. Por un lado, la de mantener el equilibrio económico, y por otro la que implica que el librero tiene un trabajo físico muy arduo por hacer. Los libros están en constante movimiento. Entran libros nuevos todos los días, y por tanto, tienen que salir todos los días. Y esto es bastante cansado. Tiene la parte bonita de pensar qué libros quieres tener, cómo los vas a recomendar, cómo los vas a exponer… Pero luego tiene la parte dura de que en una tarde te lleguen tres palets con veinticinco cajas en casa uno. Economía y trabajo físico son dos factores muy importantes que también van asociados a la profesión de librero, más el componente romántico.

Fotografía de María Felices
Hablas en el ensayo sobre que los libros nos cincelan y modelan. Sería imposible imaginar una vida sin ellos…
Así es. Las lecturas que hacemos son las que nos hacen como somos. Igual que la gente que nos encontramos por el camino, es la que nos moldea también. Al principio del libro digo que nos construimos gracias a los demás. Nadie se hace a sí mismo. Todos tenemos mucho que agradecer o que recriminar a la gente que nos vamos encontrando a lo largo de nuestra vida. Luego también, todos tenemos una pasión. La mía son los libros. Y la pasión que marca nuestras vidas también nos cincela. En el caso de un lector, inevitablemente las lecturas que escoge son las que le van perfilando. De hecho, cuando te enamoras de alguien, lo que quieres, si te gustan los libros, es leer los mismos que esa persona. Porque crees que así vas a conocerla un poco mejor. Nosotros estamos en nuestra realidad, pero también creo que estamos muchísimo en esas cosas que deseamos o imaginamos a través de la lectura, eso también nos define.

Soy librera porque soy incapaz de vivir una sola vida
Marina Sanmartín sobre la labor del librero
Dices en Desde el ojo del huracán que: “Tal vez sea librera porque soy incapaz de conformarme con una sola vida”. Me parece una declaración muy bonita y descriptiva de alguien que ama los libros.
Creo que soy librera porque soy incapaz de vivir una sola vida. Y me he dado cuenta que los libros me facilitan mucho ese imaginarme otros mundos, imaginarme otras situaciones, tomar desvíos de mi propia realidad… Porque quien lee tiene herramientas para imaginarse más cosas, igual que el que ve mucho cine o ve cuadros. O simplemente una persona que escucha historias, sin darse cuenta de que va acumulando muchos mecanismos para poder modelar la suya propia. La ficción tiene más importancia de la que creemos. Y quien es capaz de darse cuenta de eso, tiene una vida más enriquecedora. La lectura nos permite volar, aislarnos… Y el ejemplo más claro ha sido la pandemia, donde mucha gente se ha reencontrado con los libros. Había gente que estaba enferma y necesitaba físicamente un hospital, y quien para ayudar a esa gente enferma, se quedaba encerrada en su casa, y necesitaba volar de alguna forma que no fuera saliendo por la puerta. Ahí es donde los libros nos han enseñado su importancia otra vez.
Además los libros tienen otro componente enriquecedor, y es que nos ayudan a crecer como seres humanos. Nos ayudan a reflexionar, a comunicarnos, a razonar… Incluso dices en un momento del ensayo que los libros no están solo para leerlos.
Claro. El libro físico, además, en el momento en el que alguien lo compra o lo hace suyo, lo convierte en un ejemplar único y diferente, porque quien lo lee lo va a subrayar, lo va a dedicar, lo va a regalar… Pero en cualquier caso, es lo que dices porque si hay algo que facilitan los libros a quien los lee, es a ponerse en el lugar del otro. Creo que esta es una querencia brutal en la sociedad actual. Cada vez somos más incapaces de ponernos en el lugar del otro. Esperamos que todo el mundo vea la vida de la misma manera a como la vemos nosotros. Tenía un amigo que me enseñó muchísimo. Cuando íbamos a ver exposiciones, me decía que los mejores cuadros eran aquellos que te obligaban a pensar qué había pasado más allá del cuadro. Y con los libros pasa lo mismo. Cuando lees una historia concreta, si ese libro es bueno, esa historia se queda contigo de alguna forma, luego la vas a aplicar a muchísimas más cosas. Vas a volver a recurrir a ella y te hará crecer.
Me parece muy bonito un pasaje en el que hablas de tu infancia como lectora, y de la libertad que te dieron tus padres a la hora de elegir los libros que querías leer, ¿crees que es necesario dejar esa libertad a que cada niño se acerca a los libros que le apetezca?
Claro que sí. Porque además las cosas no son peligrosas en sí mismas, sino que dependen mucho del entorno, en el caso de los libros, en los que se leen. Es verdad que a mí me dejaban leer cualquier cosa, pero mis padres siempre estaban muy pendientes de mis lecturas para que pudiese hablarlas con ellos, comentarlas… Hablo en el libro sobre el tópico de que leer nos hace mejores, y no. Lo que nos hace mejores es comprender lo que leemos. Por eso es tan importante poder hablar de ellos con los demás. Y por eso es tan importante el papel de la librería. Una biblioteca es por definición silenciosa, y una librería es ruidosa, está viva, la gente entra a charlar… A mí eso ya me pasó en mi infancia. Tuve mucha suerte con mi familia y con mis profesores. Las profesoras que tuve en el colegio, no sé si supieron ver en mí que esto era lo que se me daba bien, pero siempre me lo pusieron muy fácil. Y es verdad que en el colegio había que leer algunos libros, pero luego ellas me aconsejaban otros. Yo me dedico al periodismo cultural, reseño novelas policíacas, porque me gusta mucho la novela criminal, y ya en el colegio una profesora me recomendó Los renglones torcidos de Dios, y quieras que no, volvemos al principio de la charla. Ahí está el ejemplo más claro de que nadie se hace así mismo. Qué suerte cruzarte por el camino con quien es capaz de ver no lo que eres, sino lo que puedes llegar a ser. Eso es magnífico, y a mí me ha pasado muchas veces en la vida. Tengo que dar muchas gracias a mucha gente, porque en el momento adecuado ha sabido llamar mi atención sobre lo que de verdad me iba a hacer crecer. Y casi siempre en mi vida, ha estado relacionada con los libros.

