Manuel Jesús Roldán: “La historia de la Roldana es la de un triunfo como artista, pero un fracaso vital”
Cara de ángel, su primera novela
Luisa Roldán es una de las figuras más importantes del Barroco. Una mujer que tuvo que luchar contra los convencionalismos de su época para ser reconocida y respetada. Aun así, pudo disfrutar en vida de todo ello, ya que tanto la Iglesia como los nobles de su época requerían de sus servicios. Contó con la mejor formación posible, tanto artística como vital, la de su padre el gran escultor, Pedro Roldán. En la actualidad, el historiador y escritor Manuel Jesús Roldán sigue la estela de las últimas investigaciones realizadas sobre esta excelsa artista, a través de su primera novela, Cara de ángel (El Paseo). Un homenaje personal, y una manera de hacer justicia con la sevillana, acercándola a todo tipo de público.
Tras una trayectoria literaria extensa, con publicaciones divulgativas e históricas, te estrenas en el mundo de la novela, ¿por qué eliges a un personaje como Luisa Roldán para ello?
Tengo más de 20 libros, la mayoría son de historia local, de Semana Santa; y he hecho muchas cosas de divulgación. Y en Historia del Arte con nombre de mujer sí que me metí a fondo en más de cien nombres de mujeres en la Historia del Arte. Hay historias muy apasionantes ahí, y entre esas está la de Luisa Roldán. Tenía por un lado la cercanía de ella, que es un personaje fascinante, muy cercano… Y también tenía la presión del editor. Relatos cortos y ensayos sí he escrito, pero nunca novela. Pero el editor me insistía en que tenía que escribir una novela, y en que había una historia muy interesante en Luisa Roldán. Le tengo mucho respeto a la novela, y tras muchos años decidí arriesgarme. Escribí un capítulo de prueba, el inicial, que al editor le gustó mucho. Eso luego influyó en cómo hice el libro, porque he intentado llevar el mismo ritmo que en ese capítulo. Respecto al personaje de Luisa Roldán, creo que no hay otro igual, como artista, como creadora, por su nivel, por su vida en sí, que fue muy apasionante… Merecía una novela que la situara desde el punto de vista histórico, y que a la misma vez nos metiera en su psicología.
Y la acogida del público no ha podido ser mejor, ¿no?
Sí, está teniendo muy buena acogida, sobre todo porque para mí es un tipo de lector nuevo. Estoy acostumbrado a un lector que alaba el conocimiento, con una forma concreta de ver el arte… Pero no es este tipo de lector que llega y te dice, “me ha emocionado leer la parte final”, o “me siento un poco huérfano cuando se me acaba la novela”, “veo el arte de otra manera porque ahora me imagino cosas”. Eso también es muy gratificante. No es un lector de redes que está obligado a responder, sino que el que te responde lo hace de verdad. Ha tenido muy buena acogida, incluso en la editorial confiaban en que iba a ser una novela de recorrido porque tendría mejor acogida cuando se empezara a leer. Eso se está empezando a notar ahora tras los regalos de Navidad.
Fotografía de Patandi
Las novelas históricas suelen apoyarse por un lado sobre la documentación histórica, y por otro en la ficción. Acostumbrado a un relato más histórico, ¿cómo ha sido desarrollar esa parte más literaria?
Yo soy historiador, y tenía que contar una historia que fuera verosímil. La historia tiene un cuerpo histórico importante. Los años van distribuidos según los de la Roldana y los hechos que he incluido, las obras, van colocados cada uno en su fecha… De ahí no he inventado nada. Pero luego había que darle una aportación literaria. Esto es crear a los personajes, a su padre, Pedro Roldán, que le doy ese aspecto más costumbrista; es crear a su marido, a todos esos personajes que pululan alrededor de ella… Pero no están muy fantaseados en realidad. Inventado literariamente hay muchos detalles, pero a veces parten de hechos reales. El episodio de esa esclava que tienen y luego dejan de tener, es real. Eso está documentado y da para hacer algo literario. La vida de la Roldana ya en sí es muy literaria. Es una persona que tiene que luchar contra un tiempo muy masculino, hacerse paso como artista en el siglo XVII. Tiene triunfos, pero también muchos fracasos… La historia de la Roldana es la historia de un fracaso vital. Un triunfo como artista, pero un fracaso vital. Es una mujer que conoce la muerte de al menos cuatro hijos, y que después de ser nombrada escultora de cámara de la corte, sigue pasando dificultades económicas. Esa vida da para una novela, para una serie de televisión o para una película, porque en sí misma no hay que inventar mucho.
