La primera vuelta al mundo capitaneada por Fernando Magallanes sirve de referencia a Tony Gratacós para crear Nadie lo sabe (Ediciones Destino), una novela histórica en la que el lector queda atrapado por una trama audaz e intensa, donde nada, o casi nada, es lo que parece.

Partiendo de una brillante portada y de un título enigmático, Nadie lo sabe abre la puerta a la curiosidad del lector, quien se pregunta “pero ¿qué es lo que no sabe nadie?”. Nos encontramos con una novela histórica que narra los sucesos acaecidos durante y después de la primera vuelta al mundo. ¿Esa fue la idea a la hora de titular la obra, provocar ese sentimiento de incertidumbre?
Sí, la curiosidad… (risas). Porque mucha gente me pregunta: “¿por qué te interesaste por Elcano y Magallanes?”. “¿Para reivindicar la figura de ambos?”. No, no. Es para reivindicar nuestro pasado. Muchas veces buscamos episodios de la historia emocionantes. Nos cuentan cosas que no han existido nunca y no nos damos cuenta que nuestro pasado puede ser tan interesante y espectacular como otros relatos ficticios a los que seguimos. Es cosa de coger al lector por la solapa y decirle: “¡Date cuenta que vivimos entre piedras que si pudiesen hablar nos quedaríamos alucinados!”. (Risas). En Sevilla hay edificios como la Casa de Contratación o el Alcázar que tienen mucha historia dentro, y aparecen en esta novela.
Efectivanente, en Nadie lo sabe salen lugares emblemáticos de Sevilla y Valladolid, hasta el punto de que estas dos ciudades se convierten en protagonistas de la trama; dos ciudades que fueron el epicentro del mundo.
Sí, es que lo eran. Date cuenta de que en Sevilla era donde estaba la NASA del siglo XVI. Y no nos damos cuenta de ello muchas veces.
Comienzas diciendo en la novela que la historia la escriben los que regresan; en este caso los que volvieron a Sevilla. ¿Es como decir que la historia la cuentan siempre los vencedores?
Sí, exacto. Hay eventos en los que es verdad que la historia la escriben los ganadores. Pero al final, de lo que queda de los hechos puedes decir que aunque esta es la historia que nos ha llegado, la interpretas de otra manera. Pero en el caso concreto de las expediciones que regresaban, los que volvían eran los que contaban lo que querían; no lo contaban todo. Los 18 que regresaron con Juan Sebastián Elcano a la cabeza contaron sus propias vivencias. Porque los trapos sucios siempre se lavan en casa. En esta ocasión, más cierto que nunca, la historia la escriben quienes regresan.
La historia que narras parte del joven Diego de Soto, pero a lo largo de la misma nos vamos encontrando con Magallanes, Elcano, Antonio Pigaffeta, cronista de la primera vuelta al mundo. ¿En qué medida te has basado en el trabajo de éste?
Lo que sabemos de la expedición parte fundamentalmente de lo que contaron quienes regresaron y de la crónica de Pigaffeta. Pero en su crónica hay un hecho que incendió mi imaginación, que es que no menciona ninguna vez a Juan Sebastián Elcano. No deja chocarme eso. Al fin y al cabo Pigaffeta regresa a Sevilla gracias a la pericia y al valor de Elcano. ¿Por qué no lo menciona? Ésa fue una de las razones por las que creé la historia, siempre basándome en los hechos que conocemos. La gente me pregunta qué es verdad y qué mentira en Nadie lo sabe. Los hechos, tal como tal, son ciertos. El historiador cuenta lo sucedido. Pero detrás de ello no puedes diseccionar el corazón del hombre o entrar en el alma de las personas sin ver las razones, el porqué de esos hechos. Ahí es donde puedes entrar como novelista. Yo voy a ponerte ante el espejo de lo que realmente se pensaba y lo que ocurrió con Magallanes y Elcano, y toda la expedición.

Me he quedado con la siguiente frase: “Cuando un escritor se adentra en la escritura de una novela que trata de hechos históricos corre el serio peligro de ser dilapidado por el público si separa una coma de lo ocurrido”.
Sí… (risas).
¿Te has encontrado a algún lector que te haya dicho, “oye, pero esto no fue así”?
Me ha sorprendido la reacción de la gente, que ha sido muy positiva. Elcano en el País Vasco es todo un héroe. Y en el libro lo convierto en villano. Uno de los primeros lectores que tuve era vasco. Recuerdo un lector de Twitter que había empezado a leer la novela… Y salió encantado con el libro. Así que una vez que recibí el OK de una persona vasca, me quedé tranquilo, y me dije: “este libro gustará a todo el mundo”. (Risas). He tenido buenas críticas. Tenía miedo de que se tomara la novela por ideologías políticas o por otra razón. Pero he tenido opiniones de todos los sectores ideológicos a favor de la novela.
Magallanes y Elcano son dos héroes a los que has colocado en la novela como dos protagonistas relevantes. ¿Cómo los definirías desde el punto de vista del escritor?
Magallanes posiblemente no cayera bien porque era un hombre serio, pero sabía a lo que iba. Él consiguió la autorización de la Corona Real para realizar esa expedición. Tenía muy claro que había un estrecho que comunicaba el Atlántico con lo que ahora sabemos que es el Pacífico. Su seguridad, su aplomo, su determinación hicieron que esa expedición tuviera éxito. Magallanes no se dejaba intimidar. Cuando se llega a la costa americana y empiezan los problemas, y hace frío, y no se descubre el estrecho, y se tiene que detener a la expedición en Puerto San Julián, en Argentina, y se amotinan los capitanes españoles contra él, no le tiembla el pulso. Y castiga a los amotinados cortando la cabeza a los capitanes… De Elcano no sabemos mucho porque regresa a España, se convierte en un héroe, pide ser capitán general de una nueva expedición que va a hacer la misma ruta, pero la Corona Real no le concede esa capitanía. Sí le permite ser el número dos. Y eso no deja de ser sorprendente. ¿Cómo se le negó algo que se le debía haber dado? Con lo poco que sabemos de Elcano quise jugar con la idea de que como vasco era tozudo pero, también como buen vasco, su honestidad hizo que tras apoyar una decisión determinada, si en un momento dado le demostraban que estaba equivocado, no se le caían los anillos por reconocer que estaba equivocado. He primado en él su pasión por el mar y su honestidad, su alma clara.
Fotografía de portada de Carlos Ruiz.