Todos los futuros perdidos, un título con un mensaje desesperanzador para un libro lleno de esperanza; una dicotomía que lleva a la reflexión y al interior de dos personas que vivieron en primera fila el terror impuesto por ETA hasta que el 20 de octubre de 2011 anunciara su cese definitivo.
Eduardo Madina y Borja Sémper mantuvieron una conversación diez años después de aquella fecha histórica en un caserío de Aretxabaleta, cercano a Mondragón, recordando aquellos años de intransigencia. Según fuentes editoriales, ambos eligieron “un simbólico cruce de caminos en el corazón de Euskadi porque la suya es una historia de vidas paralelas con muchos puntos de conexión. Nacidos en Bilbao e Irún con apenas unas horas de diferencia, su compromiso les convirtió desde muy jóvenes en objetivos de la violencia”. La publicación por Plaza&Janés de la obra que recoge aquel intercambio de experiencias los ha vuelto a unir. Y Sevilla, en la sede de la Fundación Valentín de Madariaga y Oya, y con la iniciativa de FNAC, ha sido testigo de una de las presentaciones de Todos los futuros perdidos. El actor, y periodista, Antonio de la Torre ha moderado el encuentro.

Víctimas de la sinrazón
Eduardo Madina nació en Bilbao el 11 de enero de 1976. Ha sido diputado socialista en el Congreso y secretario general del Grupo Parlamentario Socialista. Miembro de la dirección del PSE y del PSOE, fue candidato en 2014 a la Secretaría General del PSOE. Licenciado en Historia Contemporánea por la Universidad de Deusto y máster en Relaciones Internacionales e Integración Europea por la UPV, fue profesor asociado en la Universidad Carlos III de Madrid. En la actualidad es socio y director de estrategia de la consultora Harmon.
Borja Sémper nació en Irún el 10 de enero de 1976. Ha sido portavoz del Grupo Popular en el Parlamento Vasco y presidente del PP en Gipuzkoa. También fue teniente de alcalde en Irún y concejal en San Sebastián. Licenciado en Derecho por la Universidad del País Vasco, ha publicado tres libros y tiene una sección en Onda Cero junto a Eduardo Madina, La Ínsula, en el programa de Carlos Alsina ‘Más de uno’. En la actualidad es director de Relaciones Institucionales en la compañía multinacional EY.
¿Por qué el título del libro nada entre la ilusión y el pesimismo, entre la luz y la oscuridad? Eduardo Madina lo aclara ante la curiosidad de Antonio de la Torre. “Se podía haber titulado de distintas maneras”, reconoce, pero argumenta que “hay un momento de la conversación durante tres días metidos en un caserío de Mondragón, Borja y yo, en el que la periodista que conduce la conversación, la subdirectora de El Diario Vasco, nos pregunta: “¿En qué pensasteis la tarde del 20 de octubre de 2011?” Y le respondí que me paré a pensar en toda la gente que se había quedado en el camino, que no había llegado a ese día porque había sido asesinada por ETA. Le debió de gustar la frase hasta el punto de proponerla como título. Pensamos que podría tener un significado más negativo que positivo, pero en el fondo es polisémico porque también se perdió un futuro de violencia. ETA podía haber continuado muchos más años. Y el título lleva dentro lo que nos empeñamos que llevara, un homenaje a todos los que se quedaron por el camino en muchas ciudades españolas”.