La virgen de la Estrella es una captación del dolor por encima de cualquier otra virgen, es muy personal
Manuel Jesús Roldán
Se puede decir que hay buena documentación sobre ella…
Hay muchos huecos y lagunas, pero ya se biografió sobre ella en el siglo XVIII. Fue una triunfadora en su momento. Esa idea que tenemos a veces de “mujeres ocultas”, no fue su caso. Fue nombrada escultora de cámara por dos monarquías diferentes, estaba reconocida. Pagada por el duque del Infantado, por los grandes personajes de su época, por la Sevilla del momento… Debió tener mucho reconocimiento. Los silencios llegan después porque no hay documentación. Ya se escribió sobre ella en el siglo XVIII, y se le alababa mucho, pero la documentación se pierde porque hay sobre todo un periodo, el sevillano en el que no firmaba los contratos. Los contratos iban al nombre del taller, y los firmaba el padre o el marido. Y hay una nebulosa sobre cuáles de las obras sevillanas son suyas. Hay mucha documentación muy secundaria: contratos de alquiler, partida de nacimiento, partida de bautismo, su boda, detalles anecdóticos de los alquileres que hacía el marido… Todo eso está recogido y hay documentación. Hay que esperar a Cádiz cuando se empieza a encontrar documentación suya. Hay donaciones que realizan a la Soledad de Puerto Real, hay documentos que va dejando ella misma en las obras como en los patronos de Cádiz o el Ecce Homo de Cádiz. Eso también es muy novelesco, el hecho de que esos documentos se hayan encontrado tras tres siglos. De Madrid también hay documentación, su nombramiento como escultora de cámara, sus constantes cartas a la reina diciendo que no le alcanzaba el dinero, y que tenía que mantener a las niñas… Son muy potentes.
Y se sigue investigando y recuperando documentos…
Sí. Se conserva también el testamento, que a pesar de las fórmulas notariales es muy apasionante. Cuando dice “temerosa de la muerte, cosa incierta”, ahí estás viendo una frase suya. Todo eso está recopilado por Catherine Hall-van den Elsen, que hizo una tesis sobre ella, y recoge todos esos documentos. Todos ellos están en un corpus y se pueden consultar. Cuando hace unos años se hizo una investigación sobre ella se investigó mucho más, y se han publicado bastantes libros y artículos. Pero todavía hay muchas lagunas, sobre todo del primer periodo. Hay una dificultad, y es que no tenemos retratos de ella. Intuyo que sí los hay oficiales, que se retrata en algunas obras suyas. Y creo, con toda seguridad, que el padre la debió de retratar en obras de retablo. Hay una imagen muy bonita en la Exposición de Pedro Roldán (en el Museo de Bellas Arte de Sevilla), tal como se entra, la primera que hay a la izquierda, es una Santa Ana con la virgen niña, y es una niña que intuyo puede ser la Roldana. Porque en 1650 y tantos, ella tendría que tener dos o tres años. Lo hacían Murillo, Velázquez y muchos autores más.
Varios de los capítulos de Cara de ángel están contados desde la perspectiva de la propia artista, lo que da un relato muy cercano a su intimidad y muy psicológico, ¿cómo te has sentido metiéndote en su mente?
