La celebración del Año Murillo, que se inició el pasado 28 de noviembre con motivo del 400 aniversario de su nacimiento (durará hasta diciembre de este año), está dando para mucho. Los lectores de Gatrópolis sabrán ya de la intensa agenda que la efemérides del gran pintor sevillano Bartolomé Esteban Murillo está generando.
El miércoles, las calles de Sevilla fueron el escenario durante dos horas y media del recuerdo de algunos de los lugares vinculados de alguna manera con el artista. Manuel Serrano Hidalgo, historiador de Arte y guía turístico, y Eva Díaz Pérez, periodista y escritora, fusionaron la realidad y la ficción novelada a lo largo de un interesante itinerario sobre Murillo que hizo las delicias de un público curioso que siguió de manera muy atenta las explicaciones de los expertos.
Como se dice, fueron visitados un total de once puntos clave en la vida de Murillo. Manuel Serrano Hidalgo puso el acento en la historia, mientras Eva Díaz Pérez leía algunos pasajes escogidos de su aplaudida novela El color de los ángeles, basada en hechos biográficos del pintor sevillano.
Ruta Murillo
El punto de partida fue la plaza de la Magdalena, junto a la actual calle Murillo, por donde estuvo el convento de San Francisco. En esta zona nació y vivió sus primeros años en la collación de San Pablo, donde nació a finales de diciembre de 1617, en una vivienda cuya ubicación aproximada estuvo junto al convento de San Pablo, a la izquierda del ábside de la antigua iglesia conventual. Su padre fue Gaspar Esteban, un reputado barbero, cirujano y sangrador, y su madre, María Pérez Murillo, la cual lo tuvo con 50 años, siendo uno de los catorce hijos a los que dio a luz.
Pila bautismal
El segundo enclave fue la iglesia de Santa María Magdalena, en la calle San Pablo. Murillo fue bautizado el 1 de enero de 1618 en la pila que aún se conserva en esta iglesia. “En la casa había un lugar al que los niños tenían restringido el paso: la cámara donde su padre hacía las extracciones de dientes, colmillos, muelas y raigones…”, leyó Eva Díaz Pérez del capítulo ‘La sanguijuela de Bartolomé’, haciendo referencia a los orígenes y la infancia del pintor.
La derruida Puerta de Triana, situada muy próxima a la casa familiar de Murillo, fue un lugar destacado en la Sevilla del siglo XVII y en la vida del artista. En El color de los ángeles alcanza un protagonismo relevante al ser uno de los sitios de la ciudad por donde las desbordadas aguas de un río Guadalquivir cercano, inundaron las calles y provocaron multitud de muertes cuando Murillo tenía unos ocho años. “Por la calle corría gente despavorida que anunciaba que el río había llegado hasta la catedral, entrando por la puerta grande y saliendo por la Puerta del Perdón. Don Gaspar y doña María se santiguaron. En sus muchos años jamás habían sufrido una riada como ésa…”, leyó Eva Díaz Pérez tras la explicación de Manuel Serrano.
Murillo y su obra
Tras la primera etapa por donde se recordaron los orígenes del pintor, el itinerario se desarrolló por la Sevilla donde se recoge la obra artística de Murillo, mezclado con otros aspectos de su vida. Lugares como la ahora plaza de Molviedro, entonces Antiguo Compás de La Laguna, donde estuvo radicada la mancebía de la época donde la ficción de El color de los ángeles sitúa a un Murillo buscador de modelos para sus cuadros; o en el Arenal, donde se improvisaron las fosas comunes en las que se enterraron a las muchísimas víctimas de la epidemia de peste de 1649, que se llevó por delante a los tres hijos mayores del pintor en solo quince días: “Enterrarían a José Felipe en el carnero abierto en el Arenal porque no encontraron un palmo de tierra en la parroquia de San Isidoro, junto a su casa de morada. Era una de las fosas más grandes de la ciudad y estaba en el lugar donde se levantaba el populoso malbaratillo…”
La Orden de la Caridad
Murillo conoció al noble Miguel Mañara, quien se despojó de sus riquezas terrenales y se recluyó en la Orden de la Caridad. En esa etapa vital decidió crear el Hospital de la Santa Caridad y la iglesia de San Jorge. De esta forma, el pintor formó parte de un elenco de artistas que llevaron a cabo obras de un valor excepcional y que dan lustre a la mencionada iglesia, como Valdés Leal, Pedro Roldán o Bernardo Simón de Pineda. Murillo ingresó en la Hermandad de la Santa Caridad en 1655, y entre 1667 y 1670 trabajó para ella, realizando una serie iconográfica digna de ser vista.
El hoy Archivo General de Indias y entonces Edificio de la Lonja, donde Murillo cofundó en 1660 con Herrera el Joven la Academia de Pintura; la Sala Capitular de la Catedral, donde entre otras obras suyas destaca la Inmaculada; y la iglesia de Santa María la Blanca son otros focos de atención del itinerario Murillo revisados gracias a esta iniciativa conjunta de Manuel Serrano Hidalgo y Eva Díaz Pérez. Otro ciclo de cuatro pinturas realizado para exaltar a la virgen María y narrar el origen de la advocación de esta iglesia, Santa María de las Nieves de Roma, fue ejecutado por Murillo. Pinturas, no obstante, que también fueron expoliadas por Soult. Actualmente hay cuatro reproducciones, una de ellas, original, La Santa Cena, de 1650.
El final de la ruta
El barrio de Santa Cruz puso el punto y final a este recorrido por la Sevilla de Murillo. Ahí, su última morada y su tumba (en la desaparecida iglesia de Santa Cruz, demolida en 1810 durante la invasión francesa, en la que hoy es la plaza de Santa Cruz), cerraron un círculo vital recordado con motivo de este 400 aniversario del nacimiento del pintor y recreado de manera excelsa gracias a la narrativa de Eva Díaz Pérez. A la edad de 65 años falleció, solo, el artista. Y lo hizo trabajando. Su adiós se precipitó tras agravarse sus achaques físicos tras una caída sufrida desde un andamio. En la calle Santa Teresa se ubica la casa donde residió por última vez, y su amarga despedida queda recogida en El color de los ángeles: “…y recuerda a sus hijos inmortalizados en sus cuadros. Pero ¿quién sabrá ahora que esa carne de ángel era de los hijos difuntos del maestro Murillo?…”