La pasión que marca nuestras vidas también nos cincela. Y la mía son los libros
Marina Sanmartín
Vas al origen de tu pasión por la lectura, dándole la importancia que se merecen tanto a mesopotámicos (inventaron la escritura) como a Guntenberg (creador de la imprenta en occidente), algo que pasamos por alto a diario, ¿estamos ante uno de los mayores inventos de la humanidad?
Por supuesto. Hay un autor maravilloso, que se llama Ted Chiang, que tiene un libro de cuentos que se llama Exhalación. Escribe ciencia ficción. Hay un cuento en ese libro que reflexiona sobre la importancia de la escritura. La forma más clara de verlo es si nuestro tatarabuelo se despertase y nos viera hablando por el móvil, pensaría que es magia. Nosotros no lo vemos así, porque hemos crecido con eso. Lo que determina si algo es mágico o no es el contexto, y el tiempo histórico en el que se produce. Cuando la escritura se inventó era magia. Lo que pasa es que para nosotros ya no lo es porque es algo cotidiano que utilizamos constantemente. Pero esa idea que sí intento rescatar un poco en el ensayo de cómo la emoción invisible se puede encerrar en las palabras que las transportan, es magia. Ya no nos damos cuenta porque llevamos milenios haciéndolo. Pero leer dos líneas de código, porque un alfabeto no deja de ser un código, puede hacer que alguien se ponga a llorar; es casi un conjuro. Ahí está la importancia de la escritura desde el principio de los tiempos.
Luego llega Gutemberg y pasa lo mismo. En el libro intento matizar un poco ese momento histórico importantísimo en el que confluyen, primero él, y luego Shakespeare y Cervantes, porque creo que ponen los pilares fundamentales para que la literatura prenda fuego. Ahí definitivamente salta la llama, porque algo que por circunstancias técnicas y por contenido había estado reservado a una élite, a partir de ese momento se convierte en algo que puede llegar a la multitud. Y eso es fundamental.
En el plano de la literatura, dos personajes muy importantes, como mencionas, han sido Cervantes y Shakespeare. Son autores cuyas obras traspasan épocas, y tocan temas universales, e incluso aplicables a la sociedad actual. ¿A qué crees que se ha debido esto?