Para mí han sido, por un lado, los capítulos más fáciles de escribir, porque es como si te metieras en su personalidad; y por otro, los capítulos a los que les doy más importancia. Cada dos o tres capítulos hay uno escrito en primera persona. La historia se sigue narrando, pero lo hace desde el punto de vista de ella. Y me he llegado a identificar con Luisa. Hay capítulos en los que reflexiona sobre su condición femenina, ve que ha sido criada en igualdad, pero ve discriminación y que le es más difícil que a otros escultores hombres. O ve que las mujeres de su tiempo tienen que destacar mucho más para que se valore su valía. Ella tenía que ser ambiciosa; reflexiona sobre el arte de la época. Ella tiene una base cultural importante, sabe de iconografía, de teología… Debe saber de muchos aspectos para poner esa delicadeza en su escultura. Me encantaba esa idea de meterme en sus pensamientos y reflexionar sobre el mundo, sobre su propio ser. Nota que la vida a veces le da guantazos a su deseo de ser reconocida, porque eso significa reconocer su obra. Creo que tiene un espíritu de perfección. Esos son los capítulos más interesantes, porque las grandes reflexiones sobre su vida las hace en primera persona, y a la vez las hace sobre su época. Vive en una Sevilla de contrastes, de mucha riqueza y mucha pobreza, de intelectualidad, pero a la vez hay miseria. Es una época donde podías caer en el anonimato pronto. Ella ve que las obras que hace hasta ese momento se las atribuyen a otros. Da para mucha introspección psicológica.
Fotografía de Patandi
Retomando lo que apuntabas sobre el fracaso vital de Luisa Roldán, en la novela vemos momentos en los que parece que va a conseguir la estabilidad económica que tanto necesitaba, pero vuelven las épocas de carestía. Es algo que se repite. ¿Crees que, en ese sentido, Luis Antonio de los Arcos, su marido, fue un lastre para ella?
El marido en determinados momentos debió de ser un lastre. Aunque pienso que fue un lastre del que ella en Madrid se desatendió. Luisa tenía un reconocimiento que en realidad era ella. El marido no era nada. Cuando Luisa Roldán firma en el San Miguel Arcángel, ella insiste en que la escultora es ella, que el policromador es Tomás de los Arcos, su cuñado, y que el marido lo que hizo fue desbastar la obra. Eso lo hacía el artesano, el carpintero que dejaba el bloque de madera preparado para empezar a tallar. Lo estaba relegando a un papel secundario. En Madrid hay mucha documentación del marido intentando hacer encajes económicos, vender sus obras, como el nazareno que quería vender al papado, pero fallece el papa, y se lo quiere vender a la corona… Ella debió de desprenderse de la tutela del marido, seguramente. Luisa tiene contactos con el duque del Infantado, que es quien la protege en Madrid. Hay un inventario de los bienes del duque, y tenía más de 40 obras suyas. Nos habla de que trabajaba mucho para él. Incluso eran más regulares los pagos que tenía de él que de la propia corona. También tenía dificultades económicas, porque vivía en una época en la que se vivía al día, y parece que los pagos se retrasaban mucho. Lo enmascaro en la novela, pero entiendo que debía de haber una salida importante de dinero, y creo que era el marido.
En Sevilla falta un sitio donde se dé el reconocimiento merecido a la Roldana
Manuel Jesús Roldán
Lo que es indudable es que el padre fue importantísimo en la vida de Luisa, y una gran influencia, ¿no?
Sí, creo que debió de ser importantísimo. Le he dado un toquecito pintoresco, con sus refranes, pero tuvo que ser un personaje recto e íntegro, muy trabajador. Al mismo tiempo tiene que venderse muy bien, y debió de tener ideas muy claras y firmes. Se opone a la boda de su hija y de tres o cuatro hijos más. Luego tiene otra visión, que creo que es real, y es que debía de ser una persona muy consciente de las capacidades de sus hijos. Deja estudiar en el taller a sus hijas, al igual que a sus hijos. Su hija María es escultora, medianamente reconocida; los hermanos también lo son, pero la que triunfa más es Luisa. Él debe de haberlas educado con una visión abierta. Debió de ser un hombre de mentalidad abierta. Eso lo fabulo, pero no me extrañaría que ellas hubiesen ido a la Academia a algunas clases, porque entonces estaba la limitación de que las mujeres fueran por el tema de los desnudos de los modelos que posaban, pero no me extraña que acudieran alguna vez. Su padre fue director de la Academia, y profesor de dibujo. También lo fueron Murillo o Valdés Leal… Ella vive en un ambiente intelectual importante. El padre siempre debió estar ahí, porque aunque ella se casa con su oposición, sigue trabajando para el taller del padre. Luisa se va a Madrid, y está en el testamento de él. Mantuvieron el contacto hasta el final. Y él fue un personaje muy importante porque creó el gran taller de la Andalucía occidental de la segunda mitad del XVII, al modo europeo, donde intervenían muchos maestros y oficiales. Tenemos la idea de la obra única e individual, pero eran colectivas muchas veces, porque eran muchos en el taller. Ella siguió trabajando con él varios años más, por lo que debió de ser un personaje fundamental en su formación artística y personal.
