Los tres nombres de Ludka
(Gisela Pou, 2023)
La última obra de Gisela Pou, Los tres nombres de Ludka (Editorial Planeta), está basada en hechos reales. Se trata de una novela que invita a la reflexión. Quizás a una reflexión que más de una vez nos hemos hecho pero, por desgracia, la conclusión de la misma, la solución para evitar lo que se cuenta en la trama ni está a nuestro alcance ni en los planes de quienes han de evitar tal atrocidad: la guerra.
Los tres nombres de Ludka muestra con fidelidad (el título, cuando se comprueba a qué obedece, lo hace más aún) el sinsentido de las guerras y la maldad que anida en el interior de muchos seres humanos cuando entre ceja y ceja sólo hay cabida para sus ruines intereses. Sin pararse a pensar, ya no sólo en las víctimas civiles, inocentes ajenos a la barbarie con sus vidas destrozadas, sino en los niños.
Los tres nombres de Ludka es una historia conmovedora, real, de triste actualidad; a veces invita al desánimo, pero también abre una rendija por la que la esperanza de alcanzar un mundo mejor se cuela. Y se comprueba que hay muchas personas dispuestas a solidarizarse con los demás, para no transitar en soledad por ese terreno hostil que muchas otras se empeñan en crear.
La historia es rica en matices y propuestas. Nos ofrece la visión de lo que puede suponer ser víctima de la guerra, pero más todavía cuando estás en edad de jugar libre y alegremente por las calles y no corriendo de un lado para otro sin una meta clara, huyendo de la maldad. La identidad, el amor, la amistad, el dolor, el desarraigo, el miedo, las dudas, la familia… muchos elementos ha metido Gisela Pou en una novela que tiene como protagonistas a la infancia y a la guerra.
Gisela Pou, como decimos, parte de una historia real. Ludka es una niña polaca secuestrada por los nazis y reconvertida a sus ideales germánicos. Arrebatada a sus padres, la pequeña es entregada, al igual que otros muchas víctimas de esta atrocidad, a una familia alemana. En su caso, un capitán de la S.S. y su esposa se encargan de la crianza y adoctrinamiento de la protagonista principal de la novela. Después es traladada a España, a Barcelona, cuando logra salir del círculo en el que sin ella saberlo ha vivido. Y junto a otros menores llega a nuestro país en la primavera de 1946, procedente de Italia.

Vidas destrozadas
Niños con un pasado modificado, asustados, sin patria ni familia, ni identidad son acogidos por Wanda Morbitzer Tozer, secretaria del Cónsul Honorario de Polonia, Eduardo Rodón, y Blasa, una mujer clave en el desarrollo de las nuevas vidas que llegan a Barcelona. “Iba de una ciudad a otra, de un país a otro, sin saber quién era, ni dónde pertenecía, como un pequeño árbol con las raíces al aire, sin conseguir arraigar en ninguna parte”. Es Ludka Nowak, una de las víctimas de una atrocidad más de las muchas que la historia ha escrito y sigue escribiendo, lamentablemente.
Paralelamente a la trama que protagonizan Ludka y otros niños, el idealista Daniel Plensa, capaz de sacrificar su vida, o la pequeña Emma y su madre Isabel, vivirán su propia tragedia, y lucharán por reconducir sus inciertos destinos y serán defensores de una libertad robada a quienes fueron víctimas y testigos de las guerras de un siglo XX que, tristemente, ha dado paso a un siglo XXI también marcado por la tragedia.