En el caso de Shakespeare creo que es claramente porque supo manejar las emociones como nadie, y también manipularlas de tal manera que sus historias fueron capaces de emocionar a todo el mundo. Las convirtió en categorías: los celos, Otello; las dudas, Hamlet… Consiguió sistematizarlas hasta un límite alucinante. Y en el caso de Cervantes porque utilizó mejor que nadie, por primera vez, el género que hace que la literatura sea un arte de masas, la novela. Esto lo cuenta muy bien Kundera en un ensayo llamado El telón. Y la novela es la que impulsa definitivamente la literatura. Es capaz de hablar de los sentimientos más elitistas y frágiles y sofisticados, poniéndolos a ras de suelo. Hablando de personajes totalmente humanos y mediocres o no, puede hablar de la esencia del ser humano. Es una contradicción, pero a la misma vez es lo que hace que la novela sea magnífica.
En Desde el ojo del huracán mencionas, entre otros, el ensayo de Yolanda Morató, Libres y libreras, donde se habla del origen de las librerías y de muchas curiosidades sobre algunas de ellas, ¿cómo han cambiado las librerías? Porque ya no son sólo lugares donde se venden libros…
La librería evoluciona desde ser un ente dependiente por completo de otros sectores de la cadena editorial. La librería era la misma casa del editor o el impresor, donde se vendían los libros. Hasta tener una autonomía propia y convertirse sólo en una tienda de libros, un sitio al que iba la gente a comprarlos. A partir del siglo XX comienza a implementarse y añadir a la idea de venta de libros la de punto de encuentro y generadora de cultura. Así llegamos hasta el siglo XX. Y lo que pasa con la pandemia en el siglo XXI es que las nuevas tecnologías por fin entran en el juego de la librería independiente, que entiende que en ese momento internet no es un lugar reservado para las grandes superficies y plataformas. Esto que parece una tontería es fundamental. Porque si antes del confinamiento se podían contar con los dedos de una mano las librerías que tenían tienda online, después pasa lo contrario. Se cuentan con los dedos de una mano las que no la tienen. Además de las redes sociales, el librero se convierte en un generador de contenidos. Ya no sólo se recomienda en el propio espacio de la librería, sino que puede llegar al mundo entero con su prescripción. Esto, por supuestísimo, aumenta su influencia y su poder dentro de la cadena editorial.
Siguiendo esa línea de internet y las librerías, al final se ha terminado dando un paso que parecía inevitable hacia la digitalización de las mismas, ¿por qué esa reticencia a las tiendas online?
Esto no tiene tanto que ver con las librerías en concreto como con el espíritu del ser humano en general. Muchas veces no toma decisiones hasta que no se ve abocado al precipicio. Estamos siempre dudando si lo hacemos, si no… Y de pronto cuando de verdad es necesario hacerlas, entonces las hacemos. Lo sorprendente es que a veces descubrimos que si hubiéramos tomado la decisión correcta, podríamos haber estado mucho mejor antes. Pero no creo que sea un elemento diferenciador de la evolución de las librerías. Durante la pandemia, las panaderías empezaron a llevar el pan online… Creo que fue una especie de empujón al precipicio. Pensábamos que no íbamos a volar si saltábamos. Al empujarnos descubrimos que sí, que podíamos volar, y que la red no estaba reservada para los más grandes. En ese sentido, el negocio pequeño de proximidad ha ganado muchísimo. De la misma manera, pienso que la gente en sus barrios entendió con esta situación tan trágica, que no quería perder sus negocios de proximidad. Por muy fácil, eficiente y rápido que fuera comprar en una plataforma online, hay una cosa que nunca les podrán dar a la gente, que es el factor humano. Era lo que sentíamos todos que peligraba en el encierro, el contacto con los demás. En el fondo todo esto es bastante básico, el ser humano es gregario por naturaleza. Sí es verdad que necesitamos nuestros momentos de soledad, pero cuando nos imponen una indefinida, valoramos muchísimo más lo importante que es relacionarnos todos los días con el resto de la gente.

Fotografía de María Felices
En el ensayo haces mucha referencia a ese matrimonio perfecto que forman los libros y el cine. Ambos se retroalimentan, lo que los convierte en un binomio casi indisoluble, ¿no?
Me encanta el cine. Una vez que entra en el juego, son inseparables y son vasos comunicantes, porque en el fondo tanto una disciplina como la otra cuentan historias. Es lo que más nos gusta. Incluso cuando nos tomamos un café con una amiga, lo que está haciendo es contarnos una historia. El cine y la literatura se dedican a eso. La simbiosis es perfecta, y cualquier tipo de ficción me interesa. Pero creo que la cinematográfica multiplica la llegada al público, a todo el mundo. Esa conexión es algo que me interesa mucho. Como una historia puede unir a varias personas a la vez o como la gente llora cuando ve que las bicicletas en E.T. empiezan a volar. Para mí el que es capaz de hacer eso, es un genio.
En el ensayo también ejerces de librera en cierto modo al nombrar aquellas obras que te han influenciado o que más te han gustado. Una manera de que el lector se asome a ellas, ¿no?
No lo puedo evitar. Normalmente intento recomendar, a veces, no siempre es posible porque se publican muchos, los libros que me han gustado. Pero creo que en el fondo tengo la suerte de poderlo hacer en el ámbito profesional, porque es a lo que me dedico, pero nos pasa a todos. Cuando vemos una película que nos ha gustado o leemos una novela, lo único que queremos es que la vean o la lean los demás. En el libro he intentado ser honesta y trabajar sobre los libros que conocía. Tengo la tranquilidad de que todo sobre lo que hablo lo conozco bien. Cuando estoy en la librería delante de un cliente también intento recomendarle algo que de verdad pueda defender. Nosotros tenemos una norma de oro en el equipo, y es no mentir. Si alguien nos pregunta si nos hemos leído un libro, y no es así, se lo decimos. Porque no nos gusta engañar al cliente. Y para que este vuelva tiene que sentir que somos honestos con él.