El contexto histórico de Luisa Roldán nos sitúa en una Sevilla en la que se mueven personajes como Murillo, Valdés Leal, Justino de Neve, Miguel Mañara… ¡Qué lujo poder vivir en una Sevilla así!
El ambiente es fascinante. Cuando esto me lo preguntan en Madrid, por ejemplo, te inciden en por qué ella se quedó en Sevilla. El lugar intelectualmente interesante era Sevilla. Ella conoce a Miguel Mañara, a Justino de Neve, a Valdés Leal, a Murillo, a todo el taller de Roldán… Sevilla había tenido un bajón con la epidemia de peste de 1649, pero se recupera, y tiene un nivel intelectual importante. Ese nivel intelectual de canónigos que tenían una formación musical, teológica o artística, eso no lo encuentra en Madrid. Ella encuentra una nobleza castellana pueblerina, agrícola, sin miras intelectuales altas. Quien sí las tenía era Justino de Neve, que era un canónigo que patrocinaba fundaciones; o Miguel Mañara que atiende a los pobres desde un punto de vista religioso. Entonces, ese momento en Sevilla es tan fascinante, porque al mismo tiempo que hay altura intelectual hay mucha miseria. Es un mundo de pícaros, de dificultades económicas… En una de las casas en las que vivieron, en la calle Génova, a cien metros de allí estaba el barrio de la prostitución, en la zona del Arenal. Estaba todo junto. En el mismo paseo te podías encontrar a 50 prostitutas y a cinco artistas o nobles. Era un mundo artísticamente apasionante, y absolutamente diverso. Había negros, mulatos, alemanes, franceses, gente que venía de América… Debió de ser un lugar apasionante. Además era una ciudad que seguía manteniendo murallas, iglesias, conventos… Una ciudad muy, muy compleja, que para novelarla es muy atractiva.
En Cara de ángel tiene un capítulo destacado San Fernando, el patrón de Sevilla. Para celebrar su canonización, se le encarga al taller de Pedro Roldán la hechura de una escultura donde se le representara. Estamos hablando de un episodio importante para la ciudad.
Sí, lo es. Primero, en el aspecto de cómo actúa Luisa, forma parte de una leyenda. Hay una leyenda que dice que ella actuó en la escultura de San Fernando que le encargan a su padre, y entiendo que debe de ser falsa. Pero la he querido incluir en el libro. Es una especie casi de realismo mágico, hay un par de escenas casi milagrosas que entran dentro de la literatura. No es posible que el padre no supiera acabar una obra cumbre, lo que sí creo es que ella llegara a tocar la obra. Pero es un capítulo que retrata muy bien muchas historias de cómo se movía la ciudad entonces. Era curioso que San Fernando fuera el gran rey de la ciudad, y no lo habían canonizado todavía. Con la Inmaculada pasaba lo mismo, era la gran devoción de la ciudad, pero ni se había conseguido que fuera dogma. Es algo muy sevillano quedarse en esa carcasa, discutimos por cosas superficiales, y luego no se consiguen las cosas importantes. El caso de San Fernando es un ejemplo de ello. Era venerado, pero ni se le había canonizado ni puesto en el lugar que se merecía. A partir de 1671 sí ocurre. Se fernandiza la ciudad en bastante aspectos porque le debía mucho: la devoción, la conquista, había sido un rey muy integrador… Había creado un modelo de ciudad. Es un momento en el que confluyen muchas cosas en Sevilla, no sólo la figura de San Fernando, sino también una serie de arzobispos y personajes que son muy importantes. Se está construyendo el Hospital de la Caridad, hay una efervescencia religiosa, se están reorganizando muchas cofradías en el último tercio del XVII, y realmente se está conformando gran parte de la ciudad. Por un lado, muy milagrera, muy alta intelectualmente; y por otra, muy miserable.