Borja Sémper afirma que Todos los futuros perdidos es un libro que “transita por territorios oscuros, por una trayectoria vital y política plagada de momentos difíciles”. Es una obra personal, pero que engloba a la sociedad vasca, y claro, también, a la española. Los autores, nacidos en enero de 1976, recuerdan que en aquellos tiempos y en la zona del país en la que vieron la luz y crecieron, y en una España con «una Democracia embrionaria«, eran como “decía mi compañero de partido Jesús Eguiguren, los últimos españoles sin patria, sin un lugar afectivo de referencia estable y democrática en la esquina del país donde nacimos y nos tocó vivir como es el País Vasco”, según Eduardo Madina. “En aquel territorio, hasta 2011 -prosigue- te obligaban a tomar unas decisiones; y elegir bien significaba pasarlo mal y pasarlo bien significaba que habías elegido mal”. Y es que “el mal habitaba de alguna manera y mataba y había miedo en el ambiente y había que tomar una decisión”. De esta manera, tanto él, en las filas del Partido Socialista en Vizcaya, como Borja Sémper en las del Partido Popular de Guipúzcoa, “y con mucha otra gente de organizaciones políticas, periodistas, empresarios… gente anónima, dimos la cara para que ETA dejara de matar”. Aquella experiencia, admite el ex político bilbaíno, “curte, indiscutiblemente tiene que curtir. Ha marcado mi vida, por experiencia personal, por contexto colectivo, por el lugar donde nací, por lo que vi cuando nací y fui tomando conciencia de lo que había a mi alrededor”. Aprender de los errores de aquella negra historia de España y Euskadi, considera que “nos ayudará en la medida en que entendamos lo que significó”. Considera que ETA nació en Euskadi por “un gran fallo en el sistema de valores». “¿Qué sistema de valores?”, interpela. “Ese que dice que las ideas que más te importan a ti, nunca, y nunca es nunca, valen más que las vidas que menos te puedan importar”. Y este principio humanista lo integra tanto en el contexto de una Democracia como en el de una Dictadura, ni cuando te va bien ni cuando te va mal. “Este es un patrón constante”, sentencia.
Al hilo de lo comentado por Eduardo Madina, Borja Sémper se congratula de “haber estado en el lado acertado de la historia”. Sustenta esta afirmación matizando que “aquí sí hubo buenos y malos; los buenos fueron buenos porque estuvieron al lado de la libertad y la pluralidad del individuo. Eso era lo que defendíamos. No era una defensa política. Era la necesidad de opinar y sentirte como querías”.

El poder seductor del nacionalismo
Borja Sémper propone el debate sobre el “inmenso poder, seductor y dañino del nacionalismo”. Así, hace referencia a Fernando Savater recordando su reflexión al respecto cuando dijo que “todos tenemos apéndice; el problema está cuando se convierte en una apendicitis, cuando se inflama el sentimiento de identidad”. Por eso piensa que la identidad puede destruir la libertad. “Puede destruir vidas y la convivencia”. ETA, para Borja Sémper, “no sólo era una organización terrorista, sino un proyecto político que se quería imponer al conjunto de la sociedad, y cuya gasolina era la identidad”.
Todos los futuros perdidos es un mensaje de esperanza, pero también un punto de encuentro para la reflexión, para el aprendizaje, aprovechando la experiencia de quienes pasaron por el desierto de aquellos largos y tortuosos años dominados por la dictadura del terror y el miedo. En este punto, tanto Eduardo Madina como Borja Sémper nos invitan a aprender de los errores. El primero, el otrora político socialista, concluye recordando que en aquella travesía “hubo días muy malos y momentos muy difíciles. El miedo es un gran productor de tristeza y de parálisis social”. Por esta razón se muestra feliz al saber que “vivir sin miedo es algo que empezó a suceder en Euskadi en el año 2011, lo mismo que en otros lugares de España; es una situación fantástica, la verdad”. El segundo, el ex presidente del PP en Guipúzcoa, argumenta en relación con aquel miedo que condicionó a la sociedad, que “es algo muy poderoso. Quizás sea el sentimiento más poderoso. Porque puede condicionar nuestras vidas. Pero es superable. Ejemplos tenemos muchos. Si no hubiéramos sido capaces de derrotar a ETA no hubiéramos superado el miedo”. Aunque quiere remarcar que “el argumento del miedo para no actuar no se puede confundir con la indiferencia, el mirar hacia otro lado. El miedo puede llegar a ser tu carcelero día tras día, semana tras semana, mes tras mes…«. Y considera que «también puedes acabar adaptándote a él. No es lo mismo haber nacido en Sevilla e irte a vivir al País Vasco, que haber nacido allí en ese contexto. Porque allí casi naces con una especie de costra que llevas toda la vida”.
Fotografía de portada de Patandi.