Fotografía de Patandi
Tratas también en la novela, en un capítulo muy emotivo, cómo debió de ser el momento en el que Luisa Roldán tallara a la Virgen de la Estrella.
Debió de ser una pieza importante. Hago que la Estrella sea una vivencia suya personal porque creo que debe serlo. Es una imagen cumbre, entiendo que es obra suya. Se hacen analogías con la Soledad de Puerto Real, que es la obra documentada. Por determinados rasgos fisionómicos, forma de talla, tratamientos de los dientes, tratamientos de las manos… De hecho el Instituto de Patrimonio Andaluz la dio como obra suya. Pero yo le añado el componente personal, que es cuando los autores en la historia del arte, bien para la belleza, o bien para captar bel dolor, vuelcan el suyo propio o algún hecho personal. Hay algo en sus vidas que deciden trasladar a una imagen, y por eso captan el dolor. La Virgen de la Estrella es una captación del dolor por encima de cualquier otra virgen, es muy personal. Eso lo mezclo con dos ideas: que la Estrella es su personalidad, es ella en un momento de dolor; y otra que después de ese momento de “vanidad” de colocarse como la virgen, una obra en la que se ha volcado, no se reconoce. Eso es un choque brutal para una artista. La mejor obra que has hecho, nadie va a saber que es tuya. Eso sería normal en la época. Juan de Mesa debió de vivir sin que se le reconociera habiendo hecho las grandes imágenes de la década del 1620. Con ella debió de suceder algo parecido. Por eso le doy tanta importancia a ese capítulo.
Luisa Roldán vivió en diferentes lugares de la ciudad, muy identificables como la zona de San Marcos, de la Magdalena, la Puerta Real… pero, ¿crees que en la actualidad la podemos reconocer en algún lugar?
No. En Sevilla falta un sitio donde haya el reconocimiento merecido a la Roldana. Sabemos que fue bautizada en la parroquia de Santa Marina, pero no hay ni una plaquita. Sabemos donde se casó, tampoco tiene una placa. No hay una simple plaza que la recuerde. Monumento, no. Porque Sevilla ya tiene demasiados, y además no tenemos iconografía de ella, pero sí que haya un recuerdo. Que lo que hay documentado suyo tenga un mejor acceso y un mayor reconocimiento. Si vamos al Metropolitan (Nueva York) está el Entierro de Cristo en una sala importante. Aquí hay cosas de Luisa Roldán guardadas en arcones. Durante el año no podemos ver las cartelas del paso de misterio de los Caballos; los ángeles, sí porque están en el retablo. Pero no podemos ver conventos en los que hay obras de la Roldana porque están en la clausura. Recuerdo el de Santa María de Jesús que tiene un Nacimiento de gran tamaño, y lo tienen en un mueble gigantesco en la zona de clausura y no se puede ver.
¿Cómo tenemos que ver, sentir o entender a la Roldana?
Hay que pensar que la Roldana es la autora más cotizada del barroco, y que cualquier obra suya tiene una cotización millonaria. Hay que recordar lo que costó el relieve que compró el Museo de Bellas Artes. O la cantidad que nunca se llegó a publicar de los que costó el Entierro de Cristo al Metropolitan. Hay pasos en Sevilla con obras suyas, que estaríamos hablando de millones, y no los podemos ver durante el año. Y creo que también falta un lugar de reconocimiento. La gente piensa en Juan de Mesa, y va al Gran Poder porque sabe que allí está él. Pero no tenemos un sitio en Sevilla en el que se reivindique a la Roldana, porque la Estrella no está documentada, la virgen de Santa María de Jesús tampoco está, porque otras piezas son menores… Entonces, no tenemos ese sitio que reivindique a la Roldana. Un personaje fundamental de nuestra historia, de la española. No hay ninguna escultora como Luisa Roldán. Me atrevería a decir que no la hay en todo el barroco europeo que alcance tanta calidad en la mayoría de sus obras.